SIETE

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Él despierta con tres cosas. Una almohada húmeda, un cuerpo cálido junto al suyo, y Sabrina aclarando su garganta.

Él parpadea y abre sus ojos para encontrarla mirándolo fijamente con una expresión de acero. Ella espera a que él levante las cejas antes de abrir la boca.

—Reservé otro vuelo, porque el que tenía programado sale en menos de dos horas. Aún puede tomarlo, si quieres, pero quiero que sepa que hay otras opciones. Además, dejé todo lo pendiente para hoy en su escritorio. Ayer envié un correo electrónico pidiéndole al señor Hardman que extienda su fecha límite para la decisión para Global View hasta hoy al mediodía. Le sugiero que lo llame.

Temo asiente con la cabeza. Ella cruzó muchas líneas, pero se siente agradecido de que lo haya hecho.

—Tomaré el último vuelo. ¿También reservaste un boleto para Seyn? —Se suplica a sí mismo mantener los ojos abiertos, Sabrina cruza la habitación hasta su cama y desliza un sobre con información del viaje en su mano. Dentro hay dos boletos, justo como él esperaba, uno para él y otro para Seyn.

—Bien. Puedes tomar el vuelo. Antes de irte, consigue a alguien que me traiga café. Con un shot extra. Y el habitual para Seyn. Y diles que sigan viniendo hasta que nos vayamos.

Hay una pequeña sonrisa en el rostro de Sabrina, y ya no está seguro de qué hacer con ella, así que la despide.

—Oh, y espero diez candidatos entrevistados para el trabajo de asistente para mañana al mediodía. Considéralo tu fiesta de despedida.

Ella ya se encuentra de espalda hacia él y se le escapa una risita, y Temo puede decir que ya la extraña.

—Adiós, Temo. Que tenga un vuelo seguro.

—Tú también.

El despertador de su derecha le dice que son un poco más de las once, y el sol parisino parece haberse escapado detrás de las nubes, los detalles dorados de su habitación atenuados por la luz.

Su cabeza se siente como del tamaño de una sandía, pulsando tan pronto como la levanta de las almohadas. Seyn no bromeaba con su pedido, el personal del hotel les trajo un carro de servicio lleno hasta los bordes con nada más que bebidas fuertes.


Anoche empezó con tequila, porque Seyn sabe que el tequila hace que Temo hable. Para no quemar sus hígados por completo, cambiaron por whisky escocés, pero sólo por un momento, porque Seyn decidió tomar gin tonic por el resto de la noche.

Mira hacia la bandeja, y la botella de ginebra está vacía, hay otra abierta junto a ella.

Lo hicieron por fases, como siempre. Es un ritual de él y Seyn, después de más de una década de amistad. No es de extrañar que ya tengan una manera de superar las cosas. Primero estaban los sollozos, algo que debió tomar a Seyn por sorpresa porque la última vez que Temo lloró estaba tan lejana que incluso él tiene dificultades para recordarlo. Pero Seyn lo hizo bien, dejándolo ser hasta que sus sollozos comenzaron a ser demasiado dolorosos. Luego llegó el silencio, y finalmente, cuando ya no pudo soportar la tranquilidad y los químicos en su torrente sanguíneo, le contó todo a Seyn.

Lo gracioso con ellos es que van vaso por vaso cada vez que beben, siempre en el mismo nivel de embriaguez, así que cuando Temo le preguntó a Seyn por qué dejó entrar a Aristóteles en su habitación cuando le pidió que no lo hiciera, Seyn solo necesitó una frase para empezar a lloriquear también y las gruesas lágrimas rodaran por sus mejillas.

Temo se habría reído de lo infantil que era todo, pero estaba tan borracho incluso peor que su amigo, apenas podía mantenerse de pie, lo suficiente para darse cuenta cuando Seyn comenzó a disculparse.

IN VOGUE | aristemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora