Sí, seguro que podría encontrar caminos más sencillos y más convenientes, pero entonces ellos no serían su camino.
Jin GuangShan era un aficionado a las fiestas y a los grandes banquetes, y —sobre todo según sus hijos y su esposa— al gasto desmedido de dinero y al desperdicio del presupuesto de la secta. Por suerte o por desgracia, dadas las riquezas obtenidas durante la guerra y el saqueo de la Ciudad sin Noche, dónde Lanling Jin se aseguró de apoderarse de la mayor parte de los tesoros de Qishan Wen como los buitres carroñeros que eran, podían permitírselo. Así que en aquella, como en todas las demás, sin venir a santo de nada corrían abundantes por cada mesa el vino y los manjares. O, en el caso de las mesas dedicadas a Gusu Lan, el vino y el té más exquisito, seleccionado por el atento LianFang-Zun. Jin GuangYao había sido especialmente incisivo con los sirvientes contratados para aquella fiesta: no quería ver ni una gota de alcohol cerca de ningún miembro de Gusu Lan. Como un solo Lan se emborrachara, toda la plantilla sufriría las consecuencias. Todo su mundo se había derrumbado por una copa de vino mal servida, así que no se le ocurriría permitir que ese error se produjese dos veces. O si llegaba a pasar, desde luego el culpable no llegaría vivo al alba. Lo colgaría él mismo de los pulgares si tenía que hacerlo, de eso estaba seguro.
Aquel banquete parecía normal. Todo lo normal que pueda ser, por lo menos, una de las excesivas y ostentosas fiestas de Jin GuangShan, cuyo propósito nadie entendía del todo. A su hijo oficial al principio le divertían, pero conforme iba madurando —a diferencia de su padre— empezaba a encontrarlas faltas de sentido, al menos a algunas de ellas, y hasta un poco irritantes. Se había invitado a Qinghe Nie y a Gusu Lan porque apenas quedaba una semana o dos antes de que los dos líderes jurasen hermandad con Jin GuangYao, y su padre creía que les convenía tenerlos cerca. Aun así, desde ambas delegaciones le llegaban al líder de la Peonía miradas llenas de desaprobación. Gusu Lan no solía estar de acuerdo aquella clase de acontecimientos, y ni siquiera les gustaba ser invitados. Desde su tradición asceta, los consideraban inútiles y poco enriquecedores, placeres solo carnales que no favorecerían el cultivo ni el alma, así que a nadie le sorprendió que los dos jades de Gusu Lan parecieran un tanto incómodos. Nie MingJue no entendía la necesidad de perder sus valiosos recursos una y otra vez en diversiones fútiles como aquellas, no cuando los tiempos exigían un esfuerzo consciente para el pueblo, para promover una recuperación económica después de los gastos desmedidos y las atrocidades de la guerra. En ese sentido, el líder Nie había manifestado sin ningún complejo su admiración por Yunmeng Jiang y el joven líder del Loto, que prefería invertir su tiempo y su dinero en reconstruir su secta y sus territorios en vez de perderlos entre alcohol y prostitutas. Desde la lejanía, Jin GuangYao pudo ver cómo Lan XiChen asentía en gesto de acuerdo, aunque Lan WangJi no se atrevía a comentar nada. Para su desgracia —suya y para la desgracia de la punzada de desprecio que pinchó entre las costillas del Jin mestizo cuando escuchó a su padre reírse sin un mínimo de recato— aquella admiración por el líder Jiang fue rápidamente desechada. Ante el ceño fruncido de Nie MingJue (una expresión que muchos podrían considerar aterradora, pero Jin GuangShan se creía intocable, el nuevo Wen RuoHan, líder del mundo del cultivo por entero) el líder Jin declaró que Jiang WanYin no era más que un niño, y que no valía le pena invitarle a festejos como este porque su secta estaba acabada. No les daba más de un par de años antes de que se hundiesen por completo y volviesen a quedar reducidos a cenizas. Dijo que ocurriría en cuanto Wei WuXian se volviese loco y los destruyera. No calló hasta que Jin ZiXuan no le recordó con un gesto conflictivo, como si sus propios sentimientos se estuviesen peleando, que seguía hablando de la secta de su futura esposa.
Aquello acalló a Jin GuangShan, sí, pero todos sabían que lo que había dicho era la opinión de más de uno y más de dos, y que pocos comulgaban con la admiración que Nie MingJue sentía hacia el joven WanYin. Por un momento, un instante en el que se pudo permitir perderse en sus pensamientos, Jin GuangYao se compadeció del líder del Loto. Lo sintió como si estuvieran en una situación similar. Cada uno a su manera, pero en el fondo eran ellos dos contra el mundo. El hijo de una prostituta cuyo único sustento es su reputación en la guerra política de un nido de víboras. El eterno segundón intentando recuperar la posición de su secta y de su clan, pero también el último de su apellido. Jiang Cheng y él tenían algo en común, y la idea supo amarga en sus labios mientras lo que tomaba era un trago de vino dulce, porque no quería creer que se parecía a otro de esos niños nacidos en una cuna de oro. No quería reconocer, como también le pasaba a veces con su hermano y con la propia Qin Su... e incluso con los que empezaba a considerar sus amores, que aquellos que en apariencia lo tenían todo también eran personas enfrentándose solas a una vida hostil. Le hacía sentirse incómodo, así que intentó desechar el pensamiento. Lo negaría todo, pero, por una vez, el desecho humano que era su primo, Jin ZiXun, le fue de ayuda para distraerse. Cuando le vio intimidar a ese joven maestro de Moling Su, Su She, aprovechó la oportunidad. Intervino, le ayudó y apartó de su mente ciertos remordimientos. Sin embargo, cuando su mirada se cruzó con la de Lan XiChen, que le sonreía suave en la distancia, otros distintos volvieron con más fuerza.
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Fool for love [Mo Dao Zu Shi Fanfic]
Hayran KurguAntes de Jiang Cheng, los miembros de la Venerable Tríada debieron descubrir que se querían. Jin GuangYao creía que su compromiso con la joven dama Qin (o por lo menos el anuncio de este) lo arreglaría todo. Creía que le facilitaría las cosas, que r...