🎤[1] Nostalgia

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Recuerdo aquella vez en la que iba a presentarme por primera vez como telonera de Lost Kingdom, mi primera impresión de Caleb Hotchner fue odiarlo porque fue un completo imbécil, pero a pesar de eso, ese imbécil supo cómo metérseme hasta lo más profundo de la piel, causando un huracán desastroso dentro de mi.

Estando a punto de subir al escenario evitando sentir nervios o pánico y todo hubiese salido perfecto si no fuese tan torpe y no me hubiera tirado encima el vaso del café frío del que veía en cuanto se me dijo que tenía cinco minutos para salir.

—Maldición —murmuré, torciendo una mueca.

No tenía más ropa, no creí que fuese necesario llevar una muda extra. Tragué en seco mirando mi outfit dañado… ¿Y ahora que hacia?

Un silbido me hizo levantar la mirada, Caleb estaba de pie frente a mi, una idiota sonrisa burlona de lado se reflejaba en su rostro y le puse mala cara tras blanquear los ojos con fastidio por su presencia.

—¿Se te perdió algo, Hotchner?

—Eres bastante torpe, por lo que veo —pronunció irónico.

—Cállate —ladré.

Intenté ignorarlo, desviando la mirada a mi teléfono vibrando entre mis manos. Dash, mi novio, acababa de enviarme un mensaje diciendo que estaba llegando al estadio para verme en mi primer show como invitada al tour de Lost Kingdom. Evité sonreír como una tonta para que Hotchner no se burlada de mi, en ese momento estaba muy enamorada de mi novio.

O eso creía.

—Hey, Sarkisian —me llamó, y volví a mirarlo tras un segundo, pero de mala gana.

El moreno se estaba quitando su camiseta, una negra sin mangas que tenía apertura por los lados y el logo de Louis Vuitton bordado en la esquina superior. Probablemente un gran signo de interrogación y de desconfianza apareció en mi rostro en el instante en que me la extendió y todo lo que formulé fue un:

—¿Eh?

—Úsala —señaló—, yo tengo más camisetas para usar aquí, tu no.

Intenté con todas mis fuerzas no bajar la mirada por su abdomen ligeramente marcado y tatuado, manteniendo mis ojos firmes sobre su rostro y la desconfianza anclada en mi expresión.

—¿Es una broma?

—¿Qué? —preguntó.

—Qué si es una maldita broma, Caleb —siseé.

Él blanqueó la mirada.

—Estoy siendo amable, ridícula —pronunció—, ¿o prefieres salir al escenario toda pegajosa?

Bueno… él tenía un punto.

—¡Dos minutos, Shelly! —exclamó alguien cerca.

Mierda… carajo.

Miré a Caleb, él señaló la camisa y me guiño un ojo.

—De nada —pronunció arrogante.

Era esa camisa o nada, de mala gana cedí y me dirigí rápidamente al camerino que me habían asignado. Tan pronto entré, a velocidad de flash reemplacé mi camiseta con la de Caleb y volví a salir, él continuaba sin camiseta, de espaldas hacia mi y hablando con una chica que desconocía. Una groupie, probablemente, su aspecto y su atuendo indicaban que lo era.

Un segundo después, ladeé la mirada hacia un espejo que me hizo captar mi reflejo, la camiseta me quedaba grande. El aroma cautivo que suponía estar enlazado a Caleb estaba impregnando en la camisa, una mezcla de cigarrillos, perfume atrayente y loción que ahora estaba en mi.

Entre Líneas de Canciones©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora