—¿En qué piensas? —la pregunta de Daniela me retorna a la realidad.
Siendo sincero conmigo mismo, estoy pensando en Maite. Claramente, esto no se lo puedo contar a Daniela. Incluso si no significa lo que seguramente su mente imaginaría, me siento un poco...extraño. No culpable. No estoy pensando en ella como pensaba en Daniela cuando recién nos estábamos conociendo.
Estoy intentando comprender el por qué de las cosas que me pide. Las respuestas escritas a mano, las preguntas que tengo que responder cada bendito día. No me frustra porque no lo entiendo, me frustra porque quiero saber el por qué.
¿Por qué debo contestar qué hago en mi tiempo libre?
¿Por qué debo contestar cuál es mi actividad favorita del día?
¿Por qué debo contestar como me siento sobre compartir mis pensamientos?
—¿Ben?
Aclaro mi garganta y me giro. Es una jugada injusta, pero lo hago de todas formas. Me deslizo un poco más abajo, presiono mi rostro en su pecho y cierro los ojos, abrazándola fuertemente a mí. Suspiro.
—No estaba pensando —digo contra su pecho. Su mano juega con mi cabello, un gesto que me relaja lo suficiente—. Estoy cansado —confieso.
Lo estoy. La mitad del tiempo siento que mi cuerpo va a terminar colapsando y no podré levantarme más. No me molestaría mucho. A veces quisiera cerrar los ojos y no hacer nada, quedarme todo el día acostado, pretendiendo que el mundo no existe.
—No duermes lo suficiente —susurra, inclinándose y dejando un beso en mi cabello.
Es injusto. Todo estaba bien. Daniela era feliz, teníamos todo perfectamente establecido frente a nosotros y ahora todo el tiempo no puedo evitar sentir que estoy arruinando todo. ¿Cómo es posible que no tenga sentimientos? ¿Cómo es posible que no pueda...sentir?
—Trato —contesto.
Sus manos se deslizan hacia abajo por mi cuello, dedos presionan mi piel. Su pierna se envuelve alrededor de mi cadera. Realmente debo ser una persona afortunada. Tengo a una mujer que ha estado a mi lado durante tanto tiempo, que me acompaña a pesar de todo. Y no puedo apreciarlo lo suficiente, no puedo darle lo que se merece.
Tenemos problemas, sí. Pero no puedo obviar todas las cosas buenas que pasan por encima de ellos.
—¿Y si pasas más tiempo aquí? —pregunta.
Noto que su cuerpo se tensa un poco al hacer la pregunta, como si le costase hacerla, como si le diera miedo hacerla. Sé lo que me está pidiendo. Quedarme aquí, verla más tiempo, no sé si es algo que ayudará a que mejoremos las cosas. Peleamos tanto a veces que me preocupa que termine haciéndole daño, que termine por arruinar las cosas bonitas que todavía sobrepasan las malas.
—Más tiempo —murmuro, dándome tiempo para pensar en qué respuesta darle.
¿Y si me estoy equivocando? ¿Y si esta es la clase de cosa que necesito para volverme más...humano? Me pregunto si Maite sabría las respuestas a esas preguntas. Se lo puedo preguntar, supongo. Pero eso no me dará mi respuesta ahora.
—Aquí, conmigo —Daniela dice, su voz baja.
Tomándose su tiempo. Siento sus dedos rozar mi mejilla, alzando mi rostro. Nuestros ojos se encuentran y me sonríe. Le sonrío de regreso, a pesar de que no hay sentimientos detrás de la sonrisa. Ella no lo nota. Termina de inclinarse y me besa, lento, su cuerpo presionando contra el mío hasta que me giro y la llevo conmigo.
Se encuentra sobre mí, sentada a horcajadas sobre mis caderas. Mi cuerpo reacciona, es inevitable. Pero lo odio. Lo odio porque se siente, de alguna forma, como si la estuviera engañando. Siento placer, lo siento en todo mi cuerpo cuando estamos juntos, pero ese placer ya no se encuentra entremezclado con todo lo demás que es importante. Amor.
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El Alma Rota del Millonario (2°)
RomanceLa infancia de una persona puede afectar severamente la forma en que esta lleve su vida más adelante. Benjamin Green lo sabe a la perfección. ¿Por qué otro motivo podría haber perdido la capacidad para sentir? ¿Por qué otro motivo no sabría lo que e...