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Tada Banri estaba haciendo la cena.

        Justo al entrar por la puerta, al lado izquierdo. Un pasillo

de todo un tatami de ancho, la pequeña cocina era parte de un

espacio multiusos.

        Junto al fregadero y a su fogón que dejaba mucho que

desear, una unidad portátil de una sola hornilla, Banri estaba de

pie, él solo, encorvado, comprobando de nuevo el fuego con una

mirada seria en sus ojos.

        Desde que se mudó aquí, o más bien en lo que respecta a

este Banri, desde que nació, esta era la primera vez que cocinaba

de verdad.

        Nunca había jugado antes con nada más que huevos. Peor,

nada más que cocidos. Una vez, diciéndose para sí, «¿debería

hacerme algo hoy?», compró un acompañamiento para

recalentar, hirvió algo de pasta y le puso una salsa preparada,

pero normalmente solo hacía huevos cocidos.

        Quiero decir, a este tipo le gustan de verdad los huevos

cocidos. Por la mañana, salía con huevos cocidos. Al mediodía,

la cafetería de la escuela o huevos cocidos. Por la noche, ya fuera

comiendo algo en una fiesta en algún sitio, con algo del

supermercado, algo en conserva o con pasta, huevos cocidos.

Los huevos cocidos están muy bien para mí también, pero nunca

los comí hasta el extremo que lo hace este chico.

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        Podrías pensar que se le podían cruzar por la mente

alternativas como tortillas o huevos fritos, pero Banri

difícilmente hacía esas cosas. Justo después de mudarse a la

capital, cuando su madre todavía estaba allí, intentó una vez

hacer jamón y huevos, pero no salió bien. Quemó las claras en

su sartén a estrenar, y no pudo digerirlo.

        En cualquier caso, la cocina de este apartamento era mala.

        Aunque era nueva, de diseño reciente, una única hornilla

eléctrica (no de inducción). Si no tenías nada más, podrías

instalar una cocina de gas ordinaria por ti mismo. Aunque

esperaras y esperaras, el poder calorífico de esta hornilla es tal

que la sartén no se calienta lo suficiente, y el huevo tirado

encima simplemente permanece allí.

        En cuanto a mí, mientras miraba con curiosidad a Banri

cocinar algo que no fueran huevos cocidos, fui forzado a

moverme de la cocina a la entrada, sentado en el familiar

taburete de segunda mano. Era una de las cosas favoritas que

había comprado Banri de una tienda poco después de mudarse

Golden time Volumen 2: LA RESPUESTA ES SÍWo Geschichten leben. Entdecke jetzt