CAPÍTULO 1

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VIVO POR Y PARA TI

CAPÍTULO 1

La princesa Shizuru siempre había sido caprichosa y le bastaba con tronar los dedos para obtener lo que deseaba. Cuando cumplió los 15 años, llegó a su vida el más grande de todos sus caprichos.

-¡NO!-. Gritó indignada. -¡NINGUNO DE ELLOS!-. Toda la guardia real tenía el deber de cuidarle, pero al cumplir esa edad, debían asignarle un caballero que le protegiera día y noche, alguien que viviera únicamente por y para ella.

-Pero hija, ellos son los mejores caballeros del reino, ¿Cuál es el problema?-. El rey conocía las exigentes expectativas de su heredera, por eso había llevado ante ella a la élite de la élite.

La princesa hizo una mueca de disgusto. -¿Qué cuál es el problema?-. Para ella era obvio. -¡Que todos son hombres!-. Sus ojos se mostraban bastante enfadados por tal hecho.

El rey se quedó con la boca abierta. -Por supuesto, son hombres porque son caballeros-. No entendía el problema.

Ella suspiró. -Padre, si voy a tener a alguien pegado a mi todo el día, no quiero que sea un hombre quien me esté siguiendo a todas partes-. Le lanzó una mirada llena de decisión. -Quiero que mi caballero sea una mujer-.

Él le miró con duda. -¿Estas segura?-. Shizuru sonrió al darse cuenta de su victoria.

-Muy segura-.

Así fue como el rey comenzó una exhaustiva búsqueda por todas sus tierras: recorrió pueblo por pueblo y preguntó a todo aquel que fuese capaz de contestarle, hasta que finalmente los cielos premiaron su perseverancia. Allá, en la frontera del Norte, encontró una imponente fortaleza de piedra negra, y dentro de ella, halló la solución a sus problemas.

Regresó cabalgando a su castillo, convocó a su heredera y rezó para que su elección fuese la acertada.

Shizuru ingresó en la habitación con paso soberbio. Dudaba seriamente de que su padre de verdad hubiese encontrado a la mujer ideal para ser su caballero. Claro, la princesa desconocía que la frontera del Norte era muy diferente al resto del reino.

Tomó asiento frente al rey, quien le veía con alegría. -Hija, busqué por todo el reino para cumplir tu deseo y finalmente lo he logrado, encontré a una chica capaz de protegerte y digna de acompañarte-. Le desconcertó la seguridad de su progenitor.

-Ara, no lo creeré hasta no verle-.

-Estoy seguro de que es la indicada-. Le dio una sonrisa confiada. -Natsuki, entra por favor-.

Ante Shizuru se presentó una chica de 14 años. Vestía con pantalón y playera de lino negro; chaleco, guantes y muñequeras de cuero; botas para montar y cinturón del cual solía colgarse su espada. Tenía el cabello de un color cobalto, le llegaba hasta media espalda.

Hizo una respetuosa reverencia. -Kuga Natsuki, del Norte, para servirle si así lo desea princesa-. Poseía una voz ronca, profunda y solemne, pero no perdía su toque femenino.

-Levanta la cabeza Kuga Natsuki-. Así lo hizo, revelando un rostro realmente precioso que prometía adquirir más belleza con el tiempo. Sus ojos de un verde intenso dejaban bien claro que había visto la muerte y sobrevivido a ella. Además, brillaban con una fiereza carente de comparaciones.

A la heredera del trono le intrigó aquella mirada.

Analizó la constitución de Kuga, notándole delgada pero firme, fuerte, imponente.-Dime, ¿Qué sabes hacer?-.

-Cazar, pescar, rastrear, adiestrar fieras. Montar, escalar, nadar, bucear. Defender, comandar, pelear, matar-. Sabía muchas más cosas, sin embargo, era un buen resumen de sus habilidades, al menos de esas que podían decirse en voz alta.

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