Querido Dylan,
No es un secreto para nadie que la llegada de Malcom me volvió realmente loca porque desafiaba mi amistad y mi tiempo contigo. Ahora me parece todo muy dramático, pero antes era mi mayor terror.
Recuerdo el día perfectamente. Fue en el patio del colegio, durante el recreo. Estábamos sentados bajo nuestro árbol favorito cuando mencionaste a Malcom por primera vez. Era tu nuevo vecino. Llevaba muy poco tiempo en la ciudad, pero ya habían pasado horas jugando videojuegos de fantasía en su casa. No podía evitarlo, mi corazón se encogió al pensar que alguien más podría ocupar el lugar que había tenido a tu lado durante tanto tiempo.
Estabas tan emocionado porque encajaban en muchos aspectos. Dijiste que tenían muchísimos intereses en común, y además, sus madres también se estaban llevando muy bien. Incluso tenían planes para el próximo fin de semana. El verano apenas estaba comenzando, y de repente, todos nuestros planes empezaron a tambalear con la llegada del niño nuevo y su familia.
Odiaba que Malcom viviera al lado tuyo. Que pudiera simplemente cruzar la cerca y entrar en tu casa, jugar hasta tarde contigo sin ningún problema. Mientras tanto, yo tenía que pedirle a papá que me recogiera en su auto porque no me dejaban regresar en bicicleta por las noches. Y como si eso fuera poco, tú ya no querías hacer pijamadas conmigo. Dijiste que ya no te parecía tan divertido trenzarme el cabello y ponernos mascarillas.
Lo admito, estaba muy celosa de Malcom. Tenía miedo de que lo llamaras tu mejor amigo o, peor aún, que te enamoraras de él y me dejaras a un lado. Había pasado casi toda mi infancia a tu lado, y lo último que quería era que me cambiaras por alguien más. Recuerdo que dijiste que tal vez era hora de expandir nuestros horizontes, conocer nuevas amistades, pero aceptar esa idea me volvía loca.
No quería conocer a gente nueva. Estaba muy cómoda contigo, y ni siquiera podía imaginar cómo sería no pasar tanto tiempo a tu lado o no compartir mis momentos contigo.
Debo admitir que, cuando Malcom descubrió mi secreto, lo odié más. Pero ese sentimiento no duró mucho. Poco a poco, se fue convirtiendo en mi ayudante secreto. Él jugó un papel importante en nuestras vidas, y hoy doy gracias al cielo por su existencia.
Estoy segura de que, con él a tu lado, sobrellevar mi partida será un poco más sencillo. No te enojes con él por no haberte contado esto antes. Solo trataba de ayudarnos a ambos.
Y si te lo preguntas, él fue quien dejó el cofre de los tesoros en tu puerta.