𝙉𝙪𝙚𝙫𝙚

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Las calles de la ciudad estaban realmente vacías, Namjoon aún se preguntaba por qué demonios había aceptado cumplirle ese favor a Yoongi de ser el encargado de comprar los víveres para su hogar. Aunque también era que tuviera elección con casí cincuenta llamadas que tuvo de su mejor amigo en tan solo un día, explicándole que no podía dejar solo a Jimin por distintas razones, las cuales sinceramente Namjoon ya se había aburrido de escucha.

La curiosos de saber que se sentía tener a otro como Jimin causaba que muchas imágenes pasaran por su mente, a pesar de solo haber visto al gatito un día y otros pocos cuando iba a entregar las bolsas de compras, no sabía hasta qué punto esa clase de mininos aguantaba el mantenerse al lado de un humano, y tampoco le entraba en la cabeza como pudieron hacer una mutación a tal grado de lograr que algo realmente fantasioso, friki y raro se convirtiera en esos niños que cualquier hombre tanto hetero como gay desearía follárselos hasta partirlos en dos, si era posible. Es decir, no es que estuviera en la época de las cavernas, pero la tecnología y sus avances aún lo desconcertaban. Cuando el peli-negro pasó por una calle oscura, escuchó un fuerte golpe seguido por una maldición, y dejándose llevar por la curiosidad, inclinó la cabeza hacía dentro de esa pequeña calle para intentar divisar lo que estaba ocurriendo.

Le sorprendió ver a un sujeto grande, gordo y con una gran gorra blanca que parecía un rectángulo con un algodón gigante en la punta. —un cocinero.—mejor dicho. Pero esa no era la razón de su sorpresa, sino que detrás de este, o más bien, siendo arrastrado por aquel tipo, venía un cuerpo, un pequeño niño que se removia intentando escapar del tacto del sujeto que lo jalaba desde la gorra unida de su playera.

Namjoon no se inmutó, se mantuvo observando la escena con la mirada más fría que podía tener, no le gustaba esos tipos de maltratos, pero tampoco comprendía el porqué de este, es decir, quizás aquel pequeño rubio había intentado robarle al sujeto y este lo logró atrapar, sin embargo, Namjoon aún pensaba que el tipo se estaba pasando un poco.

—Como te vuelva a ver queriendo robar algo en mi cocina te juro que no la cuentas, fenómeno.—la voz del tipo enorme resonó en los oídos de Namjoon, observándolo lanzar el delgado cuerpo del chico fuera del callejón, directo a la calle principal, justo frente a él, pero muy por el contrario que esperaba, el sujeto ni se inmutó cuando lo vio.—A ver si te mueres de hambre de una puta vez.

Ahí fue cuando pudo verlo. Por unos instantes, se perdió en los dos bultos rubios que sobresalían de su cabello, al igual que una cola se meneaba a un lado, mientras el chico se intentaba incorporar con pesadez y con una notable mueca de dolor, no sé si debido a la cantidad de golpes que había recibido o al último cuando lo estrelló prácticamente contra el suelo. Namjoon se quedó aún más sorprendido al oírlo decir.

—Jódete, viejo estúpido.—Bueno vaya, el gato sabía hablar.

Vió al enorme hombre, que cada vez se le hacía más desagradable, voltear, al parecer queriendo continuar con la agresión física, pero él ya podía reaccionar de mejor forma después de observar y analizar toda la situación. Se acercó al niño y se colocó delante de este, tratando de retar al tipo con la mirada.

Maldita sea ¿Como iba a ganarle en una pelea a este mole de grasa? Él lo miro como esperando que dijera algo y tras un largo suspiro de resignación, volteó para observar al pequeño, que admirando unos hermosos ojos azules igual de sorprendidos que los del otro sujeto.

—Ya déjalo, yo me encargo de que no vuelva a entrar a robarle nada.

Caminaba con las bolsas en las manos y el niño sosteniéndose de él, agarrándose de la parte trasera de su playera de The Beatles. La verdad no comprendía, Namjoon lo invitó a su casa ¿Por qué la inseguridad de que lo fuera a dejar a medio camino? En lo poco que había logrado observarlo, ya que se mantenía atrás de él, pudo ver que tenía un rostro de niño de a lo mucho dieciséis años, pero a la vez le encontró tantas heridas en sus brazos que lo hizo cuestionarse cuántas más traería en todo su cuerpo. Y aunque ya lo había escuchado hablar, ahora ese rubio se empeñaba en no decirle palabra alguna, aunque por milagroso que suene, ha había intentado sacarle un tema de conversación al menos unas cinco veces.

𝙉𝙚𝙠𝙤 𝘾𝙤𝙧𝙥𝙤𝙧𝙖𝙩𝙞𝙤𝙣 | 𝙔𝙈Donde viven las historias. Descúbrelo ahora