Sugar

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Artista imagen multimedia: _lah_art (twitter)

Catra estaba algo desesperada, sin embargo, no pensaba rendirse. Aún le quedaba una última alternativa, la que le haría perder su dignidad por completo, pero valía la pena intentar. Una amiga que había conocido en su trabajo le había dado el contacto, pero nunca se sintió segura de intentarlo antes, hasta que la situación se volvió insostenible.

Desde que dejó de vivir con sus amigas Entrapta y Scorpia, la morena tuvo que atravesar por muchos cambios. Primero, tuvo que buscar un nuevo hogar, un departamento monoambiente que a duras penas podía pagar. A pesar de que técnicamente en su trabajo se había convertido en la manager del establecimiento, seguía siendo un sueldo miserable por ser un local de comida rápida.

A su vez, tampoco podía darse el lujo de renunciar, ya que no contaba con ahorros como para buscar tranquilamente un mejor trabajo, debido a que los gastó para alquilar el nuevo departamento. Y todo, todo se había arruinado por la maldita profesora Weaber. La bruja le había reprobado la materia, por lo que se quedó sin la beca que costeaba sus estudios.

A tan sólo dos años de terminar la carrera, le tenía que pasar esto. No podía ser una vez que se estabilizara económicamente, no. Catra se pasaba las manos por la cara con desesperación. No quería llegar a ese punto. Miraba la tarjeta con ansiedad, dándola vueltas mil veces, hasta que un empleado, un chico nuevo, la llamó para consultarle por el funcionamiento de una de las freidoras.

Su cabeza estaba en otra parte, así que le explicó vagamente cómo funcionaba, y le advirtió que si no entendía le preguntara a sus compañeros. Su turno estaba por terminar, por lo que debía mentalizarse para ir a aquel lugar. Recordó las palabras de Lonnie, vívidamente, como si hubiera sido ayer, en el estacionamiento trasero del local.

—Estoy feliz de irme de esta mierda. Tú igual deberías irte, Catra, desperdicias tu juventud aquí.

—No puedo, apenas me alcanza, pero tengo para sobrevivir al menos.

—Mira, te diré cómo es que por fin pude irme de este lugar. Pero debes mantenerlo en secreto, haz como que nunca te dije esto.

Catra suspiró con hastío, llevándose el cigarrillo nuevamente a la boca, aspirando el humo del tabaco suavemente, y exhalándolo. No fumaba muy seguido, pero le gustaba sentir esa sensación de vez en cuando, además, ella misma compraba el tabaco y armaba sus cigarros. Asintió con la cabeza, y le hizo un gesto con la mano para que continuara.

—La verdad es, que me conseguí un sugar daddy.

Catra se atraganta con el humo en su boca, por poco se ahoga, parecía una fumadora primeriza. De pronto se le quitaron las ganas de seguir fumando así que apagó el cigarro, prestándole absoluta atención a Lonnie.

—¿Cómo...? —no fue capaz de formular la pregunta. Lonnie sonrió.

—Pues verás, a los ricachones jóvenes de hoy en día no se les da bien socializar. Así que hay una empresa que se dedica a conseguirles sexo, básicamente. Puedes vender tu cuerpo por una noche, que son 12 horas seguidas, de 9 a 9, o un día completo, es decir, 24 horas que debes acordar con el comprador.

—Pensé que habías conseguido un sugar, no que te habías prostituido.

—Déjame terminar. Digamos que cuando vendes tu cuerpo, es como un modo de prueba para el comprador. Para ver si le gusta la mercancía o no, luego decide si contactar a la agencia para firmar un contrato como sugar. Pero, si sólo quieres vender tu cuerpo, que te pagan bastante dinero, puedes especificar al momento de firmar el contrato que no buscas un sugar. Mucha gente lo hace para conseguir dinero fácil de una sola vez.

Catradora OneshotsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora