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-Pequeño - habló poco después, siempre suave, buscando no inquietar al niño.

-¿Hm? - lo miró nuevamente, curioso ante la cuestión.

-¿Cuál es tu nombre?- lo cuestionó el mexicano, sabiendo que necesitaba más información por parte del niño.

El niño dió un leve quejido, indispuesto a decir más.

-Por favor, necesito saber más sobre tí para que podamos ayudarte.- suplicó nuevamente, le preocupaba no lograr más, porque no mentía, temía que Finlandia desconfiase.

En ese sitio, Finlandia era el que mandaba. Se encargaba de dar las ordenes, dado a que se encontraban en la base militar finlandesa. Por lo que era realmente importante estar de su lado en esos momentos.

El niño negó suavemente, no quería ni hablar. Pese a que sí, sentía un poco más de confianza hacia México, aún no se sentía con la total libertad o seguridad de decirle cualquier cosa por mas diminuta que fuera, ya sea su nombre.

-Solo tu nombre, ¿si? No más, sólo tú nombre. -intentó de nuevo el mexicano, ocultando su ligera desesperación.

El menor pareció pensárselo un poco, antes de abrir su boca con inseguridad y pronunciar una simple palabra.

-Kalevi.- fue lo único que decidió decir, para después volver a mantenerse quieto y silencioso.

-Gracias, de verdad. -susurró el mexicano- Te prometo que todo estará bien, yo voy a ayudarte.

Kalevi lo abrazó más fuerte. Poco a poco sentía que podía confiar más en ésta persona, pues sentía que realmente era éso lo que quería hacer; ayudarlo, pero aún así, sentía que no podía permitirse confiar tan ciegamente, después de haber viajado con él a un lugar desconocido.

México sonrío un poco, le dió una leve palmada en la espalda y llevó al niño con Estonia.

Una vez ahí, Estonia ya había recibido órdenes por parte de Finlandia, por lo que realizó un leve chequeo médico, antes de dormirlo para poder realizar el verdadero estudio.

México salió del cuarto, un poco tenso.

Pasó una hora o dos, antes de que México decidiera volver a entrar.

-Está listo, no hay nada malo con él.- habló Estonia- Está completamente sano.

Y con sano, se refería a que no, no habían cámaras, micrófonos, o algún implante raro que pudiese demostrar que no era más que una sucia estrategia por parte del enemigo. Porque los sabían capaces de algo así.

México suspiró aliviado.

Mientes tanto, el pequeño Kalevi frotó sus ojos, despertando lentamente.

-¿Señor? - miró a México, sin entender lo que había pasado.

-Tranquilo, te quedaste dormido mientras realizaba el exámen médico.- Estonia puso una mano sobre su hombro, y lo ayudó a bajar de la alta mesa.

El niño caminó rápidamente hasta México, y se escondió detrás de él.

México sonrío enternecido ante la acción del pequeño.

-Muchas gracias, Estonia.- le regaló una última sonrisa a dicho país, dispuesto a retirarse de una vez.

-No hay de qué.- asintió educadamente y comenzó a reorganizar sus artefactos médicos.

México tomó la mano del niño, y lo llevó consigo a su habitación.

-Señor...- habló en volumen bajo, antes de llegar.

-No me digas señor, dime México, ése es mi nombre.- le sonrió

-Ehm... S-señor México.- volvió a intentar, le iba a costar llamarle simplemente por su nombre- sólo... Quería agradecerle.

-¿Por qué, pequeño?- se agachó para estar a su altura.

-Es que usted ha sido muy bueno conmigo... Y no entiendo por qué lo hace, p-pero yo estoy muy agradecido y a s-su vez asustado y y-yo... -no alcanzó a terminar de hablar, pues mientras más lo hacía, más se sofocaba con su respiración.

Durante todo este tiempo, lo que más había hecho, había sido llorar. Estaba solo, aterrado, asustado, triste. Era sólo un niño, y no sabía qué hacer en ciertas situaciones, sólo podía llorar ante tanta presión para tan poca edad.

-Tranquilo, tranquilo.- susurró y lo atrajo de nuevo a un abrazo -Tranquilo pequeño, mi trabajo es ayudar, y tú merecías que te ayudara. Nunca volveré a dejarte sólo, encontraremos a tu madre y pronto volverás a estar con ella. -le acarició el pelo- No tienes nada que agradecerme, pequeño.

Sorbió la nariz un poco, antes de secarse las lágrimas con las palmas de las manos.

-Entremos, los dos tenemos que descansar, ¿vale? -le dirigió una pequeña sonrisa, y le revolvió el pelo con suavidad.

Kalevi asintió, y México abrió la puerta de su habitación.

Todo era muy básico, consistía en una simple cama de sábanas blancas, una mesa cuadrada con una silla, y una puerta, que aparentemente era el baño.

Sólo era lo necesario.

Entró y cerró la puerta.

Caminó hasta la cama, se sentó y se quitó los zapatos. Le indicó al niño que hiciera lo mismo.

-Mañana, iré con Bielorrusia, ella nos ayudará a comenzar a buscar a tu madre, ¿te parece? - le preguntó el mexicano.

Kalevi asintió de nuevo.

Estuvieron en silencio unos momentos, antes de que el niño decidiera hablar.

-Señor México... No es sólo a mi mamá a quien quisiera encontrar- lo miró.

-¿A quién más, pequeño?- México de nuevo lo miró con curiosidad

-Mi hermanita.- miró el piso, desanimado.

-Ya lo veo... Seguro que también podremos encontrarla. Pero por ahora duerme, mañana será otro día.- le dirigió una sonrisa y se acostó.

El niño subió a la cama y se acostó del otro lado.

-Buenas noches, Kalevi.- era la primera vez que pronunciaba ése nombre, y le sonaba tan extraño.

-Buenas noches, señor México. -se acomodó, hecho bolita en su lado de la cama, protegiéndose a sí mismo en su propio abrazo.

Ambos cerraron sus ojos.

El pequeño Kalevi durmió de inmediato, sin embargo, México tenía tantas dudas que apenas y podía mantener los ojos cerrados.

¿Qué haría? Aún no estaba del todo seguro.

Se suponía que debía estar concentrado, concentrado en su papel durante la guerra.

Pero no podía, el pequeño se había ganado su corazón en tan sólo unas horas, y si tenía encargarse él sólo, con la ayuda de nadie, entonces lo haría.

Porque así era México, bondadoso.

Giró en la cama y miró al niño durmiendo.

Kalevi de Tampere. Se prometió que haría de todo para hacerlo feliz, para que sus grandes ojos azules no estuvieran tristes, para que ése angelito que ahora dormía plácidamente a su lado, se reuniera con su familia.

Le acarició un poco el pelo, y después, más tranquilo, logró conciliar el sueño.

Él mismo lo había dicho; mañana sería otro día.




































































Playlist de la historia:

-Capitulo 1: На сопках Маньчжурии.
(On the hills of Manchuria)
-Capitulo 2: Берёзка.
(Beriozka)

𝐊𝐚𝐥𝐞𝐯𝐢. [𝐑𝐮𝐬𝐦𝐞𝐱]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora