Capítulo 4

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¿Quién dice que una sonrisa no puede ser tentadora?

La hora del almuerzo pasó sin esperar al tiempo. Sin darme cuenta el timbre ya había sonado dando aviso que pronto iniciarán las últimas clases.

He de admitir que me sentí extraña teniendo a esta chica cerca, y más por su peculiar personalidad. Algunas que otras veces la veía con descaro analizando cada parte de ella, desde su vestimenta hasta su manera de comer. Creí que esto le molestaría y se iría, pero no, en ningún momento se quejó por aquello, algo que me dejó aún más sorprendida.

Desde que terminamos de comer y llevamos las bandejas a sus respectivos puestos la chica no había formulado palabra, creo que le ha molestado un poco mi comentario sobre lo parlanchina que es, sin embargo, es una observación cierta. Aunque puede que muchas veces diga las cosas sin pensarlo antes.

¿Estará molesta conmigo?

—¡Cherry! —exclamó de la nada. Yo la miré de inmediato.

—¿Sí?

—Madre mía, te he estado llamando más de dos veces —comentó entre risas—, te he preguntado qué clase te toca.

Yo saqué de mi bolso una hoja que me dio el director la cual tiene plasmado mi horario. Examiné por unos segundos y encontré la clase.

—Aquí dice que matemáticas. —Ella se acercó un poco y leyó lo que ahí decía.

—¡Qué maravilla! —chilló feliz. Una enorme sonrisa se apoderó de su rostro. Yo alcé una ceja confundida—. Nos toca la misma clase. —agregó. Me tomó de mi muñeca y comenzó a caminar tirando de mí, así que tuve que seguirle el paso.

—¡Espera! —Me quejé. Ella hizo oídos sordos y siguió en su mundo dando pequeños tirones para hacerme correr.

Al inicio me sentí ridícula y un tanto avergonzada, las personas alrededor nos veían de mala manera. Quería desprenderme de su agarre y decirle que nunca más volviera a hacer aquello, sin embargo, sus risas y lo enérgica que se ve dando algunos que otros saltos me hicieron soltar una sonrisa.

Esta situación se tornó graciosa y divertida dejándome disfrutar del momento, sin dudas, esta chica es una Pinkie Pie.

En cuestión de minutos ya estábamos en el salón tomando asiento en nuestros lugares. Me sorprendió que ella tomó un puesto junto a mí sin quitar la gran sonrisa de su rostro.

—¿Te gustan las matemáticas? —pregunté con voz moderada mientras sacaba el cuaderno de mi bolso. Escuché que soltó unas risas cargadas de burla.

—Soy muy mala —respondió. Ella también buscó lo necesario para la clase—. Si me preguntan cuánto es 2+2 diría que es "J" —Fue inevitable no soltar una pequeña carcajada. Se nota que es graciosa—. ¿Por qué lo preguntas?

—Creí que estabas así de feliz por la clase —confesé terminando de organizar—. ¿Siempre sueles tener una sonrisa psicótica? —interrogué formando una enorme sonrisa. Ella rió nuevamente.

—Se puede decir que sí. Además, sonreír es la mejor manera de parecer confiable. —opina segura. La miré curiosa.

—¿Sí? —asintió—. ¿Por qué lo dices?

—¿Tú confiarías en una persona que tiene cara de que lleva cuatro asesinatos encima? —cuestiona obvia.

—Ahora que lo pienso... —Lo dudé por un instante, primera vez que preguntan algo así —. No, no lo haría.

—¿Lo ves? Y es que sonreír es un arma muy sutil que pocos saben usar a su favor —comenta mientras abre su cuaderno—. Es por ello que solemos caer en las redes de mentiras y manipulación de personas que parecen ser amables sólo por tener una sonrisa.

Un destino junto a ti (Reescribiendo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora