UN ALTO EL FUEGO NO SIGNIFICA QUE LA GUERRA HAYA ACABADO

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La tensión entre Cha Jae Hyuk y Kim Je Na no hace más que aumentar. Ella está dispuesta a hacer lo que sea para cumplir el sueño de las Cotton Candy mientras que él, a pesar de intentar parecer frío y distante, cada vez parece menos inmune a sus encantos.


UN ALTO ELFUEGO NO SIGNIFICA QUE LA GUERRA HAYA ACABADO


—Te prepararé unas hierbas medicinales —me dice la mujer, que no me ha dejado meter baza desde que el director Cha me traído hasta esta clínica. Me mira sonriente, incluso complacida, antes de añadir—. Anótame tu dirección.

—Sí —es lo único que acierto a responderle antes de que ella se gire hacia el director y la sonrisa que ha desplegado ante mí todo este tiempo se evapore por completo para dar paso a una expresión casi belicosa.

—¡Cómo has podido llamarme cuando casi me había marchado para casa! —le recrimina justo antes de girarse y pasar por mi lado

—¿No se supone que los médicos tenéis el deber de socorro? —exclama Cha Jae Hyuk. Entonces, la mujer se detiene y se gira sobre sus altos tacones.

—¡Oh, venga ya! —hace un ademán exagerado con la mano—. ¡Esto no era una urgencia, y tú lo sabes! Cierra bien al salir. Ve a comer algo. ¡Y cuídate! Tienes peor cara que de costumbre.

Sin obtener ninguna otra réplica por parte del director, la doctora se marcha.

Lo miro por el rabillo del ojo. Parece contrariado y algo descolocado, pero no menos que yo, que no sé qué decir. Aquí estoy, en un ambiente que dista mucho de ser el habitual frente al hombre que tiene mi futuro y el futuro de las Cotton Candy en la palma de su mano.

Nuestras miradas se cruzan y yo no sé dónde meterme. En los últimos días no hemos tenido ni un solo punto de entendimiento, además de varios malentendidos, algunos por mi parte. La palabra «incómoda» ni se acerca a cómo me siento.

Entonces, en contra de lo que pudiera pensar de él, el director se acerca a mí.

—¿Le importaría venir a cenar conmigo, Kim Je Na-ssi? —me pregunta con un tono de voz que desconocía en él hasta hoy. No hay atisbo de animosidad en su petición, ni tampoco esa exasperante tendencia a querer imponerse sobre todos. Es algo nuevo para mí.

En realidad, no sé qué contestarle. Debería decir que no, pero, en ese momento, mi estómago tiene a bien responder en mi lugar con un fuerte gruñido que hace que se me enciendan las mejillas y desee que la tierra se abra y me trague.

—Yo... —balbuceo. Finalmente, asiento—. Está bien.

Muy serio, Cha Jae Hyuk imita mi respuesta con un cabeceo.

—Bien. Vamos.

Con un cortés gesto del brazo, me indica que pase delante de él y, juntos, nos encaminamos hacia la salida.

No conozco esta zona, así que él se encarga de elegir un sitio en donde cenar. Es bastante más elegante de los acostumbro a frecuentar y, por momentos, me siento algo fuera de lugar. Pero la imponente figura que camina a mi lado hacia la mesa que nos han preparado acalla cualquier mirada malintencionada por parte de los camareros.

Tomo asiento frente a él. No nos hemos dicho una palabra desde que salimos de la consulta y estoy comenzando a pensar que esto ha sido mala idea. Mucho me temo que no voy a poder pegar bocado.

La camarera nos entrega a cada uno el menú. Tardo en tomar la carta y, antes de que pueda abrir la primera página, Jae Hyuk me está observando por encima de la suya.

Idol: The coupDonde viven las historias. Descúbrelo ahora