Réveillé, Je t'aime

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Touya regresó a su rutina y a su trabajo de siempre y aunque ya habían pasado varios días desde que retomó su ritmo normal de vida, no lograba acostumbrarse a él. Regresar a casa se había sentido extraño, diferente a cuando salía para visitar a algún otro amigo por cuestiones de trabajo o cuando iba a visitar a sus amigos solo porque le apetecía hacerlo. Su casa, que antes le parecía el lugar más confortable del mundo, de pronto se sentía como todo menos eso. Había días en los que la sentía demasiado grande y otros, en los que era demasiado pequeña para él y todo lo que tenía en la cabeza.

No obstante, a pesar de todo, realizó su trabajo con la eficiencia de siempre, asistió a sus reuniones, se puso al día con los pendientes y aunque estaba al tanto de lo que pasaba con Geten, no volvió a visitarlo, ni en persona ni en sus sueños. Había noches, antes de dormir, cuando cerraba los ojos y comenzaba a decir las palabras que lo llevarían a los sueños de Geten, pero siempre se detenía antes de terminar. Era responsabilidad de Geten decidir despertar o no.

Los otros estaban al tanto de ello, al menos en parte. Al día siguiente de que regresó a casa, contactó con Aizawa y le hizo saber que su trabajo con los sueños de Geten había terminado y que desde ese momento, lo que ocurriera sería decisión de Geten y de nadie más. Como era de esperar, Shota se mantuvo ecuánime y, sin cuestionarlo, le dijo que él se encargaría de notificar a los demás.

Mentiría si dijera que no se preguntaba si su decisión era la correcta, en especial por la forma como se había despedido de él, pero, por otro lado, tampoco estaba dispuesto a seguir con sus visitas y que éstas fueran la única forma que tuviera para comunicarse con Geten. Sí, tenían sus ventajas: el Yotsubashi Geten que había conocido en sueños era diferente al Geten con el que interactuaba fuera de ellos; era más fácil hablar con él. Y también era más fácil estar en su habitación, sentarse a su lado y hablar lo suficiente por los dos, cuando usualmente era al revés. Pero no era lo mismo, y Touya prefería mil veces al Geten real, aunque no siempre estuvieran de acuerdo y aunque sus conversaciones siempre terminaran en discusiones.

Además, estaba todo lo que Geten había escrito en sus cartas y el beso que le dio en sus sueños.

Carajo, ese beso. Touya no dejaba de pensar en él y si algo había concluido después de darle vueltas en su mente a esa escena, era que no se arrepentía de haberlo hecho. Lo volvería a hacer, estaba convencido de ello, pero no en sueños. Así que esperaría en casa a recibir noticias de Geten y guardaría su distancia porque si, al final, decidía no despertar jamás, prefería estar solo y lejos para poder colocarse la armadura antes de enfrentar un mundo en el que Geten no despertará más.

Una noche, antes de que se fuera a dormir, el teléfono de casa resonó y contestó de inmediato.

—Keigo.— dijo, a modo de saludo.

—Hola, Touya.— respondió al otro lado de la línea. —¿Cómo estás?

Touya caminó hasta su cama y se sentó a los pies de ella.

—Bien. ¿Ocurre algo?— preguntó. No quería sonar grosero con la pregunta, pero no era usual que Keigo le llamara por teléfono, incluso si hablaban más seguido desde que se encontraron en casa de Geten.

—Ah, sí. Todo está bien.— se apresuró a responder el otro. Touya frunció el ceño ligeramente. —Solo...— Hizo una pausa, como si dudara de si debía seguir o no. —Despertó.— dijo después de un rato.

Touya no supo qué decir. Se quedó en silencio por un largo rato, tanto que Keigo pudo haber colgado pero no lo hizo, lo esperó al otro lado de la línea, en silencio. Y eso era justo lo que Touya necesitaba en ese momento.

—¿Cuándo?— preguntó al fin.

—Hace dos días.— respondió Takami. —Está bien, podríamos decir. Lo noto algo distraído, todavía algo ausente, pero supongo que tiene sentido, considerando el tiempo que estuvo dormido.—

Las cartas de mis sueños.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora