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Caroline
Aquí comienza la etapa más importante de toda mi vida: Con tan solo dieciséis años, cursando el segundo año de bachillerato, con un promedio regular
Mi vida era una rutina aburrida y fastidiosa, de la casa a la escuela, de la escuela a la casa; nada de fiestas, nada de amigos, nada de novios, nada de nada.
Milagrosamente todavía seguía con vida.
Debo confesar que mis padres exageraban con la disciplina y lo estrictos que llegaron a ser; debo decir que es un círculo vicioso familiar que traen desde años atrás; mis abuelos, tanto paternos como maternos fueron igual. Los tiempos de ahora son muy diferentes, pero mis padres no lo entienden, me obligan a usar ropa recatada, ocultando las partes "supuestamente" provocativas de mi cuerpo.
"La decencia siempre es primero."
Escuchaba la voz de mi madre cada que abría el armario para buscar qué atuendo usar cada día.
— Caroline, se hace tarde para la escuela...
Dijo mamá desde la puerta.
— ¡Voy Isabel!
Me gusta molestar a mamá; sé cuánto odia que la llame por su nombre; según mis padres, es una falta de respeto.
— Aunque no te guste, soy tu mamá, y así has de llamarme, ¡te quedó claro!
Su tono de voz fue firme.
— Bien, ya voy "mamá"
Recalqué la última palabra al mismo tiempo que reprimía una sonrisa.
— ¡Ponte un suéter, esos brazos están muy descubiertos!
Exigió, dando órdenes como es su costumbre para después dar media vuelta e irse.
Me miré al espejo, mi playera era de color beige con mangas cortas; a decir verdad no mostraba mucho más que mis brazos, codos y manos, creí que con no mostrar el borde de los pechos era más que suficiente, pero acabo de comprobar qué me equivoqué; esperaba que con la falda no hubiera ningún problema, era de color negro y con un largo exagerado para mi gusto, me llegaba más abajo de las rodillas: tenis blancos, cabello levantado en una coleta ya que también llevar el cabello sobre la cara no era adecuado; en el armario cogí una chaqueta de mezclilla y me la puse, por último cogí mi mochila y baje las escaleras encontrándome de frente con Raquel, mi hermana mayor. Ella de diecinueve años ya cursaba la universidad y estaba estudiando enfermería; cuando la vi no pude evitar abrir los ojos en sorpresa al ver su vestimenta: pantalón color negro ajustado, blusa blanca sin mangas y su cabello castaño suelto.
Hace unos meses ella vestía incluso peor que yo, pero un día de pronto llego con Bernardo muy feliz de la vida diciendo que por fin había logrado que Bernardo le cambiara el guarda ropa. Ese día discutimos porque se me hizo injusto y cada que la veía me daba demasiado coraje ver lo fantástica que lucía y mientras yo siempre era un asco.
— ¿Qué?
Dijo arqueando las cejas, sin intentar simular una sonrisa en sus labios.
— ¡Isabel!
Grite molesta mientras daba pasos largos a la cocina, no me importo la molestia que le causaba hablarle por su nombre, ahora era más grande mi rabieta, seguía sintiendo injusto que le dieran más privilegios a Raquel que a Diego y a mí.
— ¡Cuántas veces tengo que decirte que no me llames por mi nombre!
Dijo molesta, aun así, ignoré sus palabras y seguí concentrada en lo mío.