Habían pasado un par de días, y la tensión entre el Ratón y Pablo se notaba siempre. Sus amigos estaban hartos, y querían hacer algo para que se arreglen, pero no sabían qué.
Sabían que ambos eran tercos, que Pablo nunca les diría qué pasaba y que Ayala nunca les confesaría que estaba preocupado por el tema con Pablito.
—Para mí los tenemos que encerrar en una pieza como dos horas, y no les va a quedar de otra que arreglarse —sugirió Nahuel Molina—, porque, dale, ¿quién se va a pasar dos horas solo con otra persona y no va a hablar?
—Uno de mis amigos de Boca —respondió Juli.
—Los bosteros somos raros, así que no me sorprende —dijo Nahu, mientras Walter asentía.
—Sí, sólo los de Boca —se burló Julián—. Cuando los de Boca y River estamos juntos, somos peores que estos —dijo, refiriéndose a sus compañeros de Selección.
—Imposible —dijo Licha.
Juli asintió divertido.
—Bueno, nos desviamos del tema —dijo Scaloni.
Cómo no tuvieron otra idea, usaron la de Molina.
—¿Qué excusa usamos para reunirlos? Que si les decimos que va a estar el otro dudo mucho que vengan, Pablo por lo menos —dijo Cuti.
—A Pablo dejámelo a mí —dijo Julián, y fue a buscar a Aimar.
—Yo voy con el Ratón y veo como hago —dijo Walter.
Walter Samuel se fue a buscar al Ratón a su pieza. Cuando lo vio sonrió: su amigo estaba absorto en un dibujo, con todas las cosas alrededor ordenadamente. Sentía pena por llamarlo, ya que se veía tan tranquilo... No lo quería interrumpir, pero lo tuvo que hacer.
—¿Fabi? —murmuró desde la puerta.
Fabián apartó la mirada del dibujo y acomodó un par de lápices, mientras le preguntaba a Walter:
—¿Qué pasa? —levantó la cabeza y lo miró—. Che, ¿pensás entrar?
Samuel rió levemente y entró.
—No te quería interrumpir cuando te vi dibujando —comentó.
—Nah, tranquilo vos; total, ya iba a descansar un ratito —dijo Ayala—. ¿Qué pasa?
—Licha quería que le expliques algo, no sé qué. No me dejó a mí —mintió el cordobés.
Ayala no estaba muy convencido, pero igual siguió a su amigo.
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Juli estaba buscando a Pablo. Lo buscó por todo el hotel y no lo encontró. Se fijó en las canchas, seguro de que su amigo estaría ahí.
Y sí, estaba pateando la pelota. Álvarez notó que pateaba con rabia o desconcentrado, porque erraba varias. Más de lo normal estaba errándole al arco, le tiraba varias al Diego.
—¡Pablo! —lo llamó, acercándose corriendo.
Aimar lo miró.
—¿Qué pasa, Ju? —preguntó, empezando a dominar la pelota.
Julián ahí notó más que Pablo estaba mal, ya que no la dominó bien, y su cara lo delataba también. Estaba re desconcentrado, pensaba en otra cosa.
—¿Qué te pasa a vos? —dijo cruzándose de brazos.
—A mí nada —mintió Aimar.
—Pablo, te está pasando algo, todos nos damos cuenta —dijo Juli—. ¿Qué te pasa con el Ratón?
—¿Con el Ratón? —repitió Pablo—. Nada.
—Mentime si querés, yo sé que te está pasando algo —dijo Julián—. Cómo sea —suspiró—; vení conmigo.
—¿Adónde me llevás? —preguntó Aimar, desconfiado.
—¿Y a dónde crees? —dijo Julián.
Ambos fueron a la pieza de Scaloni, donde siempre pensaban las bromas. ¿Cómo hacían para que nadie entrara por accidente cuando hablaban de una broma hacia alguno? Le ponían la traba a la puerta y listo.
El plan iba saliendo bien, ya que estaba todo el grupo menos Ayala y Samuel.
—¿Y Walter? —preguntó Pablo. También notó que el Ratón no estaba, pero no preguntó.
Lionel se encogió de hombros. Juli y Pablo se sentaron en la ronda, y justo en ese momento llegaron el Ratón y Walter.
—¿Qué pasa, Lic...? ¿Qué hacés acá? —se sorprendió el Ratón al ver a Pablo.
—Pará, ¿qué hacés vos acá? —dijo Pablo.
—¿Qué carajo hicieron? —le preguntaron ambos a sus amigos.
Éstos aguantaban la risa, y Cuti les dijo:
—Eu, creo que me olvidé algo... O se lo robé a Licha —eso de que le había robado algo a su pareja era cierto, y se fue corriendo cuando él lo empezó a correr.
—Voy a ver qué no se maten, ¿venís, Nahu? —dijo Julián, y ambos se fueron. Nahuel abrazaba a Juli, quien trataba de soltarse entre risas.
—Esos dos parecen pareja, si no supiera que Juli está con Nico diría que lo son —comentó Walter.
—Voy a robarle algo a Tocalli, ya vuelvo —dijo Scaloni, y Samuel fue con él con la excusa de ayudarlo si Martín se daba cuenta.