Capítulo Tres | Maite

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He investigado un poco sobre el caso de Ben. En realidad, es bastante común encontrar personas en esa situación. Es muy fácil pensar que estamos rotos porque nos permite utilizarlo como excusa para cada pequeña cosa que sucede en nuestra vida. Ben no es el primero ni el último que se sentirá así. En muchos casos, se ha resuelto, llegó algo o alguien que cambió la situación y de pronto, solucionado.

Sin embargo, hay un gran porcentaje de casos en los que las personas se quedan solas de por vida porque empujan lejos a los que los aman, en su afán de intentar no herir a nadie. ¿Es que acaso ese no es un sentimiento? ¡El deseo de proteger a las personas que los aman? Es un tema bastante delicado, completamente diferente a cualquier otra cosa que haya hecho antes. Pero me emociona porque me ayudará a entender tantas cosas. Ayudar a una persona siempre va a ser mi parte favorita de mi trabajo como psicóloga y no puedo esperar a terminar este último año, esta parte de mis prácticas, para poder hacerlo de manera profesional, al fin.

El problema de Ben viene de tiempo atrás. El motivo por el cual piensa que está roto debe venir de su pasado. Alguna cosa ha de haberle sucedido, algo que arrastró hasta ahora y que recién está aflorando. No pretendo saberlo ahora. Su madre me había contado a duras penas algunas cosas sobre él, cuando le había preguntado por ella y su marido, su mirada se había tornado dura y había sacudido la cabeza, indicando que aquellas cosas no eran necesarias para ayudar a Ben.

A ver que, sí lo son. Y su actitud me había dejado en claro que parte del problema venía de su propia casa, probablemente de los padres que lo habían educado. Intenté buscar información sobre ellos (porque siendo famosos, hay información para conseguir en internet), sencillamente para poder llenarme de más detalles. No creí todo lo que encontré, claramente, pero una de las cosas que sobresalió más fue el hecho de que sus padres han estado divorciados por varios años. Eso es algo que tendré que hablar con Ben, pero todo a su tiempo. Sinceramente, no pienso que esté listo para hablar sobre ello ahora. A pesar de que está a bordo para lograr esto, no considero que vaya a ser fácil lograr que me tenga confianza y me cuente sobre estas cosas.

La recepcionista me deja subir al piso en el que se encuentra Ben y su asistente personal me saluda al verme. Me invita a que pase sin ningún problema y me hace preguntarme si es debido a la madre de Ben. Por lo que había notado, es bastante respetada en la empresa y parece que todo el mundo se siente intimidado por ella. Eso es algo de lo que también tomé nota, puede ser que haya afectado a Ben en su infancia, especialmente si la señora siempre fue así, hasta con sus hijos.

Ben alza la vista de los documentos que está leyendo sobre su escritorio, apenas ingreso por la puerta. Mira su reloj and se recuesta en su asiento, observándome atentamente.

—Terriblemente puntual —menciona, arqueando una ceja.

Me acerco hasta el escritorio y dejo el café que le compré, al lado de sus documentos. El otro lo acerco a mis labios y tomo un sorbo.

—Me parece que tú llevas más tiempo aquí —respondo—. Vamos a tener que hablar sobre eso, también.

El frunce el ceño y observa el café que he dejado frente a él.

—Tienes una pequeña obsesión por el café, ¿no es así? —pregunta.

Sonrío. Sí, bueno. Me gusta mucho el café, eso no lo puedo negar. Es una de mis debilidades. Puedo tomar café hasta tres veces en el día. Ni siquiera me afecta las horas de dormir. No importa cuanta cafeína tenga en el cuerpo, de todas formas, caigo rendida para el momento que mi cabeza toca la almohada.

—De nada —contesto—. Me pareció que a ti también te gusta, así que aproveché en traerte uno.

Ben observa el café un rato más, antes de asentir y tomarlo en su mano. Toma un sorbo y suspira. Parece estar muy cansado, me pregunto a qué hora habrá venido.

El Alma Rota del Millonario (2°)Where stories live. Discover now