PARTE 7

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El campo se había teñido de blanco. Era indispensable vivir con el abrigo sobre el cuerpo. Lisa amaba cuando la temporada de invierno hacía su aparición, ver como la nieve en diminutos pétalos blancos se acumulaba poco a poco. Pero con los años el clima frío ya no le es agradable.

Su marido se veía afectado en su salud, viéndolo en estos siete años a su lado como se deteriora, como si él mismo es la nieve que se derrite en gotas de agua con el calor del sol. En este mundo ya no tiene veintidós años, sino veintinueve. Y el mundo del cual fue arrebatada solo es una joven de diecinueve.

Durante los años transcurridos ha perdido la fe de regresar a su casa y ha vuelto de este mundo su nuevo hogar. Ha logrado conocer al hombre extraño y de corazón noble con el que fue dada en matrimonio. Desde la noche en la cima de la roca, han visitado el lugar todas las noches, a excepción que esté lloviendo o un imprevisto surja que impida ir al bosque.

También, le ha dado libertades como dar paseos por los alrededores conociendo a los pocos vecinos que tienen. Recuerda cómo esa misma noche de las luciérnagas le había cuestionado el porqué ordenó que no la dejaran salir de casa. Y él sin rodeo respondió que temía que escapara.

Al principio, para no sentirse como una prisionera, le propuso salir en compañía de una de las criadas y él aceptó al parecer una buena idea. Así fue como empezó a conocer las casas, personas y sendas del pueblo donde viven. Fueron varios meses que salió en compañía de una o dos criadas; no fue después de más de un año que él ordenó que ya no le hicieran compañía, sintiendo un poco más de libertad.

Ambos durante estos siete años han sabido conocerse y ganarse la confianza del otro. Lisa aprendió que gusta de los dulces y que no pueden faltar caquis en casa al amarlos. Los platillos con carnes, vegetales y picante son sus favoritos; prefiere la primavera sobre el invierno. Posee un talento para el canto extraordinario y, a veces, por las noches cuando recuerda a los suyos y llora, él sin tocarla se acerca cuando están acostados juntos y le canta alguna canción al azar haciendo que se sienta mejor. Es bueno con el arte y sus piezas de alfarería son lo mejor que ha podido ver.

Es dulce, noble, perfeccionista y un poco egoísta. Y cada una de esas cosas ha sabido sobrellevarlas. Porque la misma cantidad de razones para irse, son igual al número de razones para quedarse. Suspiro al sentirse agotada por su debate interno.

Se distrajo de ver el cielo gris al sentir que sus hombros estaban siendo cubiertos, girando su cabeza sobre su hombro para ver a la persona tras suyo-Niña, deberías cubrirte más o cogerás un resfriado. -Lisa estaba sorprendida; durante los últimos años desde que se casó, Moon lo único que ha hecho es enviar cartas preguntando sobre cómo va el avance con su marido, pero no la había visitado.

<<A escuchado los rumores >> fue lo que pensó cuando se giró tomando los bordes del abrigo, donde debe abrocharse, y así tenerlo más cerca de su cuerpo. Quedó frente a Moon admirando el hecho que la mujer no envejece, siendo la misma cuando conoció su apariencia en este mundo. -Halmeoni, ha pasado un tiempo. ¿Gustas entrar? -preguntó levantando su mano para señalar la casa y Moon aceptó.

Entraron a la casa y se dirigieron a la sala donde en medio se encontraba una mesa redonda de patas cortas y a cada lado un cojín. Al estar en la habitación tomaron asiento y Lisa ordenó que preparen té y bocadillo dulces, ante la orden los criados asintieron y al poco tiempo traían lo se había pedido. Al momento de servir Lisa el té a Moon, en el vaso de porcelana, inició la conversación con ella. -¿A qué debo su visita, halmeoni? Aunque siendo honesta tengo una idea del porqué estás aquí.

La mujer tomó la taza entre sus manos cuando la extendió hacía ella, bebiendo un poco del té verde que se le había servido. -Han pasado varios días desde que te casaste. -Lisa, se dedicó a beber de su té esperando que el rodeo de halmeoni no fuera largo para dar con el punto. -¿No quieres regresar a casa? -Moon tomó uno de los dulces del platillo pequeño que se había puesto sobre la mesa.

A las sombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora