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Tada Banri miraba por la ventana.

       Eran las ocho de la mañana.

       Tras apagar la alarma de su celular, que acababa de

empezar a sonar, levantó lentamente su cuerpo de la cama.

       Había un futón dispuesto en el suelo, con Mitsuo y Dos

Dimensiones situados allí pacíficamente, con las cabezas en

direcciones opuestas. A pesar de oler los pies del otro y gemir

ocasionalmente como si se estuvieran asfixiando en una

pesadilla, los dos seguían durmiendo.

       Banri estiró el brazo desde su cama y tocó a Mitsuo en el

brazo.

       -Yana-ssan, ¿no tenías que irte a tu casa dentro de poco?

-dijo, con la voz extremadamente ronca, que sonó

completamente seca.

       Mitsuo parpadeó, abrió sus ojos llorosos, y confirmó la

hora en su propio celular. Y luego lo cerró. Apartó la cara de los

pies de Dos Dimensiones, y como si se las hubiera arreglado

para escapar una vez más, se enterró profundamente bajo su

manta. ¿Merecía la pena? Probablemente no. No importa.

Tómate tu tiempo.

       En la cara norte de la habitación había un porche, en la

cara oeste habían colocado una ventana a la altura de la cintura.

La luz del sol que brilla desde el otro lado de las cortinas es débil

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incluso cuando hace buen día, y no alcanza mis pies mientras

estoy sentado en el taburete, sin importar lo que haga.

       Desde las frías sombras oscuras de nuevo esta

madrugada, observaba a la única persona con los ojos abiertos,

Banri, dejando de intentar despertar a Mitsuo.

       Banri no había dormido nada de nada, en general. Incluso

después de que sus amigos exhaustos se quedaran en su casa y

se durmieran, él se quedó despierto, solo, pensando en el asunto

de Kaga Kouko, con los ojos abiertos.

       No voy a esperar a nadie, nunca más. Mirándola, Banri

había dicho eso.

       Esto, para mí, es de alguna forma una maravilla. ¿Podrían

quedar algunos de los restos de mis recuerdos enredados en el

interior del cuerpo de Banri? Hubo una vez, en la que yo había

decidido no esperar a nadie, nunca más, sí. En el momento en

que hice aquella decisión, era algo característico de mí.

       Así fue. Yo... Tada Banri, por segunda vez había

decidido no esperar a nadie.

       Eso fue decidido, aquel día. Yo existía entonces, aquel

Golden time Volumen 2: LA RESPUESTA ES SÍWo Geschichten leben. Entdecke jetzt