Karma

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Aunque fuese muy incómodo para él usar la ropa del día anterior, obviamente no ocuparía algo de Dazai. Además, solo sería hasta llegar a su propio apartamento. Por lo que no le tomó demasiada importancia en cuanto salió de la ducha y comenzó a secarse y vestirse.

No. No iba a quedarse a tomar desayuno y mucho menos se sentía preparado para entablar una conversación tan seria con Dazai. No en tales condiciones tan incómodas. Por lo cual, decidió que lo mejor que podía hacer en ese momento, era abandonar ese lugar.

Se sentía extraño no desenredar su cabello o secarlo cuidadosamente, pero así debía ser si lo que quería era salir de aquel apartamento lo más pronto posible.

Se sentía abrumado. Incluso su respiración y su corazón se aceleraban cada vez más. Se sentía como si estuviese viviendo un tipo de persecución. Como si algo inminente lo estuviera alcanzando más rápido de lo que podía imaginar.

Se avecinaba algo.

O al menos eso era lo que estaba seguro que sucedería si no salía de ese lugar lo más pronto posible.

Solo debía recoger su chaqueta que había quedado olvidada sobre la cama de Dazai.

La cama de Dazai.

«Dios mío», pensó Chuuya. Sus nervios se pusieron de punta y su corazón se aceleró aún más cuando su cerebro hizo la conexión de que... la cama de Dazai también fue alguna vez su cama.

Obviamente no era la misma. Pero alguna vez compartieron el mismo colchón, las mismas almohadas, las mismas sábanas, las mismas noches... compartieron besos, abrazos, sueños, y secretos en las madrugadas después de hacer el amor.

Chuuya inhaló una gran bocanada de aire.

Con las puntas del cabello goteando, y la ropa pegándose desagradablemente a su piel por lo mal seca que esta había quedado, salió del baño y caminó a paso rápido a la habitación de Dazai para recoger sus cosas restantes y finalmente poder huir.

«Esto fue una pésima idea», se recriminó a sí mismo. Pues no podía entender por qué a sus veintisiete años seguía siendo un cúmulo de ansiedad cuando se trataba de Dazai y el pasado que ambos compartían.

¡¿Por qué le seguía afectando tanto?!

¿Por qué lo hacía sentir como el estúpido estudiante universitario inexperto que era a los dieciocho años?

Chuuya chasqueó su lengua con fastidio. Había recogido todas sus pertenencias de la habitación de Dazai, y se hubiese marchado enseguida si no hubiese visto su propia imagen reflejada en el espejo de cuerpo completo que se hallaba en el cuarto.

El estampado de la banda de rock de la camiseta que Chuuya llevaba, se veía extraño y distorsionado; la prenda estaba al revés.

Un error que debió haber cometido al intentar vestirse lo más rápido posible.

El pelirrojo rodó sus ojos. Al menos era algo fácil y rápido de solucionar.

Se volteó para dejar sus cosas sobre la cama ajena y sin pensarlo mucho se quitó la camiseta para así poder voltearla.

Tal vez estaba demasiado distraído pensando en todos los acontecimientos pasados... o tal vez había perdido la habilidad de detectar la presencia de Dazai.

Hubo cierta época en donde Chuuya solía bromear con eso:

"¡Deja de hacer eso! ¡Me asustas, idiota! ¡¿Eres un asesino profesional o algo así?!", era el tipo de frases que soltaba cada vez que Dazai se aparecía por detrás envolviendo los brazos en la cintura de Chuuya.

Tintas en Primavera - Soukoku - FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora