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"La razón por la que el mundo está en caos, es porque las cosas están siendo amadas y las personas están siendo usadas"
JOHN GREEN, Buscando a Alaska

Entusiasta, Rhee Han Na, subía las escaleras de mármol pulido con dirección al segundo piso. Rumbó a la habitación de su famoso primo, Yang Nolan.

Han Na giró el pomo de la puerta, e intencionalmente la cerró con un estruendo.

―Genial. Sigue durmiendo ―dijo ella cuando nadie protesto―. Casi media mañana, y esta habitación parece una cueva ―sentenció, pero al segundo se retractó.

A su derecha, del pequeño cuartito de Odeng y Eomuk, los petauros de azúcar * de su primo; emanaba una fuente de luz natural.

Han Na quiso entrar a verlos, pero antes de siquiera intentarlo oyó unos sonidos. Parecían quejidos. Se volvió en sus pasos y se adentró en la habitación.

― ¿Oppa*?, Oppa ―susurró, dándole pequeños toques en su antebrazo.

Nolan, inmerso en lo que parecía una pesadilla, movió sus piernas por debajo del edredón, soltando un gemido. Casi como un llantito.

― ¿Oppa? Despierta ―continuó llamándolo Han Na.

Él pareció percibir su voz. Atrapo su mano que seguía en su antebrazo, apretándola con fuerza. Desesperado.

―No te vayas ―suplicó, reprimiendo un sollozo―. Quédate. ―pidió una vez más, frunciendo su ceño. Acongojado.

Oppa, despierta, es un sueño ―dijo quedamente, tomándole la mano que la aprisionaba―. Soy Han Na. Tu prima. Tu dongsaeng*.

Nolan sintió que le apartaban los cabellos pegados en su frente sudorosa. Abrió los ojos haciéndolos pasear por el techo. Levantó un poco el cuello; y allí, a su lado, estaba su prima sentada en la amplia cama. La preocupación pintaba sus facciones, excepto por sus ojos cargados de afectó.

― ¿Han Na? ―pregunto, aún aturdido por su sueño.

Más al rato, Nolan se corrió escandalizado, chocando con el respaldo de su cama. Y acto seguido, se cubrió con las sabanas como si en frente tuviera una desconocida que venía al asalto de su virtud.

Han Na pestañeo por fracción de segundos, confundida. Pero después dejo su lugar, negando con la cabeza. Se dirigió a las ventanas, y abrió las cortinas gruesas dejando las delgadas, a fin que su primo se acostumbrase al sol.

―Pues quien más ―contestó sarcástica, siguiéndole el drama.

―Santo cielo chica, por poco y me da un ataque. Pensé que eras la parca que venía por mí ―bromeó él, estirándose como un gato y dando un gran bostezo.

― ¿Tan horrible estoy? O una vez más estas agrediendo verbalmente a mi cabellera ―cuestionó Han Na, acomodándose en el curveado sillón relax, el favorito de su primo.

Nolan negó risueño. Lo cierto era que si se refería al cabello negro y lacio de su prima. Aparentemente lo había dejado crecer más de la cuenta. Viéndola detenidamente, también podría parecer una monjita. Sonrió para sus adentros.

―Nada de eso. Eres tan hermosa como yo. Claro que resalto más, pero ...

Han Na con los brazos cruzados lo miró con las cejas alzadas, incitándolo a seguir con su vanagloria.

Al hacer contacto visual, Nolan se calló. Zanjó su soliloquio con un qué más da, elevando los hombros de forma inocente.

Odiando y hallando tierno ese narcisismo tan propio de él, Han Na se volvió a acercar, sentándose en un extremo de la cama.

Corazón Encadenado [En Pausa] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora