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Canción: Drogada (Eva B) 

Mónaco

Max

Observo como Daniel se termina la primera cerveza y yo ya estoy terminando la tercera, he venido a verlo con la intención de ver a Amelia y tratar de saber de Irina.

- Cambia esa cara – dice el australiano lanzándome un cojín que me pilla desprevenido.

- Le hice daño Daniel – digo cabizbajo – solo pensé en mi y nunca divisé el daño que podía hacer en Irina el involucrarla en toda esta mentira.

- Creo que esta vez la has cagado a fondo – dice sin filtro alguno.

- He tratado de llamarla, pero no quiere saber nada de mí.

- Dale tiempo Max, déjala sanar y estoy seguro de que volverá cuando este mejor.

- Sé que me equivoque y me arrepiento – de un sorbo bebo lo que me queda – el cariño que tengo por ella sigue intacto, nada ha cambiado.

- Creo que necesitamos un poco de vino – dice el piloto de McLaren dirigiéndose a la bodega que está cruzando el patio.

Escucho los pasos de Amelia acercarse hasta donde estoy y con los brazos cruzados frente a mí, obligándome a levantar la mirada.

- Si la quisieras como dices, no le habrías mentido haciéndole creer que esa estúpida relación que tenían era real. No la busques Max – está molesta, muy molesta.

- Soy consciente del daño que le hice Amelia – paso las manos por mi cara frustrado – y creo que no deberías escuchar conversaciones ajenas.

- Tu sabes muy bien que si no le hubieses mentido a Irina, no tendría ningún problema contigo – puedo notar el rechazo de su parte por la forma en que me mira – Tal vez si te merecías el puño de Pierre estampado en tu rostro.

Amelia juega con mi paciencia y ha terminado por agotarla, me pongo de pie para quedar frente a ella y la tomo del brazo para acercarla un poco más.

- Vi las cámaras, sé que tu e Irina destruyeron mi auto y agradece que no voy a tomar acciones legales.

De manera brusca se suelta de mi agarre y retrocede unos pasos, ambos nos giramos al escuchar los pasos de Daniel acercarse.

Chile

IRINA

Mi teléfono ha dejado de sonar, después de casi una semana las llamadas de Pierre han desaparecido, tanto así como sus mensajes. No puedo decir lo mismo de Max que cada día me busca.

El sonido de la televisión me alerta de lo que esta ocurriendo y voy de inmediato hasta el living, Felipe, mi hermano esta sentado frente al televisor y un escalofrío recorre mi cuerpo al darme cuenta de la transmisión. Me giro para observar la pantalla y es como si el destino de una u otra forma me lo pusiera en frente, Pierre con su gorra hacia atrás esta junto a Pyry a un costado de la pista entrenando sus reflejos como cada domingo antes de la carrera. Permanezco hipnotizada observando al francés. Casi por inercia mi mano se va hasta la cadena que me regaló hace unos meses y la sostengo dentro de mi mano.

- ¡Ese es tu piloto! – dice Felipe entusiasmado haciéndome salir del trance.

- ¿Qué? – siento un nudo en el estomago y casi creo que mi hermano esta al tanto de mi historia con el francés.

- Si, trabajabas con él.

- No tanto – digo dando media vuelta.

- ¿No quieres ver la carrera de tu equipo?

- Estoy cansada – miento, la verdad es que no he seguido la temporada desde que llegue y he formado un escudo con todo lo que tenga que ver con Formula 1.

PIERRE

Ya en el hotel y con haber logrado un muy buen cuarto lugar, me meto en la ducha para así poder meterme en la cama lo mas pronto posible. Dejo que el agua tibia caiga sobre mis músculos por un buen rato y me siento un poco más relajado. A mi mente se viene el momento cuando obligue a Irina a meterse bajo el frío chorro de agua, sonrío al recordar la forma en la que se resistía y termine por meterme con ella.

La castaña siempre me había llevado al límite de mi confort y lo hacía de forma inconsciente, algo en ella me llevaba a realizar actos que meses atrás no hubiera pensado en realizar. Fue la primera chica que permití que me acompañara hasta el lugar donde Anthoine tuvo el accidente, desde el primer minuto se metió tan hondo dentro de mi sin darme cuenta, que cuando lo hice, ya era demasiado tarde... me tenía completo.

El sonido de mi teléfono sobre mi cama me saca del popurrí de recuerdos que estaba teniendo, anudo una toalla a mi cintura y camino dejando un rastro de agua. Katalina me llama insistentemente y espero varios segundos antes de descolgar el teléfono.

- ¡Pierre! – dice con su inconfundible entusiasmo desde el otro lado – te he estado llamando y por fin me contestas.

- Lo siento, estaba ocupado.

- No te preocupes, estaré en Mónaco la próxima semana, pensé que tal vez podíamos vernos – me quedo en silencio sin saber que responder, me había tomado por sorpresa - ¿sigues ahí?

- Si claro, te veo en unos días.

- Te he extrañado y me muero de ganas por verte.

Dicho esto último, la española corta la llamada casi de inmediato, tanto su llamada como sus planes para encontrarnos me habían pillado totalmente desprevenido, no habíamos hablado desde que terminamos la relación que teníamos y no se había ido en muy buenos términos. Katalina siempre ha estado más interesada que yo en tener algo más formal y siempre me negué a esa posibilidad, supongo que Irina fue el empujón que necesitaba para cortar de raíz las idas y venidas que teníamos con la española.

IRINA

Un mensaje de Amelia llega a mi teléfono y de inmediato lo abro, no hemos hablado desde que me dejo en el aeropuerto y de eso ya ha pasado casi un mes y me llevo una gran sorpresa al leer sus palabras.

Max sabe que fuimos nosotras, pero no tomará ninguna acción legal, no entres en pánico que yo me encargo de ese rubio idiota, de todas formas, se lo merecía y él, eso lo tiene muy claro.

¿Que no entre en pánico? Podría no volver a pisar Mónaco si hace una denuncia.

Irina ya no hizo nada. ¿Qué tal todo después de casi tres semanas? El francés guapo casi se va de culo cuando se enteró de tu huida repentina.

Creo que ya se dio por vencido conmigo, sus llamadas han cesado y no fui capaz de responder ninguna.

Sabe que necesitas tiempo y hablamos de Pierre, no hay chico más comprensivo que él.

Amelia tenía razón, Pierre había demostrado ser muy comprensivo conmigo en cada mala decisión que tomaba y siempre seguía a mi lado, pero eso no me aseguraba que esta vez sería igual. Me recosté sobre mi cama con la vista fija en el techo. ¿Me sentía preparada para volver?

Me hice esa pregunta una y mil veces mientras en mi mente barajaba seriamente la idea de volver a Mónaco, se acercaba el final de temporada y podía aprovechar esos días para sacar mis cosas de la casa de Max.

En este tiempo en el que había tenido una desintoxicación del mundo de la fórmula 1 me había dado cuenta cuanto extrañaba el ritmo de trabajo que tenía, poco convencional, pero con una emoción increíble que no era capaz de comparar con nada, y también de lo enamorada que estaba del francés de ojos grises, porque sí, lo estaba y siempre lo estuve, pero nunca fui capaz de sentirme con la valentía de poder reconocérmelo a mí misma. En ningún momento deje de pensar en él y por más que me sintiera herida por las mentiras del holandés, extrañaba a Pierre y por primera vez me sentí con la seguridad para poder decirle sin remordimiento los sentimientos que tengo hacia él, porque nunca fui capaz de reconocerlos y trate de ocultarlos por la culpa que sentía de estar engañando a Max... y cuando pensé que el rubio había sido quien había derribado mis muros de protección me di cuenta que no fue él, fue Pierre porque a su lado podía ser yo misma, Max fue mi camino para poder encontrar a Pierre.

Cuando el sol se vaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora