ᴜꜱᴏᴘᴘ

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— El instituto "Grand Line", una edificación construida en las ruinas de un antiguo templo. La población que rodeaba la construcción era relativamente pequeña, pero no tardo en crecer, todo gracias a una mina cercana que les brindaba trabajo a los pobladores; mientras más crecía la aldea más lo hacia la demanda estudiantil por lo que se comenzaron a construir nuevos edificios...

— ¿Qué lees, San-Chan? — tomo las gafas que el rubio poseía y las alzo por sobre su cabeza.

— Encontré algunos libros. — no le presto demasiada importancia a la acción, manteniendo la mirada en su lectura. — Quizá leer la historia del instituto haga florecer algún dato sobre tu pasado, ya sea que al leer lo sepa o recuerdes algo.

— San-Chan, sí que eres guarro. — se colocó las gafas del menor mientras lo miraba con gracia.

— ¿AHORA POR QUÉ? — se levantó indignado de su asiento.

— Sigues interesado en mi cuerpo. — camino para posarse en lo que ahora era un recubrimiento de tablas de madera, ese agujero donde alguna vez hubo un espejo. — Aunque desees no te permitiré que lo vuelvas a ver.

— Eso no tiene absolutamente nada que ver con lo que dije. — la mayoría del tiempo sentía que ese tipo escuchaba lo que le apetecía, no creía poder entender que cruzaba por su cabeza.

— Creo que me quedaré con tus gafas. — movió los lentes jugueteando un poco con ellos. — Cuando crezcas te las devolveré.

— Deja de jugar — ¿En algún momento se tomaría la investigación con seriedad? Sanji dudaba que eso sucediera.

— San-Chan, no sabía que vieras tan mal. — sus pasos eran torpes como un bebé aprendiendo a andar.

— Deja de jugar y quítatelas. — suspiro dejando su libro a un lado con el tiempo justo para mirar como el fantasma perdía el equilibrio. — ¡ACE, CUIDADO! — corrió para ayudar, pero termino siendo inútil su esfuerzo, por el peso y la gravedad ambos terminaron en el suelo.

— Lo siento, ¿te encuentras bien?

Por suerte no termino con algún golpe, por la caía solo había cerrado los ojos, pero al escuchar la voz del fantasma los abrió topándose con una escena que inmediatamente hizo presente el color rojo en su rostro, de alguna manera termino apresado, los brazos de Ace estaban a los costados de su rostro sumando que existía un espacio casi invisible entre ambos cuerpos.

— ¿Qué pasa, San-Chan? ¿Deseas tocarme? — su tono de voz era serio y sus ojos se encontraban fijos en el azul infinito que los iris del contrario le brindaban.

— Deja decir estupideces. — con toda la fuerza que pudo ejercer arrojo al mayor y gateo un poco para alejarse.

— No está mal desear tocar a un hombre. — tomo la barbilla del blondo con una de sus manos para obligarlo a mirarlo.

— ¡POR FAVOR, NECESITO AYUDA!

La puerta se abrió de una forma brusca dejando a la vista a un moreno de alargada nariz que se notaba demasiado asustado.

— YO... ESTE... ¡NO ES LO QUE PARECE! — no sabía cómo excusarse, no conocía al sujeto y aun así no quería mal entendidos.

— Es una especie de ritual, ¿no es así? — estaba demasiado emocionado para ocultarlo. — No hay ningún problema, esperare aquí. — dio un par de pasos atrás y se dio media vuelta.

— Va a esperar, ¿qué?

— Él no puede verme. — bajo su mano concentrado en el invitado.

— ¿No puede verte? — eso era un alivio por la situación, pero de igual manera extraño. — ¿Por qué?

ₐₘₙₑₛᵢₐDonde viven las historias. Descúbrelo ahora