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Recuerdo haber entrado en el quirófano. Caminé detrás de ti y de Chifuyu, observando intensamente cómo te sostenía muy cerca de él. No dejabas de decirle que estabas asustado y que tenías muchas ganas de salir de allí. Él sabía de verdad cómo te sentías, pero no quería irse todavía, así que en lugar de eso, te dio un cálido abrazo.
Mis ojos ardían de furia al ver lo íntimos que eran los dos así que inmediatamente te tiré con fuerza del brazo. Hiciste una mueca de dolor ante mi contundente agarre antes de darme una bofetada en la cara.
Me gritaste diciendo que era un estupido.
Supongo que realmente lo soy.
Chifuyu se interpuso entre nosotros, empeorando las cosas. Mi puño salió volando hacia su cara mientras mi ira florecía. Los otros me empujaron inmediatamente, alejándome más de ti y de el.
Intenté liberarme mientras te veía acudir en ayuda de Chifuyu. Al instante sentí que se me rompía el corazón al verte tocar su cara, limpiando la sangre que había salpicado cuando le di el puñetazo.
Pero en ese momento, cuando logré liberarme de los chicos, lloraste.
Sí, lloraste.
Las lágrimas corrieron por tus mejillas, manchando tu hermoso rostro. Mi corazón se hundió profundamente al verte así. En ese momento, supe que te había perdido.
Supe que te había perdido por completo.
Había muchas razones, pero hasta ahora, todavía me preguntaba por qué te fuiste...
Por ti mismo.
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