Capítulo 2.

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No podía ser normal, ni saludable o
siquiera humana la forma en la que se sentía apenas tomando conciencia de su
existir, ya no digamos de en qué lugar o tiempo se encontraba. Quería llorar y gritar en medidas iguales, pero el dolor de cabeza era tal y tan insoportable que le obliga a apretar los ojos bajo la almohada y gruñir en total molestia.

Se siente pesado, aturdido, lento y como si hubiese sido golpeado en todas sus extremidades con un bate de béisbol. Le duele la cadera, le pesan las piernas, tiene un frio inusual en cada centimetro de su cuerpo febril y Boun podría apostar que la resaca que tiene encima no es producto de únicamente alcohol en su sistema. ¡Con un jodido demonio! Seguro lo habian drogado, estaba seguro de ello y ya podía ir apostando el nombre del culpable al que apenas vea molerá a palos por haberle dado algo en la bebida.

Pero antes tenía que levantarse y para eso aún faltaba demasiado.

Boun abre los ojos con pereza y mucha fuerza de voluntad, reconociendo el techo de su habitación. Bien, estaba en casa y ya era una ganancia enorme, así que más tranquilo comienza a parpadear para adaptarse a la luz que entra por la ventana. Quiere abrir la boca pero la siente pastosa y seca, pegados sus labios entre si y gime, bajito y con los temblores de su garganta rebotando en sus dientes.

Gira con cuidado la cabeza y...

No puede ser.

No puede jodidos ser.

Prem duerme a su lado con la expresión serena y casi angelical. Los labios abultados y la respiración calmada, con el cabello disparado a todos lados y los labios rojos, roto incluso el inferior y muchas, muchas marcas rojas y violetas que adornan su cuello, clavículas y parte de su espalda donde se ven más profundas...

Casi como si alguien le hubiese mordido los hombros desde atrás.

Carajo.

Boun entonces cae en cuenta de su desnudez bajo las sábanas, del intenso aroma almizclado de la habitación, del desorden de ropa en el sueloy el mundo da vueltas demasiado rápido para su gusto, aún procesando que se acostó con Prem.

Con su mejor amigo.

Con un hombre.

Estaba tan jodido en tantos sentidos..

Y Boun se pone de pie, dispuesto a correr al baño a vomitar cuando siente que su estómago clama piedad. El departamento era un verdadero caos, entre basura y cosas que no quería averiguar todavía que eran desperdigadas por el suelo hasta el baño, donde Boun no repara ni escatima y apenas levanta la tapa, se deja ir con todo. Cómo odia vomitar y el cielo lo sabe, pero no tiene mucho más que hacer salvo vaciar su sistema de cualquiera haya sido la mierda que el imbécil de Top le dio, porque está seguro que fue él y su maldito trago de colores que, según recuerda Boun, fue lo último que bebió antes de caer en la inconsciencia total. Quizás siguió tomando esa mierda despuéés, no lo sabe con certeza. Lo unico que sabe es que tiembla contra la porcelana del retrete y le lloran los ojos, a saber si del esfuerzo o la vergüenza.

Boun mantiene la cabeza gacha, agradeciendo al menos tener los calzoncillos puestos y sorbe por la nariz, a punto de soltarse a llorar de frustración, de asco por su deplorable estado y de tantas cosas que ya no sabe ni por dónde empezar a lamentar las decisiones que tomó en las últimas doce horas.

Suaves toques en la puerta se escuchan y Boun quisiera haberle puesto el seguro para ahorrarse la pena de que su amigo le viera en tan lastimoso estado. "Que ya te vio en peores circunstancias, piensa y un escalofrío le recorre el cuerpo entero. Joder, ¿Cómo lo iba a mirar a la cara ahora? No tenía perdón, no tenía cara ni para darle los buenos días.

—¿Boun?— pregunta bajito el menor, con una mano en el marco de la puerta y una pierna detrás de la otra, observando con cautela y sincera preocupación la escena de su amigo visiblemente enfermo —¿Quieres ir al médico?

«Para decirle que me metí una mierda tan densa que no recuerdo cómo fue que terminamos en la cama, claro. Suena excelente.»

—No.— articula, con la voz rota y severamente dañada por la horrible combinación de... Bueno, de todo —Estoy bien solo necesito un momen...

Y ahí va de nuevo.

Prem se apresura a él en el suelo que vomita sin tregua, cubriendo su enfermo ser con una manta, sujetándole los hombros mientras el chico tiembla y tose desesperadamente. Está a punto de llamar al médico al que acuden y que su madre le insistió cuando se fiue a vivir solo, siguiera consultando, cuando Boun le pone una mano en la pierna, desesperado por detenerlo.

—No, no lo hagas. Estoy bien.— se limpia con una gran tira de papel la boca y la lanza al cesto, todavía evitándole la mirada —Solo... Dame...

—Un momento, ya.— completa, poniéndose de pie —Vienen tus amigos a verte en unas horas, será mejor que te bañes.— se mira en el espejo, el labio roto y los ojos manchados de maquillaje. Si, se veía deplorable, pero estaba vestido y definitivamente menos enfermo que Boun —Comenzaré a limpiar.

—¡Prem, espera!— el pelinegro se levanta sobre sus rodillas, abrazando la manta y con los ojos aún lagrimeantes. Prem vuelve sus pasos y lo mira, sujetando el pomo de la puerta —No... No sé qué pasó anoche y...— baja la mirada, totalmente arrepentido.

— Lo siernto, si te hice daño... Realmente lo siento amigo, no era yo, yo te respeto y te quiero. Lo sabes, ¿No?

Prem sonríe de lado, sin heridas, sin culpas. Por supuesto que anticipaba esa conversación y realmente, tampoco es que recuerde demasiado. Más sobrio si estaba, pero era mejor dejarlo en una amnesia fingida, más por el bien de Boun, que lo mira con los ojos angustiados.

—No sé de qué hablas.— una gran sonrisa, de ojitos cerrados y Boun abre los suyos con sorpresa —Apresúrate, hay que desayunar.

Sexo Entre AmigosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora