El miedo te paraliza

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El miedo te paraliza.

La forma en que te tiemblan las piernas, tu expresión de angustia, tu repentina forma de quedarte mirando el vacío. ¿Qué pasó? ¿Qué es? Porque yo no veo nada, pero ¿qué te imaginas? ¿Puedo hacer algo?

Evidentemente no, no puedo hacer nada, porque intento hacerte volver y no lo haces, no logro que vuelvas. Ya sé que a veces te pasa, pero eso no saca que me interese porque veas la realidad.

De la nada empezas a llorar, obviamente no estás bien, pero me encantaría saber qué fue lo que desenvolvió todas esas emociones. Corro hacia vos, estamos frente a frente.

Y de la nada sos chiquita, de verdad te convertiste en una pequeñez, pero no es solamente por tu altura. Ahora que te veo de cerca me doy cuenta que sos una niña. ¿Dónde están tus papás?

Me miras, tus ojos marrones me observan como si fuera tu salvación, pero sabes que no soy de ayuda. Igualmente no dejas de observarme, supongo que te gusta saber que no estás sola, incluso cuando no soy una verdadera compañía.

Mi linda niña, te miro, me ves. ¿Todo bien? ¿Estás mejor, más calmada?

Tu expresión se transforma, repentinamente estás feliz. El alivio me invade, al menos ya no lloras, ¿no?

De la nada ya no estás conmigo, te veo a lo lejos, corriendo. ¿Te tengo que seguir? ¿O capaz vos tenés que volver? Me confundís, chiquita, y no sé qué hacer, pero ante la duda decido dejarte sola, porque al final siempre estuviste así. Y yo no soy nadie. Y vos sos mi esperanza, aunque vos tampoco seas nadie en conclusión.

Recuerdo tu repentino cambio de humor, la forma en que te cerras tan abruptamente, pero no permitís que lo noten. Tu risa convence, y tus ojos sonrientes todavía más, pero no a mi.

Me siento, esperando pacientemente a cuando vuelvas. ¿Vas a poder sola otra vez?

Abriendo mi puertaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora