Prólogo

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El cielo encapotado anunciando la llegada de un diluvio, el bosque lucía sombrío, aunque todavía quedaban los últimos rayos del sol del día antes de que la luna acechara todo el inmenso cielo. De poco en poco las gotas empezaron a caer empapando los árboles frondosos.

— Madre, no madre, no me dejes... — en un tono apenas audible entre sollozos, el pequeño tenía sujetada la mano de su madre y lágrimas caían cuesta abajo de sus ojos rodando por sus mejillas recorriendo hasta su barbilla y su cuello. Con la fina tela de la manga de su prenda, pasó su antebrazo por su rostro quitando todo rastro de las lágrimas

El diluvio empezó a tomar más fuerza y el agua chocaba con el vidrio de la ventana, el último rastro de sol desapareció del cielo dándole la bienvenida al astro nocturno. El hermano mayor del pequeño se encontraba de pie en una esquina de la habitación, el cuerpo de su madre postrado en la cama de la pieza poco a poco perdiendo el último destello de vida.

— Mis amados hijos... — pronunció con las pocas fuerzas que le quedaban, el mayor se acercó junto a su hermano pequeño colocando una mano en el hombro de este, y con la otra sujetando la mano de su madre — tienen que cuidarse el uno al otro...

Cuando la vida abandonó su cuerpo, el pequeño que estaba hincado junto a la cama, se puso de pie y sin soltar la mano de su madre, le dejó un dulce beso en su frente. El dolor empezó a apoderarse de su pequeño corazón, pero su rostro era inexpresivo, lentamente soltó su mano, se dio la vuelta y salió de la Torre, al salir su cabello y su vestimenta comenzaron a mojarse, haciendo que sus rulos negros azulados se pegaran a los costados de su rostro, miró hacia arriba como pidiéndole explicaciones a la luna.

Saphira (EN EDICIÓN)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora