Parte 2

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El sudor y la sangre se mezclaban en el suelo. Dejando un leve rastro que delataba de donde venían los hermanos. Seibryeld cargaba con su hermano entre lagrimas y gemidos de dolor. Llevaba ya varias horas caminando y sentía como si sus piernas se fuesen a deshacer como la arena que pisaba.


- Aguanta un poco mas... por favor... -Decía la chica entre sollozos.


Finalmente algo se dibujaba a lo lejos. Parecía ser una edificación Fayenrina, un templo. Seibryeld al verlo aminoró el paso, para poco después caer rendida de puro cansancio nada mas entrar al umbral de la edificación.

Ella no lo sabía. Pero estaba ante una iglesia de la orden sagrada, abandonada con el tiempo. La construcción, de roca sólida. Aun permanecía impasible ante las inclemencias y el paso del tiempo.

Tras un moderado descanso. Seibryeld llevó a su hermano hasta la sala principal, la cual era una extensa bóveda eclesiástica con numerosas filas de bancos donde antaño se compartían asiento tanto campesinos fieles como caballeros, para recibir el sermón que el sacerdote impartía cada semana.

La chica extendió el cuerpo desfallecido de su hermano cerca del altar, donde la alfombra estaba más acolchada y por ende más cómoda. Cortó algunos trozos de tela de su ropa para frenar las heridas del chico. Una vez consideró que éste estaba fuera de peligro. Se sentó a su lado y cerró los ojos, quedándose dormida.

El sonido del crepitar del fuego despertó a la chica después de unas horas. Obsidian había despertado y había aprovechado para encender una hoguera en la que cocinar. 


 - Buenos días dormilona. Creo que te debo una por salvarme... ¿No es así? -Dijo el chico al verla despertar lo que provocó que ella saltase a sus brazos.


 - ¡Creí que te había perdido! -Decía mientras lloraba- Por favor... no volvamos a ponernos en semejante peligro...


 - Ey ey... tranquila... -Dijo Obsidian mientras acariciaba su pelo- Creo que no nos han seguido. Asique reserva fuerzas para la comida. Esta iglesia se ha sabido conservar. La despensa esta llena.


 - Podríamos quedarnos un tiempo. -Dijo ella- Además... ¡esta iglesia es de la orden sagrada! -Señalaba la cruz dorada- Recuerdo este símbolo en el pecho de los caballeros que me dieron mi... -Hacía una pausa, recordando el destino que sufrió su arma- Mi espada...


 - Descuida, ¡cuando nos recuperemos comenzaremos una nueva vida! -El chico sonrió, dándole un cuenco con la comida que estaba cocinando- La llevaremos a un herrero y él te la reparará.


La chica sonrió. Dejó los restos de la espada sobre el altar y tomó el cuenco que su hermano le ofrecía. Comiendo con avidez.


 - Eso es mucho más que lo que nos preparaba Metra. -Dijo sonriendo levemente- ¡Para ella una sola cucharada de caldo de verduras era un festín!


 - No pienses mal hermanita. Ella solo tenia un caldero para alimentarnos a todos... -Tomaba un sorbo de la sopa- Además... Me gustaría ser la mitad de bueno cocinando de lo que es esa anciana...


Tras la comida. Seibryeld y Obsidian exploraron el edificio. Encontraron ropas nuevas. Una armería, la cual servía de preparatoria para los caballeros que venían a confesarse y un cofre extraño, bruñido en el mas puro oro y marfil.

Tras un breve examen exterior, la chica abrió el cofre.  En su interior se encontraban tres objetos: Un pasador para el pelo, una tiara dorada y puntiaguda decorada con gemas, y un cuerno dorado. Éste parecía ser parte del atavío de la tiara.


 - Son preciosos... -Dijo la chica- Parecen ser algún tipo de artefactos o reliquias que guardaban aquí.


 - Bueno... esto esta abandonado. Asique ahora son nuestros, supongo. -Dijo Obsidian, cogiendo el pasador para el pelo. ciñéndoselo en su cabello.


La chica se colocó la tiara. la cual iba ceñida al pelo con unos pasadores. Estos daban libertad para poder ceñir el cuerno también,  por lo que lo colocó sobre su frente. 

De repente un trueno cayó sobre la iglesia. Chispas de energía descendían de las columnas del altar viajando a través de los hilos de oro que adornaban las alfombras del suelo. la corona comenzó a brillar junto al cuerno y el adorno del chico.

Seibryeld gritó asustada. No por el trueno, sino porque su tez se volvía mas pálida. la chica sintió que cada vez le costaba más moverse. Viendo con horror que su hermano sentía lo mismo. La visión de la chica se hacía cada vez mas tenue, hasta que su consciencia se fue por completo.

Tras unos pocos segundos. La iglesia volvió a inundarse de silencio. Lo que antes era carne y telas ahora era suave marfil y oro. Los hermanos habían caído en una trampa la cual les costaría cara.

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⏰ Última actualización: Jan 11, 2022 ⏰

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