Pablo y el Ratón trataron de salir con sus amigos, pero fue imposible: habían cerrado la puerta con llave.
-¿Y a éstos pelotudos qué les pasa? -se preguntó Ayala, mientras Pablo trataba de abrir la puerta-. Pará, Pablo, te vas a lastimar.
De pedo terminó de decir eso, porque Pablo soltó un gemido de dolor.
-¿Viste? A ver qué te hiciste en la mano, pelotudo -dijo Ayala.
-Nada -murmuró Aimar, y se alejó del Ratón como si fuera veneno.
-¿Qué te está pasando, César? -preguntó el Ratón.
-Nada.
-Sí, algo te pasa, vos no sos así -le dijo Fabián-. Vos nunca sos así de frío, me peleás en joda, nos peleamos en joda, te cagas de risa cuando estamos solos, me abrazás, nos acordamos del Valencia, jodemos a todos los de la Selección... ¿Dónde quedó eso? ¿Dónde quedó ese Pablo? El Pablo que siempre me hizo reír, mi mejor amigo... ¿Dónde quedó? ¿Qué te pasa, Payi?
Pablo estuvo en silencio desde que el Ratón dijo la primera palabra, en parte escuchando y teniendo que aceptar que su amigo tenía razón; en parte recordando el beso, en parte recordando todo lo que pasaron juntos desde que se conocieron. Pero escuchar ese apodo, el apodo que le había puesto el Ratón hacía años, el apodo que no había vuelto a escuchar desde el 2018... hizo efecto en él. Miró a los ojos al Ratón después de mucho tiempo y, con esa mirada, le dijo silenciosamente que continúe.
-¿Dónde estás, Payi? -susurró el Ratón.
-Nunca me fui, Ratón...
-¿Por qué, Payi? ¿Por qué a mí? -musitó Ayala.
-Porque... "Yo no quería amarte, tú me enseñaste a odiarte. Todos los besos que me imaginé, vuelven al lugar donde los vi crecer" -susurró Pablo.
Ese trozo de "Saturno" le salió del alma, porque eso era lo que sentía. Él nunca quizo amar al Ratón, uno de sus mejores amigos. Pero ese beso... Terminó enamorándose de él luego de eso, más de lo que ya estaba, y le había costado seguir, más sabiendo que el Ratón no se acordaba de nada.
-¿Q... Qué? -dijo Ayala-. ¿Vos me...?
-Fabi -dijo Aimar, era hora de arreglar todo-, Fabi. Eso es cierto, el pedazo de Saturno que canté es cierto. Nunca te quise amar, Roberto.
Ayala estaba en shock.
-Esa noche... Salimos campeones, todos estábamos felices. Y tenés razón: sí besaste a alguien. Sí me besaste, Rat -confesó Pablo.
-¿E... En serio? -musitó su amigo.
-Sí. Ratón, yo te amaba -reveló Pablo-. Me gustó ese beso, y me odié por ello. Te odié a vos porque sabía que me había gustado porque fuiste vos el que me besó. Y... Y... -Pablo sollozó sin poder evitarlo. Odiaba hablar del tema del beso.
-¿Qué te pasa? -se preocupó Ayala. Eran muy contadas las ocasiones en las que había visto al Payasito llorar, contando las obtenciones de la Europa con el Valencia y la Copa América con la Selección.
Abrazó a Pablo, quien estaba totalmente quebrado. Él nunca lloraba adelante de alguien, no si podía evitarlo. Odiaba que vieran su parte débil.
-So... Soltame -musitó unos minutos después, mientras el Ratón le acariciaba el pelo, abrazándolo.
El Ratón, sin ganas, lo soltó.
-No soporto esto -dijo Pablo, tirándose en la cama-. Ratón, creeme que no quiero estar mal con vos, pero... cada vez que estoy con vos desde el mes pasado me acuerdo del beso.
-¿Por eso me evitás? ¿O era para que yo no te pregunte sobre eso?
-Por las dos -confesó Pablo.
Ayala se sentó en la cama junto a Pablo y le agarró la mano. Se miraron a los ojos unos minutos, y el Ratón recordó el beso más lúcidamente que nunca. Recordó lo que le había dicho antes de besarlo, y recordó cómo Pablo le había seguido la corriente. Recordó los chiflidos de sus compañeros.
-Pablo -susurró-. Ahora... Ahora recuerdo más el beso.
Pablo, al escuchar eso, inconscientemente le apretó la mano. Le acarició la mejilla con la otra, y Fabián sonrió.
-Che, no te pongas así -le susurró, viendo que a Pablo le brillaban los ojos y estaba al borde de las lágrimas de nuevo.
-Bue... Bueno -dijo Aimar.
-Eu. Sabés bien que odio verte llorar, Pablo, re pocas veces te vi llorar, pero nunca me gustó -dijo el Ratón.
-¿Y qué querés que haga? -murmuró Pablo con la voz quebrada.
Ayala lo besó en el cachete cuando Pablo soltó una lágrima. Se acostó a su lado, y Pablo lo abrazó, apoyando su cabeza en el pecho de Ayala.
-Perdón -susurró el entrerriano, acariciándole el pelo.
-¿Perdón por qué?
-Por hacerte llorar, Payi -respondió el Ratón.
-No es tu culpa que yo sea así, Rat -dijo Aimar.
-Vos no sos así -se sorprendió Ayala.
-Que oculte de todo el mundo cuando lloro, excepto cuando no puedo más, no significa que nunca llore, Fabi -ahí estaba él, había vuelto su mejor amigo.
Fabi sonrió al darse cuenta de que el Pablo que él conocía había vuelto.
-¿Qué te pasa? -preguntó en un murmullo Pablo.
-Nada -respondió Fabián-. Me alegra que hayas vuelto, Payi.
Ambos se sonrieron.
-¿No me vas a decir nada por el beso? -le preguntó Aimar.
-La mañana siguiente recordé (me pareció, en realidad) que había besado a alguno de los chicos, aunque nunca me imaginé que hubiera besado a mi mejor amigo -dijo Ayala-. ¿Cómo quedaste vos después de eso? Ahora sé que sos buen actor.
-Yo... Yo quería llorar al ver que vos no recordabas nada, me costó seguir hablando normalmente con vos porque cada vez que te veía el recuerdo del beso pasaba por mi cabeza, y me era incómodo hablarte recordando eso.
-¿Estabas enamorado de mí?
-Estaba y lo estoy, Rat -confesó Pablo.
Luego pasó lo que Pablo quiso muchas veces: el Ratón Ayala lo besó estando conciente.
No necesitaron decirse nada, todo estaba dicho. Ya sabían las verdades de esa noche.