Fiesta en el paraiso

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El lugar era asfixiante.

El enorme salón rodeado por la paredes de marfil y bellos decorados en oro que combinaban con los muebles con paño de oro y plata y cojines de terciopelo rojo y cortinas de seda era cada más asfixiante conforme más ángeles en sus trajes de largos y pulcros iban llegando.

En realidad, las fiestas de los ángeles no eran muy diferente de los grandes bailes de los que presumían los humanos de alta gama.

Apenas había logrado el rango necesario para asistir en dicha fiesta como parte del personal, debería estar feliz, había subido rápidamente de rango en comparación con mis compañeros y a pesar de las constantes felicitaciones no lograba sentir que verdaderamente había tenido un logro, ni siquiera sentía que mi presencia sería verdaderamente de importancia para algo, ni siquiera recordaba las últimas cinco cifras de mi número de identificación.

–Elián.

Volteé en cuanto el jefe de meseros, Namael, me llamó. Era un ángel grande y fuerte, a pesar de su rostro cansado y su estricta actitud. Su rostro era severo, pero no tanto como el tono de su voz, estaba apuntando a ser general en el próximo milenio, cosa por la que parecía volverse más severo cada año.

Traté de pararme derecho y sacudir un poco del polvo que haya caído en mi uniforme, un sutil conjunto blanco de camiseta y pantalón ajustado blanco haciendo resaltar el corbatín beige que distinguía a los ángeles de personal básico.

– Señor, Namael.

– Elián, el puesto que deberá resguardar es el tercer balcón del lado derecho de la entrada, ¿¡Qué, en nombre de nuestro señor, hace usted aquí!?

– Pues, me confundí un poco de si era su derecha o la mía.

Sabía que no debía sonreír, eso solo empeoraría mi situación, al menos si me mantendría serio solo pasaría como incompetente en lugar de un insubordinado, sin embargo Namael no era idiota, investigaba a cada nuevo integrante de su tropa y conocía perfectamente que mis pruebas de análisis y orientación eran perfectas, todo lo contrario a mis innumerables reportes de indisciplina que se habían multiplicado por siglos.

La mirada de cólera que me mandó me hizo bajar la mirada y solo pude sentir como se enrojecieron mis mejillas.

– ¡Elián!– Dijo firmemente, aunque aún contenía su furia en la voz, pero no en su mirada.– Puede que en donde estuvo trabajando y entrenando en estos siglos se le permitiera jugar y divertirse en sus tiempos laborales, ¡Pero eso no es permitido en mi guardia, así que le aconsejo que vuelva inmediatamente a su puesto y deje de jugar!

La fuerza de su voz hizo temblar lo muebles y ornamentos cercanos, pero su rostro apenas había cambiado, así que volé con la mayor rapidez que me permitieron mis alas antes de que la reprimenda creciera a algo más serio.

En cuanto llegue a mi puesto pude ver a los arcángeles y principados llegando en sus trajes blancos y pulcros con corbatas de varios colores, solamente se podían distinguir a los principados de los arcángeles por que los primeros usaban colores más oscuros en sus corbatas y gestos más prepotentes en sus rostros humanizados.

Recordaba eso de mis primeros adiestramientos, entre más altos los rangos menos humanizados podíamos vernos, a pesar de ser capaces de modificar nuestra manifestación física a voluntad, el deber de los ángeles de bajo rango, los que apenas teníamos unas cuantas décadas, lustro o siglos éramos los mensajeros, los que mandaban los recados y quienes ocasionalmente contactábamos a los humanos  por mandatos oficiales del cielo.

Realmente ver la forma física de un querubín era algo que incluso a mi me causaba pesadillas.

Era común que los Principados ofrecieran reuniones como está, principalmente para que los arcángeles se sintieran al tanto de lo que ocurría en los altos círculos y que sus intervenciones y acciones eran completamente necesarias, claro que para la para nosotros no tendría que existir la misma molestia, sinceramente no me importaba tanto, al menos no me molestaba tanto como la forma física que estábamos obligados a portar, una apariencia humanoide con alas, para no asustar a los humanos cuando contactamos con ellos, eso estaba bien, es decir, era lógico y práctico, era de ayuda cuando deseaba escaparme al mundo humano y pasear por ahí, pero el hecho que nos imponga a detalle nuestra forma física es agotador, es decir, los humanos pueden expresarse con su apariencia, al ver a uno puedes decir no solo a lo que se dedica, si no también sus gustos, su personalidad e individualidad, algo que claramente nosotros no teníamos. incluso para poder obtener un color de corbata debía ser según tu rango y tu tarea encomendada, ni siquiera teníamos elección en eso.

Namael pasó inspeccionando el salón y que cada uno estuviera en su puesto, lo acompañaba su asistente personal, pasando lista y repartiendo campana de plata, las cuales avisaba a los camareros que debían atender a la gente en nuestros sectores, así ningún arcángel o principado tendría una copa de hidromiel vacía. Al pasar frente a mi me lanzó una mirada amenazadora, a lo que solo pude responder bajando la mirada y tomando la campana que me su asistente me ofrecía.

–No debo remarcar que se espera lo mejor de todos nosotros en esta fiesta, ¿No es así Elián?

– No, señor.

Levante despacio la mirada y pude ver que había relajado un poco su rostro y prosiguió su camino.

Suspire cansado, cada vez veía más ángeles entrando por la gran puerta de caoba bañada en chapa de oro y detalles en plata, era más interesante analizar los patrones que se dibujaban en ella que lo que sucedía en la fiesta.

– Me parece que hay varios ángeles sedientos por aquí.

La campana cayó de mis mando cuando brinque por la sorpresa haciendo que sonara más alto de lo normal y atrayendo no solo a los camareros sino que también un par de miradas juzgadoras. La levanté rápidamente y agache la cabeza en modo de disculpa y rápidamente todos volvieron a sus platicas.

Volteé hacia de donde había venido ese comentario que me había sorprendido y note ángel, más alto que yo por una cabeza pero no mucho más, sus brazos y torso a aunque se veían delgados tenía mucho más músculo que los ángeles de bajo rango como yo.

Por sus ropas, un traje blanco son un ligero tono amarillento y una corbata de un naranja pastel pude suponer que era un arcángel, sin embargo su rostro era tan jovial y su sonrisa tan brillante se asemeja al rostro de un joven humano, con lo que, sumado al hecho de que se estaba riendo de mi reacción me envalentono para fruncir el ceño y reclamarle.

– Si ya terminó de divertirse conmigo tal vez pueda ir a asustar a alguien más.

Su rostro no se tenso como esperaba que lo hiciera, si no que su sonrisa se amplió un poco más y sus ojos brillaron, procedió a encogerse de hombros y se acercó un poco más a mi.

– Lamentablemente, lo demás ángeles están tan atentos a su alrededor que me verían llegar mucho antes de que siquiera pudieran escucharme.

Perfecto, en la primera fiesta en la que había servido fui reprendido por un arcángel, seguramente habría sido un record. Con pena baje la mirada y murmure una disculpa, a lo cual me respondió con otra risa.

– Suena a que tienes experiencia disculpándote angelito.

Solté una risa, claro que era un experto, digamos que si habían más angeles en la tierra de lo normal era por que había organizado varias salidas clandestinas con algunos otros ángeles, ninguna con más de tres ángeles, aunque nunca me sorprendieron, eso no evitó que se esparcieran rumores ni que mis superiores empezaran a reprenderme por cualquier mínima infracción a las normas.

En cuanto se me escapo la risa él arcángel rio un poco más fuerte llamando la atención de algunos de los presentes, sin embargo no pareció tomarle importancia y en lugar de contenerse se acerco más a mi y puso su brazo sobre mis hombros, ese acercamiento causó que por alguna razón mi mejillas se calentaran.

– Es res divertido angelito, veo que no te importen los protocolos, ¿Cuál es tu nombre?

Cada vez más aumentaban los ángeles que nos observaban, el que un arcángel hablara tan animadamente con un ángel no era muy bien visto, pero el tono tan animado y amigable de su voz hizo que no me importara las miradas de los demás.

–Elián – dije mirándolo a los ojos, eran de un inusual color miel casi ámbar. El sonrió sorprendido.

–El sol en griego– puntuó. –Linda coincidencia.

No entendía a lo que se refería, pero antes de poder preguntarle o que él me dijera su nombre un principado llamó abruptamente nuestra atención.

– ¡Zeraquiel, ven!

Parecía enfadado y estar guardando una buena reprimenda para el arcángel, sin embargo Zeraquiel solo se limitó a rodear los ojos y suspirar exasperado, lo cual hizo que se me escapara una risa. Palmeó mi espalda antes de empezar a alejarse y en cuanto llego con el principado se volteó rápidamente hacia mi.

–Nos vemos luego, solecito.

El principado lo tomo del hombro y lo guió hacia el otro lado del salón haciendo que lo perdiera totalmente de vista.

Puesta del sol nocturnoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora