Hace un tiempo atrás, María me contó que la tristeza tiene colores.
-¿como es eso?- le pregunté
-Existen las de los colores opacos, que son las tristezas superficiales. Aquellas que se van con uno o dos abrazos.
Después están las de los colores vibrantes como el rojo o el azul, esa son las tristezas profundas.
Ya sabes, esas que no se van hasta pasado un par de siglos- concluyó.