Oí la puerta de mi casa abrirse, pensaba que sería algún miembro de mi familia. Pero supe que no cuando un hombre sin piel que derramaba sangre entró en la habitación, se chocaba contra las paredes y dejaba marcas de su líquido vital en ellas. No tenía pupilas, y aún así, yo sabía que tenía la mirada perdida.
No le tenía miedo, sigo sin entender el porqué, aunque le dije varias veces que se tranquilizara y que se sentara.
Cada vez que le hablaba, el sollozaba,
y empujaba su cuerpo hacia la pared con más fuerza.
Cogió mis libros y me los tiró encima, dejándome inmóvil, lo mismo hizo con el edredón y la ropa.
Fue a mi cocina, y volvió con comida, y mientras se la tomaba se le caía una lágrima negra por el rostro, en el que solo habían músculos que parecían deteriorados.
Yo le miraba, pero no le gritaba, el sabía ya lo que le quería decir.
Agarro mi móvil y lo apagó, mi madre estaba en casa, y no oyó nada, eso quería decir que era producto de mi imaginación.
La habitación cogió un color azul grisáceo que hacía que las manchas de sangre parecieran negras.
Me decidí por hablarle.
Y para ser un poco más educado, le pregunté:
-¿Cómo te llamas?
Y él respondió:
-Depresión.
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profundo
PoetryTodo lo que pienso sobre la realidad plasmado en una tipografía cutre.