Capítulo 1

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Sueños de un atardecer frente al mar

16 de agosto

Existen días buenos, malos y algunos peores. Hoy es uno de esos últimos. Estoy sentada en mi cama, y observo a través de mi ventana cómo los rayos de luz atraviesan mis cortinas y llegan fácilmente a mi rostro. Miro el reloj que se encuentra en mi mesita de noche y sé que es hora de levantarme, pero no quiero, hoy es uno de esos días en los que me apetece quedarme en la cama todo el día, viendo alguna película o pintando algo. Pero lamentablemente la vida no es como uno quiere, y existen deberes y obligaciones que hay que cumplir.

De pronto, escucho pasos acercándose y luego, una dulce voz entra por aquella puerta que separa mi habitación con el resto de la casa.

-Querida, es hora de levantarse-dice Margarette la empleada de la familia.

-No quiero-digo mientras me cubro con la sábana tapando mi cabeza.

-Pero tienes responsabilidades. Además, hice tu desayuno favorito-dice alegre.

- ¿Panqueques de banana con salsa de frutos rojos? -respondo sorprendida dándole una pequeña sonrisa.

-Si, así que levántate antes de que alguien más se los coma-dice ella antes de salir de mi habitación.

Me pongo de pie rápidamente y voy al cuarto de baño a lavarme la cara y peinarme un poco. Mi cabello rubio está un poco desastroso y enredado de tantas vueltas que me doy antes de dormir, pero finalmente logro que el cepillo se deslice y alise mi cabello. Al salir, bajo rápidamente las escaleras hasta llegar a la cocina, en donde veo aquel desayuno que se volvió mi favorito desde que llegue a esta casa. Mientras como los panqueques, aprovecho de ver las redes sociales para ver qué tal va mi antigua escuela en la competencia de baloncesto.

-Princesa, ya es hora-dice Margarette, haciendo que vuelva a la realidad.

-Lo sé, me ducho y me visto rápido. Ya bajo-le digo antes de caminar hacia la salida de la cocina.

-Espera-me detiene sujetándome del brazo.

- ¿Qué pasa? -pregunto extraña.

-Tu padre me dejó dicho que te acompañará- suelta dejándome perpleja. Él jamás se había interesado por las cosas que hiciera y dejara de hacer, y menos por algo relacionado con mi salud.

-Dile que no se preocupe, que yo puedo cuidarme solita ¿vale? -le respondo antes de desaparecer de la cocina y subir las escaleras que me llevaran a mi habitación.

***

Al salir de la ducha, me dirijo rápidamente al armario en donde tengo mi ropa. Opto por un top negro con tirantes y unos jeans de mezclilla, además de mis Converse. Tras vestirme, tomo mi bolso y mi celular antes de salir de la casa. Recorro toda la entrada hasta llegar al jardín principal, en donde veo a Chloe, mi perrita recostada en el césped, con la cabeza apoyada en sus patas delanteras.

- ¿Cómo está mi cosita más linda? -le digo a mi perrita mientras acaricio su cabecita. Ella comienza a jugar y lengüetear mi mano mostrando felicidad. Después de jugar con ella durante unos minutos, la dejo y voy por mi bicicleta, sé que voy a tarde a la consulta, así que comienzo a pedalear más rápido mientras desaparezco de la casa antes de que mi padre me alcance.

Ya llevo veinte minutos andando y quiero morir, odio sudar y odio el calor. Maldito verano. Sin embargo, lo único que me reconforta es la vista privilegiada que tengo hacia  la playa, el agua color turquesa y la arena blanca hacen un hermoso contraste con el azul del cielo, y el olor a mar inunda mis sentidos y despierta en mí, recuerdos que tenía guardados en un cofre con llave, que preferiría nunca abrir.

Me dirijo a la calle principal y al fin llego a mi destino. Dejo mi bicicleta en la entrada y corro escaleras arriba hasta que al fin llego a su puerta. La doctora Cooper me recibe con una sonrisa amable y me hace pasar. Lo primero que veo es una habitación color crema con unos cuantos sofás verde esmeralda separados por una pequeña mesita de madera. Además, hay dos cuadros decorando la sala y una gran ventana de la cual se puede ver el parque del frente.

-Disculpe por llegar tarde-me disculpo, mientras me siento en uno de los sofás.

-No te preocupes Maia, todos nos podemos atrasar alguna vez-dice restándole importancia.

-Gracias-le digo tranquila.

-Bueno, comencemos. Cuéntame todo desde el principio-dice mientras busca su libreta y se sienta frente a mí.

Miro un momento las hojas de los árboles deslizándose por el aire, a través de la ventana de aquella consulta en la que me encuentro, juego con mis dedos en señal de nerviosismo e intento hablar, pero al abrir mi boca, no soy capaz de decir nada. 

-Tranquila Amaia, sé que es un tema delicado para ti y que tal vez aun no tengas la confianza para contarme lo que ha pasado, es normal siendo esta nuestra primera sesión-dice con voz suave la doctora sentándose a mi lado -Muchas veces sentimos que nos hallamos ahogados en un mar gigantesco en el cual no sabemos si tiene fin, a veces no tenemos fuerzas para seguir nadando, estamos tan cansados de luchar solos que necesitamos que alguien nos de su mano y su fuerza para resistir, para sobrevivir, y aquí estoy yo para eso, para ti-finaliza mirándome expectante a alguna respuesta, mientras me tiende un vaso de agua. Yo lo tomo con cuidado y bebo el liquido transparente que contiene. 

-Gracias por entenderme y por querer ayudarme-le digo honestamente -Sólo que siento un caos dentro de mi y no se por donde empezar a resolverlo.

-Comencemos por algo simple-dice volviendo a su asiento- Cuéntame cómo es tu vida, qué te gusta, a qué te gustaría dedicarte, tus sueños-dice sonriente. Le devuelvo la sonrisa y comienzo a hablarle sobre mi, y así es como pasamos la siguiente media hora conversando sobre cosas sencillas pero que al fin de cuentas son importantes, y la verdad es que se sintió muy bien saber que alguien al fin se interesaba en conocerme de verdad. 

***

Al salir de la consulta camino hacia el parque que se encuentra al frente  y descubro que hay una exposición de arte al aire libre. Camino alrededor del parque observando detalladamente cada uno de los cuadros que se encuentran frente a mi, sin embargo aunque aprecio el arte desde que tengo uso de razón,  no encuentro ninguno que llame tanto mi atención para detenerme a admirarlo. Sin embargo, cuando voy llegando casi al final de la exposición mi vista se posa en un cuadro realmente hermoso. Es un atardecer en la playa y en la esquina inferior derecha hay una pequeña casa con una gran ventana y una terraza donde hay una figura de lo que aparentemente es una mujer cargando un bebe en sus brazos. Me quedo observando los detalles, los colores, los matices que ocupó aquel artista, los cuales reflejan a la perfección la realidad, y sobre todo me fijo en las figuras, en esa madre y su hija. La nostalgia me recorre entera mientras pienso en aquella mujer que decidió abandonarme cuando a penas tenia dos años e irse al otro lado del mundo a buscar nuevos horizontes, y a pesar de que le guardo rencor, en el fondo de mi corazón, la extraño.

-Señorita-una voz suave me hace volver a la realidad.

-Sí, dígame-respondo amablemente saliendo de mis pensamientos.

- ¿Le gustó aquel cuadro no? -dice mirándome expectante.

-Me encantó-digo con una pequeña sonrisa.

- Se llama "Sueños de un atardecer frente al mar"

- Que hermoso nombre-respondo por cortesía. 

-¿Sabe? es curioso-dice despertando mi interés- Usted se parece mucho a la artista que pintó este cuadro-prosigue repasándome con la mirada.

-¿Cual era su nombre?-pregunto con la curiosidad despierta y sentimientos a flor de piel.

-Sophie-murmura y yo quedo boquiabierta y sin palabras por el impacto que causa en mi aquel nombre ¿Es posible que sea ella? No, no lo creo, nadie mencionó que tuviéramos el mismo afán por las artes ni nada por el estilo, además no he sabido nada de ella desde que se fue a Virginia. 

-Esta fue una de sus últimas obras antes de que desapareciera del mundo del arte-menciona al ver que no reacciono -Estaba dedicada a su hija-finaliza antes de dar media vuelta y dejarme ahí de pie sin poder reaccionar a todo lo que significaba todo aquello. 




Entre brisas y olasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora