Capitulo IV

32 2 0
                                    

Rebeca

Esto de ser pobre es cansado también ir de un lugar a otro y no tener lo suficiente, ya me encuentro trabajando y aún me faltan tres horas más por estar aquí. Increíble toda mi vida podria pasarme preparando café y atendiendo a las personas.

Bueno no toda la vida, tal vez unos años.

Ya que aún no es hora donde haya muchos clientes y hoy con los únicos que habló no han venido, tengo la vista hacia el frente donde esta la puerta, en eso se para alguien y la abre.

Pero es mi chico atractivo, es Joseph o no hoy no tengo a nadie conmigo, que voy hacer.

El día de ayer me dirigió la palabra aunque no recuerdo que le conteste no estaba del todo sobria que digamos.

Tengo tanto calor, muero de calor, es sofocante estar aquí, porque acepté, aunque no me obligaron yo quise.

Ahora me arrepiento, paso empujando a todos en mi camino hacia la barra.

Alguien tiene un vaso con whisky sino estoy mal.

—Dame tres de esos que tiene el—señalo al vaso.

Genial estoy tan borracha que mis palabras salen alargadas, ni idea si me entendió.

—Todo eso es para ti, segura que aguantas— me habla el de la par.

—Esto no es nada—alzo el mentón, segura de lo que digo.

Ni tanto.

—Aja, porque no te veo tan bien—me recorre de abajo a arriba.

—Estoy bien—le hago saber.

Recibo lo que pedi y me voy con mis amigos nuevamente, bueno amigos de Allison.

Mi amiga me comento que le dijo algo a Joseph, que el me gustaba, bueno ella es mi única amiga, pero Allison no debió decírselo, no era el momento.

Nunca lo sería.

Ahora como estaré frente a él, si ya lo sabe.

Veo que se acerca a mi, bueno al mostrador pero viene hacia mi.

—Buenas tardes, bienvenido, que va a ordenar—le digo lo más calmada posible.

Aunque no esté así, por supuesto que no lo estas.

—Un americano, me lo puedes ir a dejar a la mesa—comenta.

—Si claro con gusto.

—Genial—solo me da el dinero y se va a tomar asiento.

Así que me encargo de prepararlo y poder entregárselo y rogar a Dios que no se me caiga en el camino y hacer el ridículo.

Aún más.

Así que tomó precauciones y me voy despacio, dejándolo frente a el.

—Gracias Rebeca—me dice.

Espera, se sabe mi nombre como se lo sabe

—¿Cómo te sabes mi nombre?—pregunto.

—Porque ahí lo tienes—señala donde está la pequeña placa con el nombre escrito.

Genial ya quedamos mal

Ya quedaste mal

El lado bueno es que suena muy bien nuestro nombre en sus labios

Bueno eso si

—O si perdona, se me había olvidado que estaba ahi— contestó bien nerviosa. Muy nerviosa.

OscuridadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora