1. El juego

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Patético, indignante, inaudito. Todos esos adjetivos cruzan por la mente de Sesshomaru cuando entra a su habitación.

No podía ser posible que no fuera capaz de controlarse a sí mismo y salga huyendo de forma tan deplorable a esconderse.
Siempre fue un joven orgulloso, que jamás bajaba la mirada ante nada ni nadie, pero jamás había estado en esa situación, y la culpa la tenía su nana, la mujer que lo había criado desde que era un bebé. Era su culpa ya que ella llevó a su casa a la causante de todos sus problemas: Kagome Higurashi.

Su madre había estado buscando más personal doméstico a raíz de el retiro de una de las trabajadoras de limpieza , cosa que no le interesaba en absoluto, hasta que su nana tuvo la brillante idea de proponer a su nieta Kagome para el puesto, ya que necesitaba un empleo para poder financiar su carrera universitaria.

Su madre no lo pensó dos veces, se le hacía buena idea que todo quedara en familia, ya que durante los años de servicio Kaede había sido excepcional.

A pesar de haber sido prácticamente criado por ella, jamás había conocido a su familia, ya que todos se encontraban en un pequeño pueblo de Osaka y ella era la que los visitaba en sus vacaciones, por lo que jamás se cruzó con ellos.

Hasta que Kagome llegó. Al principio le pareció una chica normal, simple y ordinaria, pero a medida que iba pasando el tiempo, algo en el crecía, un sentimiento hacia ella que después de mucho pelear consigo mismo admitió. Admitió que Kagome le gustaba y demasiado.

Y ese era el problema. ¿Cómo podía gustarle una chica tan ordinaria? Y peor aún, una de sus empleadas. Sería la burla de su escuela si alguien se enteraba, no se cansarían de repetir como el bien posicionado primogénito de la familia Taisho podía enredarse con su empleada doméstica, acabaría su reputación y eso a sus padres no les agradaría nada.

—No vale la pena.— dijo para sí mismo mientras se despojaba de su uniforme.

Debía ignorar a Kagome para que ese absurdo sentimiento no creciera más. Enterraría lo que ya existía, lo enterraría tan profundo que ni él sería capaz de encontrarlo.

Pero no sería tan fácil.

•••

Kagome tomó lo necesario para hacer la limpieza de las habitaciones y lo colocó en una canasta. Viendo que ya estaba lista, subió por las largas escaleras hasta el segundo piso donde empezó su deber.

Habían pasado 5 meses desde que entró a trabajar con los Taisho. Al principio no estaba segura de aceptar el trabajo, no quería causar problemas,pero su abuela le insistió bastante y para ser honesta necesitaba el dinero y la paga que recibía por su deber no era nada despreciable y el ambiente era casi siempre tranquilo, la señora y el señor rara vez estaban en casa y cuando se encontraban la dejaban trabajar sin estar encima de ella, con los demás trabajadores se llevaba bien, y podía pasar más tiempo con su abuela después de mucho tiempo, el único detalle era él.

Sesshomaru Taisho, el hijo de los señores de la casa.

La primera vez que lo vio se quiso morir. Había conocido chicos apuestos, pero nunca nadie así. Con su imponente altura, cara fina y porte elegante. Debía admitir que le gustó mucho, pero de inmediato se reprendió ya que ella estaba en ese lugar para trabajar, tenía que ser profesional, además no creía que él se fuera a fijar en ella.

Fue así como controló sus hormonas y se dispuso a tratar a sesshomaru de forma natural. Sin dejar la amabilidad y dulzura que siempre la habían caracterizado. Pero el plan no le había salido del todo bien, ya que a medida que pasaba el tiempo ese sentimiento que intento matar crecía, y conforme conocía más a fondo a sesshomaru se daba cuenta de que tenía un buen corazón.

Termino de limpiar la habitación principal y se dirigió a la de Sesshomaru. Eran las 5, así que debería estar en su práctica de Kendo, por lo que ni siquiera se molestó en tocar y simplemente entró. Sin analizar el lugar, se dirigió a su estante con plumero en mano para desempolvar. Pasó el artefacto por todos los estantes, retirando y limpiando con cuidado los trofeos y medallas de kendo. Era realmente bueno, había ganando varias competencias.

Tomo un retrato que tenía con su abuela cuando él era solo un niño y sonrió.

Se habían encariñado bastante en todo ese tiempo y Sesshomaru siempre que podía mostraba su respeto y gratitud hacia ella, ayudándola siempre en lo que pudiera.

—¿Qué estás haciendo?— pregunto una profunda voz en su espalda.

De inmediato se tensó y se dio la vuelta. Grave error.

—Sesshomaru...—pronunció anonadada.

—Contesta.— exigió con voz firme

—yo...—analizó al muchacho y se percató de que solo se encontraba en ropa interior. Sintió como el alma se le iba al suelo. ¿Qué iba a hacer ahora? ¿Iban a despedirla?

Su mirada desobediente volvió a posarse en Sesshomaru y analizó su cuerpo. Era muy atractivo, de inmediato se dio una bofetada mental. ¿Qué estaba haciendo? Estaba en problemas y ella mirando sin descaro al afectado.

—Entre para limpiar tu habitación— respondió de una vez al ver como el albino alzó una ceja impaciente por su respuesta.

El chico frunció el seño y se preparó para emitir palabras que fueron interrumpidas por ella.

—Discúlpame, debí haber tocado. Creí que estabas en tu practica de Kendo y decidí entrar. Fui imprudente, lo siento. —hizo una leve reverencia avergonzada.

Sesshomaru observó a la pequeña chica ruborizada frente a él. Era cierto, debía estar en su práctica de Kendo, pero al llegar de la escuela y quitarse el uniforme se quedó dormido, era época de exámenes, por lo que sus horas de sueño se habían visto considerablemente disminuidas.

—Me quede dormido— Le explicó sin saber porque.

Debía estar molesto, había entrado sin permiso y él estaba solo en ropa interior, además que su presencia ahí removía cosas en el que quería enterrar y su sola presencia lo hacía difícil, ahora tenerla ruborizada en su habitación lo volvía imposible.

—Me iré — le aviso la azabache haciendo ademán de irse. Antes de que pudiera salir, el peli plata la acorralo con su cuerpo en el estante.

—Aún no has terminado—Murmuro solo para que ellos dos pudieran escuchar.

El corazón de Kagome dio un vuelco. No podía ser.

—Lo...lo haré después— tartamudeo nerviosa por su cercanía.

Sesshomaru sonrió de medio lado al ver el efecto que tenía en ella, eso significaba que no era el único afectado con la situación.

—No, ahora— demandó sin apartarse de ella.

¿Que pretende? Se preguntó la chica. No parecía molesto en lo absoluto, hasta parecía que lo estaba disfrutando... y no sabía si eso le gustaba o la asustaba.

Levanto su rostro y lo miro a los ojos.

—Déjame ir, Sesshomaru ¿a que estas jugando?

Sesshomaru la observó fijamente. Tan sonrojada pero tratando de mantenerse firme. Le gustaba, le gustaba mucho y no iba a poder sacársela de la mente hasta que la tuviera y por como había reaccionado su cuerpo, podía apostar que Kagome se sentía atraída por él de igual manera.

Ya no lucharía contra sus deseos, eso no le había funcionado y solo había hecho que crecieran más. Cambiaria de estrategia, en vez de ignorar lo que quería, iba a tomarlo hasta saciarse, con un poco de suerte pasaría rápido y podría volver a su vida normal.

—A algo muy emocionante— Respondió casi en un susurro y sin previo aviso se agachó hasta quedar a su altura y la besó.

Rompiendo tus reglas-Sesshome Donde viven las historias. Descúbrelo ahora