Sorrento era un hombre bastante joven que amaba lo que hacía. Lleno de valentía, había logrado sortear muchos obstáculos en su vida laboral gracias a su enorme inteligencia.
Como verán, ser policía de investigaciones no es trabajo fácil. Para trabajos rápidos de protección civil está la policía, pero ellos eran mucho más especializados. Ellos investigaban a los políticos corruptos, a los criminales con corbata más ocultos en inmensos cargos de poder, incluso a sus mismos colegas cuando la avaricia los corrompía al punto de usar su mismo cargo para hacer negocios sucios. Sorrento siempre era asignado en la parte de investigación, no era de ir con armas por la calle deteniendo a los delincuentes, sino que se quedaba detrás de un computador investigando incansablemente, uniendo fotografías pegadas en la pared de su oficina y hablando en voz alta durante horas intentando descifrar la mente de los criminales. Y es que de cierta manera, Sorrento entendía que esas personas eran seres humanos, no podían ser absolutamente malas o buenas. Siempre hay un poco de ambos lados... pero cuando se topaban con el marco de la ley, él estaba ahí para pillarlos. Disfrutaba con sus logros. Era tan minucioso en su trabajo, que lograba encarcelarlos durante tanto tiempo que ya no tenían opción de volver a cometer crímenes. Además de eso, había logrado -tras muchísima insistencia y presión - crear lugares que no fueran un castigo, sino más bien centros de rehabilitación. Los políticos más sucios de la ciudad terminaban presos, haciendo trabajos de construcción de calles, remodelando plazas, ensuciando sus manos y sudando tanto con su trabajo físico que cuando lograban salir no sólo salían más en forma, sino que además se sentían útiles y no había reincidencia en crímenes del mismo tipo.
Era un hombre excepcional. Su inteligencia estaba por sobre la media, pero a costa de una vida bastante monótona. Era un hombre que lograba comprender tanto la mente de las personas, pero no así la suya. Le costaba reconocerlo, pero interiormente Sorrento se odiaba por completo. Odiaba no poder tener una vida social, odiaba estar enemistado con toda su familia, odiaba su cuerpo y sus malditas manías y por sobretodo, odiaba el hecho de nunca haberse sentido realmente amado por alguien. Estos pensamientos tendían a atormentarlo, pero él evitaba darle espacio en su mente ocupándose de otros asuntos. Sin embargo, en las noches, cuando la soledad le hacía apretar su almohada y cubrir su cara con las frazadas, pensaba en lo miserable que se sentía y en lo mucho que le gustaría estar entre los brazos de alguien más.
Por supuesto que Sorrento se había enamorado en su juventud. Es parte de la biografía de todas las personas. Pero él se sentía extraño, porque no le gustaban las mujeres. Aquel fuego que despertaba en su interior que recorría como una electricidad su columna, aumentando el flujo de su sangre, pidiendo a gritos atención entremedio de sus piernas, ocurría exclusivamente con la compañía de hombres. Le gustaba la manera tosca que tenían de moverse, sus voces roncas, sus pelos en todas partes, el olor de su piel transpirada cuando hacían ejercicio, sus espaldas y brazos anchos... No podía ser de otra manera. Le gustaban los hombres, y deseaba gritárselo al mundo entero, pero se sentía anormal por ello y eso lo hacía sentirse incómodo.
Aquella mañana, Sorrento apareció en su oficina para continuar en su labor investigativa, pero al dejar su carpeta sobre su escritorio le avisaron que tenía que ir inmediatamente a la sala de reuniones para algo urgente. Algo grave había ocurrido, se sentía en el aire.
Al entrar a la sala, mucha gente apenas lo miraron, muchas personas estaban con sus manos cubriendo su boca por el asombro y varias más no lograban contener un llanto desesperado.
- ¿Qué ocurrió? - Preguntó Sorrento a su mano derecha, Shun. Él era tan raro como él, y aunque no compartían las mismas cualidades de trabajo, se complementaban perfecto.
- Sorrento... Lo lamento. No sé cómo decírtelo...
- Dime ya, sin rodeos.
- Julián desapareció. Llamó su esposa esta mañana pidiendo que fueran a su casa con refuerzos, entraron anoche y amordazaron a toda su familia. Dejaron viva sólo a la mujer...

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El trabajo más difícil
Fiksi PenggemarTrabajan defendiendo la integridad de las personas, son los mejores en su labor. Tendrán que aprender a conocerse y aceptar sus más oscuros secretos y ambiciones...