Abrí los ojos y escuché el susurro del mar a lo lejos. ¿Como llegué hasta aquí?
Me levanté y me encontré con un extenso manto de arena blanca cortado por el mar, yo estaba en el centro, no había sol, solo nubes.
Me gustaba este lugar aunque nunca había estado aquí. Intenté mover mis piernas pero por alguna razón no respondían.
Traté de hablar pero no salía ningún sonido. Después de varios intentos de intentar moverme y no tener éxito me rendí. Debería sentirme asustada, pero no, siento una extraña calma.
Levanté la vista y vi a lo lejos dos siluetas que no encajaban con la tranquilidad de la playa. Algo andaba mal con esas sombras, tuve que concentrarme hasta que logré ver que eran personas vestidas completamente de negro. Volví a intentar gritar e hice señas para que me vieran pero ninguno parecía notar mi presencia. Resignada me senté. Del otro lado se veían dos siluetas completamente blancas, también grité por ayuda. Pero sólo uno volteó a verme, abrió los ojos con sorpresa, pero luego regresó a una cara imperturbable, parecía tener todos lo años y sus ojos estaban llenos de sabiduría. Rápidamente desvío la mirada para dirigirse a las dos siluetas negras. El y su compañero comenzaron a correr, los otros también arrancaron, todos corrían a una velocidad inhumana.
Comenzó una lluvia de golpes interminable, una de las sombras golpeó en la cara a su contrincante y tiró la capucha que traía puesta. Alcancé a ver su rostro, era algo viejo pero fornido y tenía una gran cicatriz en su rostro, pero algo más importante llamó mi atención, el hombre que me miró primero se alejó unos pasos y comenzó a decir palabras que no comprendí, comenzó a elevarse con los ojos cerrados y al abrirlos no eran sus ojos, habían sido reemplazado por dos esferas de luz blanca. El mar comenzó a agitarse y una gran pared de agua empezó a elevarse, una sombra se dio cuenta pues hizo lo mismo que el de blanco solo que sus ojos no brillaban, al contrario, se pusieron totalmente negros. Poco a poco la pared de agua se fue congelando y estalló provocando una lluvia de hielos, confiaba en que estuviera lo suficientemente lejos para que no llegaran los pedazos de hielo, pero calculé mal. Uno alcanzó mi muslo y grité de dolor, comenzó a salir mucha sangre. Al parecer hasta ese momento una sombra se dio cuenta de mi presencia, fue como si se hubiera aparecido frente a mi, sólo alcance a ver una mancha borrosa. Se puso en frente de mi rostro y sonrío, era realmente atractivo. Sus ojos eran profundamente negros, podías perderte en ellos. Su sonrisa se borró y comenzó a escupir sangre, fue ahí cuando note que tenía un pedazo afilado de hielo atravesado en su abdomen. Me miró una vez más y se desvaneció. En su lugar dejo una marca parecida a una llave solo que con forma de cruz.
El hombre que invocó la ola estaba parado frente a mí. Se acerco y puso una mano en mi pierna lastimada, dolía mucho.
-Pronto, aún no.-dijo solamente.
Todo se volvió como un remolino negro.
Desperté sobresaltada y sudando
Aunque alguna parte de mi sentía que tenía que descubrir que significaba ese sueño.
-¿Kate?-escuché a mi mamá gritar desde la cocina.
-Voy-grité de vuelta. No me gustaban las mañanas en general. Ya sean vacaciones o días escolares.
Me levanté somnolienta y me metí a la ducha.
15 minutos después ya estaba lista. Bajé a desayunar con mamá.
-Hola hija -saludo mamá. Ella era perfecta, su cabello rojizo hacía una perfecta combinación con sus cálidos ojos azules.
-Hola-respondí con una sonrisa. Tenía que ser optimista, era la tercera escuela en un año. A mi mamá frecuentemente la cambian de lugar de trabajo. No tengo muchos amigos, creo que se debe al tiempo que me quedo en cada escuela aunque tampoco es que sea muy social. Prefiero dedicarme a mis estudios.
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La elección
FantasyDeberías saber que las personas no nacen siendo buenas o malas. Que ni los ángeles nacen buenos ni los demonios nacen malos. Así como los ángeles aman, los demonios también. Así como los demonios engañan,los ángeles también. Katherine aprendió esto...