Para Jin GuangYao, el matrimonio no era más que otro paso lógico a seguir. Pero... uno que debería haberle hecho feliz, ¿verdad? Entonces... ¿por qué solo sentía arrepentimiento?
Durante el escaso tiempo —apenas había pasado un año desde el fin de la sangrienta y atroz Campaña para Derribar al Sol— que llevaba en Lanling Jin a las órdenes de su padre, Jin GuangYao había empezado a preguntarse cuál sería la fantástica diferencia entre ser discípulo en una secta prominente y sirviente en burdel, porque no veía muchas. Salvo su hermano, que había empezado a ser más soportable y a portarse bastante mejor con él desde el torneo de caza de la montaña del Fénix, no las encontraba. Vale, sí, comía tres veces al día todos los días, que ya es una mejora considerable, no vestía harapos y los aposentos que le habían asignado, aunque dignos de un discípulo raso y para nada a la altura de un héroe de guerra de renombre seguían siendo bastante más cómodos que un catre debajo de los agujeros del techo de un prostíbulo roñoso. Pero, aun a pesar de todo esto, le trataban igual o peor. Madam Jin por despecho y Jin GuangShan por desprecio, porque si no hubiera asesinado a Wen RuoHan jamás se habría dignado ni siquiera a reconocerle como su hijo. Lo único que le vinculaba a la familia principal Jin era esa reputación ganada a través de su papel en la guerra, y sus únicos apoyos la amistad que había desarrollado con su hermano y su futura cuñada. Jiang YanLi siempre intervenía de esa manera suya tan discreta pero inigualable cuando Madam Jin intentaba algo en su contra, y la verdad sea dicha, a estas alturas comenzaba a creer que le debía la vida. O, por lo menos, el no haber caído rodando por las escaleras de la Torre Koi gracias a un tortazo por segunda vez.
Habría querido contar también a Nie MingJue y a Lan XiChen como sus respaldos en el juego político de Lanling Jin, sus escudos ante las intrigas que se escuchaban a diario tras los tapices de hilo de oro, pero, para su desgracia, su relación con esos dos no estaba en su mejor momento. Nie MingJue seguía enfadado con él por esos pequeños crímenes de guerra y se negaba a escuchar sus razones ni a ponerse en su lugar. Y aunque Lan XiChen siempre servía como mediador, estaba un tanto esquivo estos días. Casi taciturno, como si algo le molestase. Jin GuangYao a veces creía que le evitaba, pero no terminaba de entenderlo. Tenía todas las piezas, todas las pistas puestas en orden, pero no veía la relación entre ellas. Ni, por mucho que su memoria prodigiosa le susurrase cada dato con precisión milimétrica, llegaba a comprender el vínculo entre los repentinos cambios de humor del primer jade y las invitaciones que se habían enviado el mes pasado para celebrar con una gran fiesta la formalización de su compromiso con la hija del líder de YueLing Qin, la joven dama Qin Su.
(Poco sabía él, desdichado Jin GuangYao, que Lan XiChen yacía la noche antes de aquel banquete entre los brazos de Nie MingJue, apesadumbrado mientras se dejaba mimar y consentir. Sospechaba todavía menos que el mismo Nie MingJue compartía dicho sentimiento al acariciar los largos cabellos de su amante, ni que trataba de animarle con besos suaves en sus hombros, en su frente y en su cuello. Lo único que creía es que había más entre ellos de lo que le decían al mundo, su casi hermandad que no colaba, pero de momento no había descubierto la naturaleza de su relación. Solo lo sospechaba. Y algo se le revolvía por dentro un poco por debajo del estómago al pensarlo, a medio camino entre las contradictorias punzadas de celos y compersión, pero no lo entendía.)
Soportando a diario los abusos de poder de su padre, su mangoneo constante y su despotismo, Jin GuangYao no llegó a creer jamás a su compromiso se le daría el mismo trato que a su hermano cuando se prometió oficialmente con la joven dama Jiang. Daba por hecho que, con suerte, le permitirían celebrar la boda, pero no mucho más. No era el único. El propio Jin GuangShan no tenía la más mínima intención de permitir que su hijo bastardo disfrutase de los derechos y privilegios del legítimo, pero Jin ZiXuan había salido más a la familia materna que a la paterna, por suerte, y su valor empezaba a relucir con los años después de tanto tiempo siendo un niñato malcriado. Cuando se enteró de que el compromiso entre su hermano y Qin Su se formalizaría, exigió que se tomasen las mismas medidas y se festejase de la misma forma que el suyo. Con Jin GuangYao delante, incapaz de creer lo que estaba ocurriendo, obligó a su padre a que se les tratase como iguales. Y por eso estaba allí ahora, coordinando los arreglos florales para el banquete que se celebraría por la noche y mirando de vez en cuando en dirección a su emocionada prometida.
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Fool for love [Mo Dao Zu Shi Fanfic]
FanfictionAntes de Jiang Cheng, los miembros de la Venerable Tríada debieron descubrir que se querían. Jin GuangYao creía que su compromiso con la joven dama Qin (o por lo menos el anuncio de este) lo arreglaría todo. Creía que le facilitaría las cosas, que r...