Capítulo 2: Un nuevo hogar.

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Koré

Según mi madre el pueblo no estaba tan lejos, pero ya llevábamos demasiado tiempo conduciendo, estaba tan harta de estar sentada que siento que mi trasero ahora podría ser confundido fácilmente con una tabla de madera.

Intenté hacer cosas para distraerme de mi incomodidad, pero nada resultaba, todo me volví a recordar que me dolía el trasero de estar sentada.

– ¿Cuánto falta? – pregunte nuevamente. Ya había perdido la cuenta de cuántas veces había hecho la misma pregunta.

– Ya cálmate, Koré. Ya me vas a volver loca preguntando lo mismo – me dice revolviendo su cabello con una de sus manos, mientras que con la otra sigue conduciendo –. Te dije que ya falta poco.

– Eso dijiste hace tres horas – me quejo –. Aún seguimos aquí.

Ella se queda en silencio ignorando mis quejas, por lo que saco mi móvil y le escribo a una de mis amigas.

Koré: ¿Puedes creer que aún no llegamos?

Laura: Ya me puedo imaginar que tienes a la pobre señora Foster loca.

Koré: Es que ya estoy harta de estar sentada. Siento que ya no tengo trasero.

Laura: ¿Cuándo haz tenido trasero? Jajajajaja

Koré: jaja muy graciosa. Al menos tengo un poco de senos y no estoy plana de todos lados.

Laura: Eso fue un golpe bajo, no se vale :(

– Ya llegamos – anuncia mi madre.

Miro por la ventana, y las casas son muchísimo más bonitas que las de dónde venimos, esto mucho mejor. Todas tienen un estilo elegante y hogareño, dándole un toque sofisticado al pueblo; son muy coloridas y muy bonitas todas, con jardines llenos de flores.

Koré: Hablamos luego, ya llegamos.

Continúe mirando por la ventana, luego de haberle enviado el mensaje a mi amiga, sorprendiéndome por todo lo que había en este pueblo, todo era parecido a la ciudad.

– ¿Estás segura que esto es un pueblo? – pregunté sin despegar la vista de la ventana.

– Claro que si, hija – me respondió mi madre, y pude oír como se reía –. Aquí todo es más moderno que en dónde vivíamos con tu abuela, por eso crees que todo es increíble.

Me encantaba todo era como estuviéramos llegando a un lugar de cuentos de hadas. Las calles estaban muy limpias todo perfectamente arreglado.

Mi madre se detuvo en una casa roja con blanca, su jardín estaba bien cuidado, y la casa se veía hermosa y acogedora, ya sabia que me gustaría y aun no había visto como era por dentro.

Corriendo salí del auto como una niña emocionada sin escuchar lo que mi madre me decía. Al llegar  a la puerta que daba entrada al jardín de la casa, la abrí sin esperar mas y pasee un rato por el jardín; había varias flores diferentes y su olor era delicioso. 

Deje de curiosear en el jardín y entre a la casa; al principio me sorprendió un poco lo amplio que era el recibidor, pero me encantaba que fuera así, con todo y su piso de madera. Continúe por la sala donde había un sofá color gris con algunos cojines rojos, el suelo estaba cubierto por una alfombra gris, y en la mesita había un florero lleno de rosas blancas y rojas. Me dirigí hacia la cocina donde toda la decoración era gris y negra, dándole un toque de elegancia a todo.

Me empezaba a gustar mas la casa, era mas grande que en la que vivía en la ciudad. Todo lo que mi madre quiso tener alguna vez.

Sali de la cocina, y subí las escaleras para ver como eran las habitaciones; en total eran cuatro, mas el baño que estaba en medio de dos de ellas. Entre a la habitación principal que seria la de mi madre, y era muy grande y espaciosa, tenia su armario de caoba, un escritorio, su propio baño y dos ventanas. Fui a ver las demás habitaciones las cuales eran mas pequeñas y no tenían baño. Solo me faltaba ir a ver la que quedaba frente a la habitación de mi madre al entrar en ella la vi solo como una simple habitación, no tenia nada que las otras no tuvieran; dos ventanas el armario, el escritorio y la cama. Me acerque a una de las ventanas quedaba al frente de la casa y me quede mirando el jardín un rato y luego la mansión que había frente a la casa, la cual no sabia que estaba ahí  hasta ahora.

Me aleje de la ventana y me tire en la cama soltando un gran suspiro; esta seria mi habitación, me gustaba la vista que tenia hacia el jardín era muy hermosa, y a mi me encetaban las flores.

– ¡Koré! – escuche que me llamaba mi madre –. Ven ayudarme con las cosas, hija.

Deje mi móvil junto a mi mochila encima de la cama,  y fui ayudar a mi madre. Al llegar a donde ella se encontraba la vi con un señor que parecía tener unos treinta y ocho años, su cabello era castaño y su piel un poco oscura. Cuando se percataron de mi presencia el me miro con amabilidad regalándome una sonrisa.

– Este es el señor Saldívar, quien me dio el trabajo aquí – me informa mi madre mientras sostiene una caja en sus manos –. Señor Saldívar ella es mi hija, Koré.

– Un gusto conocerte Koré – me dijo el dándome la mano.

– El gusto es mío señor Saldívar – le dije mirándolo de hito en hito.

El señor Saldívar se veía muy amable, me gustaba que hiciera sonreír a mi madre; era como si hubiese llegado a darle esperanzas después de todo lo que había pasado. Le dió trabajo, una casa y se le veía feliz con él. Por eso, deje que conversaran más dejándolos solos, con la excusa de que sería más útil organizando las habitaciones.

Subí todas las cajas de mi habitación y las de mi madre. Quería que todo estuviera en orden porque iría a la escuela mañana, lo cual era muy importante para mí, ya que no me gustaba tener la habitación desordenada.

Me coloqué los auriculares para organizar la habitación más a gusto, como también para alejar los nervios y el miedo de que nadie quiera hablar conmigo mañana.






El misterio de la Mansión WilliamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora