Capitulo 1: Empezar de cero

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Koré

No sabía que más hacer, nada de lo que hacía me salía bien, como si yo tuviera la peor de todas las suertes. Ya estaba harta de tirarme en el suelo a ver al techo como si eso me ayudaría con toda la mala suerte que cargaba en mis hombros.

Ni siquiera había empezado a empacar todas mis cosas para la mudanza. Aún no creía que me mudaría, cuando al fin todo me empezaba a salir bien en la escuela... Pum, llega mi madre y me dice que nos mudaremos a un pueblo donde ni siquiera la señal llega bien.

No me molesta la mudanza en si – bueno si, pero obviemos eso ahora –. Me molesta que mi madre no me haya pedido mi opinión antes de aceptar ese trabajo; como si yo fuera alguien sin voz, alguien que tiene derecho a opinar en ninguna de las decisiones de esta casa.

Miro a mi alrededor viendo mis discos de vinilo pegados a la pared, algunas fotografías con ganchos de ropa que están pegados con algunas luces cubiertas por algodón. La fotografía que tengo en la puerta de mi closet de mi actor favorito Leonardo DiCaprio, y unas fotografías de mi padre. En mi escritorio tengo una máquina de escribir que me regalo un amigo cuando supo que me gustaban las cosas antiguas, y mi laptop.

Todo este tiempo en esta ciudad he intentado que todo me salga bien, ya que no es fácil ser una adolescente y llegar a un nuevo lugar. Todos te observan empezando a buscar tus defectos, revisan tus redes sociales a ver si se pueden juntar contigo, y si no les sirves te critican por resto de los años escolares.

Los padres a veces piensan que la adolescencia es la mejor etapa por la que pasamos, porque según ellos en sus tiempos eran todos sanos, todos querían ser amigos de todos. Pero no entienden que ahora no es lo mismo, los chicos tenemos que encajar para agradar, que lo extraño es rechazado y lo nuevo es visto con rareza.

Antes de llegar aquí vivía en la casa de mi abuela, en un pueblo rural donde son muy conservadores, y donde las adolescentes son las que más son observadas, por si cometen cualquier error. Allí no puedes dejar que se te vean las rodillas, tu ropa debe ser larga, y las chicas cuando cumplen los dieciocho años les buscan un esposo porque ya es hora de que empiezan a formar una familia, según los ancianos de ahí.

Luego cuando llegué al tener costumbres diferentes nadie quería juntarse conmigo, y por eso me tuve que mudar, cuando por fin había empezado hacer amigos, cuando por fin fui aceptada. Lo mismo que me pasa en estos momentos.

Me levanto del suelo sintiendo como pierdo el equilibrio por unos momentos, ya que pase mucho tiempo ahí tirada. Entro al baño y lavo mi rostro mirando un rato en el espejo, como mis ojeras se hacen cada vez más gigantes.

Al salir del baño veo a mi madre sentada en mi cama con los ojos rojos como si estuvo llorando, si digo que es normal verla así mentiría, mi madre no es una mujer que ande llorando por cada esquina de la casa como alma en pena, ella siempre anda con la cabeza en alto y una postura firme. Cosa que admiro mucho de ella; tanto que a veces siento que mi madre nació en la época equivocada.

– Sé que es difícil irse – me dice tratando de no llorar frente a mí –. Sé que fue muy difícil para ti hacer amigos. Pero es necesario que nos vayamos a ese pueblo hija.

No sé qué decir ante lo que acaba de comentarme mi madre, solo asiento. No quiero que derrumbe por yo decirle algo que la haga sentir mal.

– Lamento no haberte preguntado. Pero es necesario irnos de aquí, allá viviremos mejor, y mi trabajo es más necesitado – me dice intentando sonreír.

– Está bien, ma' – le digo con una sonrisa.

Desde que mi madre le dijo a la abuela que estudiaría psicología en la universidad, ella se puso como loca, y hasta dejo de hablarle. Mi madre se sintió horrible, y por un momento pensó en no estudiar aquella profesión, pero yo la animé y le dije que todo estaría bien.

Como ya dije allá todo lo nuevo es rechazado, es un pueblo muy conservador, y el trabajo de mi madre no era tomado como algo normal, sino que la rechazaban.

– Tenemos que terminar de empacar, ma’ – le digo mientras ella se levanta de la cama –. Hay muchas cosas que organizar.

– Recuerda por favor, no dejar los cuarzos, hija – me dice en forma de regaño –. Ya te dije que eso es muy importante para mí que lo tengas.

– Está bien, mamá – le digo mirando a otro lado.

Siempre olvidó los cuarzos, no me gusta cargar cosas así no soy muy supersticiosa. Pero, al parecer para mi madre son importantes y tengo que tenerlos.

Me paso la tarde completa empacando mis cosas, y luego ayudando a mi madre con las de ella. Todavía no entiendo cómo es que tenemos tantas cosas en esta casa tan pequeña.

Quisiera saber cómo será vivir en aquel lugar, ¿Serán como el pueblo donde vive mi abuela?, ¿Me rechazaran como los de allá? Tengo mucho miedo de lo que pueda ocurrir, me da miedo conocer a nuevas personas o que me echen a un lado y no quieran estar conmigo.

Lo bueno es que mi madre trabajará en la escuela, así no me quedaré sola, en las horas libres podré estar con ella.

Terminamos de empacar las cosas a las dos de la madrugada, ya que mi mamá se quería ir mañana mismo de aquí, no quería quedarse ni un rato más en esta ciudad. Ella quería empezar de cero, dónde nadie nos rechace y nos mire mal, ya que en esta ciudad siempre nos rechazaban por ver de dónde veníamos.

El misterio de la Mansión WilliamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora