La caja de madera.

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Todo comenzó cuando alguien llamó a su puerta un domingo a mediodía. Era curioso, pero desde que Touya escuchó los dos golpes supo que aquélla sería una visita importante; y más curioso aún fue que, en el momento justo en que su mano tocó el pomo de la puerta para abrir, lo primero en lo que pensó fue en Geten. Una parte suya esperaba encontrarse con el conocido rostro y, no obstante, al otro lado del umbral se encontraba una mujer a quien Touya no recordaba haber visto. Algo en su presencia se sentía inusualmente familiar, como si se tratara de una persona con la que se había cruzado en un par de ocasiones sin llegar a reconocerse del todo.

Una mujer, que era de estatura baja y parecía no tener más de cuarenta años, estaba pulcramente vestida: ni una arruga se asomaba en su traje color gris, la corbata la tenía perfectamente anudada y los zapatos relucían por lo limpios. Pero no fue el afán de limpieza lo que llamó la atención de Touya, sino lo que la mujer sostenía en sus manos. Era una caja de madera, no más grande que una para zapatos, sellada completamente. Lo primero que pasó por la mente de Touya fue que aquella mujer estaba demasiado bien vestida para ser una repartidora de paquetería. Lo que pensó después, fue que no era posible que se tratara de una simple empleada y que quizá abrir la puerta no había sido una buena idea. Pero antes de que pudiera cerrar la puerta y regresar al cobijo de su hogar, la mujer abrió la boca para hablar.

—¿Todoroki Touya?— preguntó.

Touya la miró fijamente, intentando recordar el lugar en el que la había visto, sin obtener buenos resultados. Cuando notó que la mujer fruncía el ceño ligeramente y se preparaba para hablar otra vez, respondió.

—Sí.

Un suspiro de alivio escapó de los labios de la mujer, y aunque su azoro fue evidente, Touya no hizo comentarios al respecto. La vio erguirse una vez más y escuchó que se aclaraba la garganta para volver a hablar.

—Mi nombre es Himiko Toga; trabajo para Yotsubashi Geten.

Touya sintió su cuerpo tensarse al escuchar lo último. No era común que Geten enviará a sus empleados a su casa. Si Geten enviaba a alguien a su casa en vez de ir él mismo, significaba que algo había ocurrido. Algo de suma importancia y, a juzgar por la presencia de aquel hombre, algo realmente malo. La boca se le secó de repente al imaginar lo peor y de inmediato su mirada se posó en la caja que permanecía en las manos de Himiko.

—¿Ocurrió algo?— preguntó Touya, y su voz sonó más serena de lo que él mismo había esperado. De inmediato, frunció el ceño y se hizo a un lado. —Lo siento, adelante, por favor.

Toga asintió y entró en la casa. Touya cerró la puerta detrás de sí y guió a la mujer hasta el estudio en el que recibía a sus visitas oficiales. Cuando le ofreció una taza de té, la rubia la rechazó con amabilidad. Touya tomó asiento en su escritorio, al otro lado de Himiko, y observó a la mujer colocar cuidadosamente la caja de madera sobre la mesa.

—Lamento mucho interrumpirlo.— comenzó Toga —;tengo entendido que hoy es su día libre, pero me enviaron de manera urgente.

—No hay cuidado.— respondió Touya, alternando la mirada entre Toga y la caja de madera que lo distraía enormemente. ¿Qué habría en su interior?

—No quiero hacerle perder el tiempo— continuó. —,así que seré lo más breve que pueda para plantear la situación.— Touya regresó su atención hacia la mujer y asintió gravemente —Desde ayer por la tarde, Yotsubashi Geten permanece en un sueño profundo del cual nadie ha sido capaz de hacerle despertar. No sabemos muy bien qué es lo que ocurrió, sólo sabemos que ayer se encontraba en su oficina y de un momento al otro dejó de responder a las llamadas que le conectaba su secretaria personal. Lo descubrieron durmiendo en un sofá y no ha abierto los ojos desde entonces.—

Las cartas de mis sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora