IV

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Y pese a toda advertencia de su parte, ahí estaba frente a él aquel chico que sólo tenía muchas ganas de ser agradecido, ¿Por qué se empeñaba en ponerse en peligro? Lo había intentado todo y aún así estaba ahí, en su hogar, ajeno a todo el peligro que esto implicaba. Era un chico bastante idiota y él ya no tenía ganas de ser amable, porque las palabras de Amber habían hecho trizas toda su cordura.

Él ya no era él y con ello toda razón se espumaba.

—Chicos como tú deben alejarse de chicos como yo—¿Acaso no sabía esa básica regla de supervivencia? Por ende ya no había nada que pudiera hacer para salvarlo.

Entonces lo besó una y otra, y otra vez, haciendo caso omiso a sus súplicas para que se detuviera. El cuerpo ajeno intentó tantas veces como le fue posible alejarlo, pero no lo consiguió, porque la diferencia de fuerza era notable.

Un quinto beso desordenado y demandante se repitió, dejando los labios del otro dañados en la comisura, puesto que no sabía ser gentil y no lo sería, y otra vez lo besó pero solamente porque parecía no tener suficiente y sólo desear más y más, ¿Por qué sus pequeños labios tenían que sentirse tan malditamente bien? ¿No debía ser eso un pecado? Su boca era sin duda sinónimo de perdición, entonces simplemente debía dejarse ir porque ya no existía salida para ninguno de los dos.

Lo fue despojando de su ropa sin medir su fuerza, llenando la piel expuesta de besos que no demoraron en ser acompañados por lamidas, que comenzaban en su mentón y descendían a su cuello, continuado por sus hombros, mientras se permitía abrazarlo posesivamente. Lo sentía tan pequeño entre sus brazos, tan fácil de devorar que simplemente no razonaba lo que hacía, sólo se dedicaba a actuar y ahí, sobre la sala, en donde su amiga jugó con su mente, se dedicó a probar cada centímetro de su piel, empleando su lengua.

Ahí teniendolo desnudo de bajo de él, lo volvió a besar una y mil veces más, desendiendo una vez más por su pecho, hasta llegar a su sexo y practicarle una felación al de ojos avellana, porque en verdad se había obsesionado con cada centímetro de su piel, pues todo él le parecía de lo más delicioso.

La lucha de Cyrus, aunque inútil se detuvo, y los gemidos salidos de su boca inundaron la habitación, dado que la lengua que antes había estado alrededor de su pene, ahora estaba abriéndose paso en su cavidad anal, al borde de provocar que llegará a su orgasmo, claro que mucho no tuvo que esperar para este porque minutos más tarde, Thelonius se abrió paso dentro de su interior, posicionado las piernas del chico sobre sus hombros, para poder observar su rostro mientras era penetrado por él y sólo por él.

Y la sola imágen de su rostro, reflejado la pérdida de su castidad fue el detonante perfecto para que él pudiera venirse dentro de él tras una dura y última estocada, mientras que Cyrus había llegado a su orgasmo momentos antes.

Entonces la supuesta víctima sonrió para sus adentros, tras aquel impuro acto.

Había resultado ridículamente fácil seducir al basquetbolista. Y es que su esfuerzo había sido casi nulo…

Presa perfecta |Tyrus| Donde viven las historias. Descúbrelo ahora