Capítulo 2

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Disclaimer: Naruto y sus personajes no me pertenecen, son propiedad del Masashi Kishimoto.

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Había sonado el despertador de su teléfono a las 6 am, lo cual hizo que la mujer que estaba durmiendo se levantará a apagarlo, por el ruido estruendoso que producía. Vio la hora y con entusiasmo se levantó, para comenzar la rutina de su día.

Se cambio su pijama por una ropa un poco más ajustada, pero cómoda. Bajó a la cocina a tomarse un vaso de jugo de papaya antes de hacer un poco de ejercicio en su patio trasero, como siempre lo hacía cada mañana. Aún el cielo estaba oscuro, pero desde lejos se veía que ya salían los primeros rayos de sol.

Había pasado una semana desde su revisión médica donde le detectaron que tenía el síndrome de Highlander, y le habían dicho que mantenga una vida saludable (como siempre lo ha hecho). Eso sí, que visite al médico de vez en cuando como ya le habían mencionado antes. Le dijeron que solo era necesario ir a Tokyo una vez al año para examinar su estado, y los demás chequeos se los podía realizar sin problemas en Konoha, incluyendo los hormonales. Claro que le advirtieron que cualquier cosa que presente su cuerpo, fuera de lo común y no haya sido prevista, les avisen a ellos inmediatamente.

También le hicieron conocer que iban a estudiar su caso, preguntándole si no se oponía a ello, incluso pidiéndole una firma de autorización. Hinata no tenía ninguno problema con eso, siempre y cuando mantengan su identidad oculta. No quería que las demás personas, a excepción de los médicos encargados, sepan de eso, ya que corría el riesgo de que sus familiares y personas cercanas se enteraran. El chisme en la sociedad corría a velocidades mucho más rápidas que un virus que se propaga.

Luego de terminar sus ejercicios de rutina, se dirigió al baño a tomarse una refrescante ducha. Envuelta en una tolla, se fue a su habitación a ponerse su ropa del trabajo. Un pensamiento vino en su mente antes de abrir su closet, y por ello se dirigió al gran espejo que estaba pegado en una de las paredes. Dejo caer su toalla, y observó su cuerpo.

Ella reconocía que físicamente era atractiva, pero claro, no con la exageración como sus amigas le decían. No le gustaba mostrar su cuerpo, para evitar miradas indecorosas, además de que creía que era demasiado generoso por todas partes. A pesar de ser delgada para su edad, creía que tenía unos senos demasiado grandes y su trasero tenía vida propia, además de muslos bien regordetes.

No le gustaban tales proporciones, pero con el paso del tiempo había aceptado su cuerpo.

Aun así, no creía que era el cuerpo perfecto que muchas deseaban.

Se miró una vez más al espejo, diciéndose que esta sería la apariencia que su cuerpo mantendría de aquí a adelante, no importa los años que pasen. Una idea que no le agradaba casi nada, pero tenía que acostumbrarse.

Alejo esos pensamientos, y se fue a su closet a sacar la ropa de trabajo, que consistía en una camisa blanca con una chaqueta y falda de color azul marino. Estas prendas eran grandes y largas para ella, pero eso no le molestaba, porque le gustaba la ropa holgada. Lo usaba por comodidad y ocultaban los atributos de su cuerpo.

Se puso su ropa interior, nada llamativa y totalmente sencilla. Se vistió con las demás prendas y bajo a desayunar. Luego de asearse, y con los libros y carpetas metidas en su bolso que necesitaba para ese día, se subió a su coche, para dirigirse al trabajo, y dar su mejor esfuerzo.

Había llegado con anticipación a las 7 am y se puso feliz, ya que le gustaba llegar temprano.

Saludó a la gente madrugadora que pasaba por los pasillos. Llegó a su oficina dejando sus cosas, y se puso a preparar el material de clases. Estas comenzaban en media hora, así que tenía tiempo de sobra.

No se debe hablar con Orgullo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora