Carta N.1

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12 de agosto, 1989

Touya:

Es la primera vez que comienzo una carta dirigida a ti en la que no me refiera a tu persona por tu nombre o tu apellido. Es también la primera vez que decido escribirte por ser tú, solo Touya, no Dabi.

Seguramente te preguntarás por qué decidí escribirte a ti, y yo te respondo con otra pregunta: ¿por qué no habría de escribirte a ti, si eres quien me conoce más? Hay veces en las que simplemente debemos seguir los impulsos y no dar explicaciones, ni siquiera a uno mismo. No espero que estas palabras tengan sentido y no importa si no lo tienen, pues escribirte no significa que leerás todo esto: bien porque jamás te entregaré esta carta, bien porque, de recibirla, es muy probable que la destruyas antes de leer su contenido. Así que realmente no importa tanto por qué quise escribirte a ti y no a nadie más. Digamos que, simplemente, necesitaba un destinatario y fuiste el primero en llegar a mi mente. Digamos que decidí escribirte cartas que jamás te enviaré porque, como muchas cosas que hago, no necesito una explicación.

Me siento extraño. Cada día que pasa parece una obligación. Despertar, hacer mi trabajo, e incluso caminar por las calles ya no se siente como antes. Es como si, poco a poco, dejará de ser menos yo para convertirme en algo más. He pensado mucho en esto y, a decir verdad, por momentos siento que es simplemente que estoy pronto a desaparecer...

La idea de la posible desaparición ha llegado a mi mente en diferentes ocasiones. Últimamente no me siento tan seguro de mi mismo, de ser la excepción a algo como ello. Ha sido egocéntrico de mi parte considerar que estoy exento de irme de este mundo; posiblemente porque después de tantos años de existencia, uno da por sentadas ciertas cosas.

Hoy ya no estoy tan seguro de tener un futuro extenso ante mí. Estoy cansado, Touya, tanto como hace mucho no lo estaba. Es un cansancio distinto al que he sentido en otras ocasiones. No es cansancio físico, sino más bien un cansancio en el alma. ¿Lo has sentido alguna vez? Quizá sí. Nunca hemos hablado tan profundamente como para hacernos esta clase de preguntas. De hecho, cuando hablamos de lo que somos, nunca mencionamos nada fuera del protocolo o de lo que se haya pactado hablar con anterioridad.

Escucho voces. Siento emociones que no son mías. Veo ilusiones que van más allá de mi imaginación. No creo que esas emociones te sean ajenas, pues son inherentes a nosotros y nuestra existencia misma, pero últimamente me cuesta más trabajo apagar las voces hasta dejarlas ser un ruido de fondo que me acompañe durante las horas del día. Algo tan sencillo, algo que he hecho durante años, de pronto se ha convertido en algo tan difícil de realizar, que no entiendo cómo he sido capaz de hacerlo por tanto tiempo. Caminar, verme bien, ser... perfecto.

Constantemente en mi interior se libra una batalla contra mí mismo. Quisiera hacer cosas que no debo, sentir aquello que no puedo sentir. Anhelo el amor: enamorarme como lo hacen mis amigos, despertar todos los días junto a una persona especial y envejecer juntos. Deseo todo aquello que nos está prohibido por naturaleza y no puedo evitar pensar en que es muy injusto. Todo esto es injusto. ¿Es que acaso nosotros decidimos ser lo que somos?

Touya, creo que soy demasiado humano para mi propio bien, y eso me aterra.

Me pregunto qué es lo que pensarías de mí al leer algo como esto, en caso de que mi idea hipotética de ti leyera esta carta, claro. Seguramente ignorarías más de la mitad o pensarías que he perdido la razón. No lo sé. Me gustaría decir que sé y entiendo cómo es que reaccionarías ante estas palabras, pero hace mucho tiempo que dejé de entenderte, porque alguna vez lo hice, Touya. Sí, alguna vez entendí quién eras, pero eso fue hace muchos tiempo, antes de todo lo que ha ocurrido entre nosotros, antes de las peleas y los malentendidos y las heridas que nos hemos hecho.

¿Te das cuenta de que, cuando más lo necesito, siempre acudo a ti? No es una mera coincidencia. Es por algo más, pero no le pongamos nombre aún. Es más, evitemos ponerle un nombre por toda la eternidad. Sin un nombre, es sólo una idea, y si es una idea, es fácil de desechar para cambiarla por otra. Y, no obstante, pese a que ese algo tiene un nombre que prefiero ignorar, no es tan difícil comprender por qué he decidido escribirte a ti. O a tu nombre, al menos.

En retrospectiva, siempre has sido tú quien se ha encontrado junto a mí en los buenos tiempos, pero también en los momentos más terribles, independientemente de lo turbulenta que ha sido nuestra relación. Pero dejemos esa charla para otra ocasión, para otra noche como hoy, en la que esté solo en casa. Dejémoslo para otra noche en la que, antes de dormir, decida escribirle a Touya. No a Dabi, no a él, sólo al Touya que ha estado conmigo, incluso cuando no.

Geten.

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