Llevarle el almuerzo a George se había convertido en un hábito tuyo. Cuando comenzaron a salir, George a menudo se saltaba el almuerzo y se perdía en su trabajo. Sin embargo, no podrías tener eso. Necesitabas que tu novio estuviera sano y con energía, no cansado y al borde de la desnutrición. Se te ocurrió la increíble idea de llevarle almuerzos caseros. Él comería y tú podrías verlo. Era una situación de ganar-ganar.
Metiste la canasta de picnic debajo de tu brazo y envolviste tu bufanda con más fuerza alrededor de tu cuello. El invierno de este año fue, con mucho, el más duro que jamás hayas experimentado. Incluso su grueso abrigo forrado de lana no hizo nada para protegerse contra el viento helado. Pensaste en murmurar un hechizo, pero cuando el edificio naranja de Wizard Wheezes de los Weasley apareció a la vista, el pensamiento pareció en vano. Cruzaste la calle apresuradamente, agarrando tu falda a tu muslo mientras una fuerte ráfaga de viento amenazaba con levantar la tela. Entraste al edificio e inmediatamente disfrutaste el calor que te rodeaba.
Como de costumbre, la tienda estaba repleta de clientes. Niños de todas las edades examinaban la tienda y charlaban ruidosamente entre ellos. Sonreíste mientras subías los escalones naranjas a la oficina de George y Fred. Recordabas con cariño tu tiempo en Hogwarts, aunque los últimos años habían estado plagados de El-que-no-sería-nombrado y una batalla muy espantosa. Estabas agradecido de estar vivo, y aún más agradecido de que George y Fred hubieran sobrevivido.
Oyó un silbido descarado al entrar en la espaciosa oficina y puso los ojos en blanco. George salió de su escritorio y te dio un cálido beso en la mejilla.
“Te ves hermosa”, dijo George, tomando la canasta de ti. "Absolutamente impresionante."
Te sonrojaste un poco, aunque dudas que él haya notado lo sonrojada que estaba tu cara por el clima. "Gracias", respondiste
Te deshiciste de tu abrigo y lo colocaste en el perchero cercano. George vuelve a silbar y, cuando te volviste, te diste cuenta de dónde habían estado sus ojos.
"¿Te pusiste esa falda para mí, amor?" preguntó George, con una sonrisa tirando de sus labios.
Se apoyó contra su escritorio con los brazos cruzados, sus ojos recorriendo tu cuerpo lentamente. No pudiste evitar reírte suavemente de sus payasadas y giraste lentamente.
“Se ve maravilloso ¿no? Hace poco me lo hice a la medida —dijiste, evitando un poco la pregunta.
La verdad es que habías elegido usar esa falda específicamente para esta ocasión. Incluso lo habías hecho a medida, todo para este mismo momento. Todo era parte de una estratagema elaborada para llevar a cabo una de tus mayores fantasías: ser criticado por un pez gordo en su oficina. Afortunadamente, ese pez gordo resultó ser el dueño de este negocio y tu maravilloso novio. Incluso habías usado su conjunto de lencería favorito con la esperanza de que tu fantasía se hiciera realidad.
George asintió. “Te queda genial”, admitió.
Pasaste junto a George al otro lado de su escritorio, asegurándote de exagerar un poco el balanceo de tus caderas. Te ocupaste de desempacar el almuerzo en una mesa cercana, arqueando ligeramente la espalda. Podrías haber estado tambaleándote al borde de la desesperación, tus travesuras gritaban audazmente 'fóllame', pero no te importaba. A estas alturas, tu núcleo estaba prácticamente palpitando en anticipación de una fantasía que podría suceder o no. Pasaste a George de nuevo, entrando en la pequeña sala de descanso conectada para buscar tazas y prácticamente gimoteaste cuando George te agarró el trasero. Le devolviste la mirada con una sonrisa y luchaste contra el impulso de volverte hacia él y tomarlo tú mismo.
George te devolvió la sonrisa y esperó a que reanudaras tu búsqueda de las copas. Podías sentir sus ojos atormentando tu cuerpo mientras continuabas hacia la sala de descanso y regresabas. Tomó las tazas de tus manos y las colocó sobre su escritorio.
