Vivo en Big Bear Lake, California, un pueblo pequeño, escaso de población y con un inmenso lago rodeado de árboles gigantes, lo único que amo de él; con mi madre, mi padre y mi hermano pequeño Artur, el amor más sublime de mi vida; por si necesitan una edad para mi personaje en esta historia, solo les dejaré saber que soy una adolescente mayor a la que su madre ve como una niña lejos de ser mujer algún día, pero como sea, ya es costumbre y, muy seguramente, no soy la única.
Es martes por la mañana y, para mi desfortuna, debo ir de nuevo a ese terrible lugar llamado "grupo de apoyo" sí sí, como el que existe para personas alcohólicas, o personas con cáncer, o drogadictos, solo que este es para personas con trastornos mentales, podría apostar a que ninguno de ustedes imaginaba que eso existía, los trastornos mentales están de lado desde siempre, sí no es que más. Vivimos aquí hace unos 15 años ya y desde que me despedí de mi abuela y dejamos Venezuela (mi tierra natal) e sufrido de ansiedad, o llamándolo con seriedad Trastorno de Ansiedad, cualquiera puede decir que es algo sobrellevable y que no es tanto como para estar en un grupo de apoyo, pero la mente adolece al cuerpo y si mentalmente no estas bien, no estas bien de ningún modo.
Al principio sabía muy bien cómo llevarlo sola, hasta que un día, se escapo de mis manos y tuve unas 5 crisis distintas en un solo momento, mi mente colapsó y yo, no era yo, entonces intente quitarme la vida y terminé internada en un hospital con mis padres llorando detrás del ventanal de una habitación a la que no les permitían entrar mientras se enteraban de que su hija era una persona que vivía cada día de su vida con angustia, miedo, impotencia, rabia y todo lo que consideren que pueda hacernos sentir la ansiedad; ese episodio en mi cabeza, un puto asco. Intentaron ayudarme, pero no hacían más que empeorar, mamá, por más dulce que sea, su protección me hace tener miedo de cada paso que doy, incluso de respirar, y la verdad, me siento mejor estando lejos de ella que cerca; papá vive en su mundo, solo le interesa su empresa, sus vienes, su trabajo, o almenos eso dice mamá, yo sé que no, ese hombre hace cualquier cosa por mi, pero esta muy lejos de saber como ayudarme, y mi hermano, bueno, soy su hermana mayor, él ve en mi lo que quiere ser, debo estar bien para él.
Así que, un día a mamá se le ocurrió que salir de casa, más allá de la escuela sería genial y que en vez de hacer arte, música, baile, no lo sé, juntar rocas en el río quizá, sería mejor que fuese a un grupo de apoyo con 15 personas con trastornos mentales a hablar de los míos, la mejor manera de dejar de estar loca, juntarme con gente como yo, supongo. Así que hace unos meses voy a allí, martes, jueves y sábado, porque claro, los sábados de una adolescente deben ser alocados, ¿o no?.
Tomé mi desayuno mientras escuchaba a mi padre hablar por teléfono con uno de sus socios y mi madre me contaba que haría en su día.
- Te ves muy guapa hoy - dice sonriéndome dulcemente.
- Es la misma camisa negra y la misma sudadera, no hay nada de especial en mi - respondo.
- Hija, eres muy especial, nadie va a notarlo si tu misma no quieres hacerlo.
- Yo no quiero que alguien lo note.
- Pues deberías, ya va siendo hora de que tengas un novio, o... novia - me sonríe asintiendo levemente con su cabeza
Papá extrañamente ahora quiere prestar atención a nuestra conversación y yo, no quiero eso, tomo mi pan tostado con mermelada, le doy un sorbo a mi café que seguía hasta el tope, me despido y me voy; hace frío y justo hoy no quise traer nada más para ponerme, en fin, como todos los días en los que voy al grupo de apoyo, me dispongo a comprar comida en la tienda de la esquina para darcela al anciano que duerme fuera del teatro abandonado en donde se reúne este grupo, ¡increíble lugar para hablar de tus problemas! Salgo de la tienda, y recibo un mensaje de mi madre reclamandome por no alimentarme bien, me molesta, y cuando intento guardar mi celular tropiezo con alguien, cierro los ojos y caigo al suelo, tirando la comida por toda la calle y lastimandome la cadera.
- ¡Lo siento! De verdad cuanto lo siento, ¿te ayudo? - escucho de una voz asustada pero dulce.
Volteo mi mirada y le respondo - no, puedo levantarme.
Me levanto y vuelve a dirigirse a mi mientras sacudo mi ropa.
- En serio lo siento, ¿hay algo que pueda hacer por ti? - me pregunta tratando de no sentirse culpable.
- Por mi no - le respondo - pero por él sí - digo mirando hacia el anciano - duerme acá, pasa frío y encima hambre noche y día, la comida era para él, puedes comprársela y dársela, le alegrará el corazón ver una cara nueva, la compré en la tienda de la esquina - dije y sin más entré al teatro, irritada y pensando que no volvería a verla jamás.
Entro, paso al baño y me veo en el espejo, y por algún motivo pensé "genial, el día en el que logro estar cerca de una hermosa chica, me caigo, me lleno hasta el cabello de lechuga y papas y aparte huyo, soy genial" salgo del baño y me siento en aquella estúpida ronda en donde siempre se hace una oración antes de comenzar, no me malinterpreten, creo en Dios, pero me enoja que muchos no le aclamen de corazón. De la nada entra alguien e interrumpe la oración.
- Lo siento, llegué algo tarde - dice de nuevo esa voz y volteo a verle con sorpresa, me mira, me sonríe y Filip, el que dirige todo, le dice - no te preocupes, siéntate, estas en casa.
Luego de unos minutos comienzan las presentaciones y al pasar unas 3 personas las cuales ya me sé su historia de memoria, ella levanta su mano y se levanta de su asiento para presentarse.
- Mi nombre es Aithana, tengo Trastorno Alimenticio, como Anorexia y Bulimia a la vez, estoy aquí porque tengo miedo, miedo de morir por hacerme daño y no ser escuchada nunca y luego ser olvidada.
Filip comienza interceder y levanto mi mano, Filip se asombra (nunca lo hago) y me sede la palabra.
- Soy Aurora, tengo Trastorno de la Ansiedad y estoy aquí por mis padres y mi hermano, y en mi opinión no deberías temer de morir si de alguna u otra forma va a pasar, en todo caso si lo que quieres es ser escuchada y recordada, toma las riendas de tu vida y domina tus miedos, has cosas que te hagan ser escuchada y recordada, incluso si ya no estas.
- Aithana me miraba sonriendo, pero no era una sonrisa común y yo, no pude quitarle la mirada hasta que la reunión terminó.
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Más allá del mar... tú
DragosteUn romance juvenil situado cerca del mar, donde ni los prejuicios ni las enfermedades pueden ser motivo para no amarse hasta los huesos, e incluso... más allá del mar.