𖤐⤸₊˚. Un excéntrico magizóologo británico llamado Newt Scamander siempre lleva consigo una maleta llena de animales mágicos que ha ido salvando durante sus viajes por el mundo. Cuando las criaturas mágicas terminan huyendo de su maleta en Nueva Yo...
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Las primeras estrellas, suaves como un leve roce, brillaron en el cielo, iluminando Nueva York y anunciando el principio del fin de aquel agitado día en la ciudad. Los tres magos y el no-maj seguían caminando por las calles en dirección a la casa de Porpentina Goldstein y su hermana pequeña Queenie.
Jacob Kowalski seguía enfermo por la mordedura del Murtlap. Tenía mechones de pelo pegados a la frente por el sudor y jadeaba casi inaudiblemente mientras se mantenía en equilibrio en brazos de los magos.
—¿No me dijiste una vez que no se te permite llevar a ningún hombre a tu casa? —Eudora recordó— Sé que estamos cerca, pero acabo de recordarlo.
—Me había olvidado de ese detalle —ella suspiró.
—Podemos buscarnos otro alojamiento —Newt señaló al no-maj apoyado en uno de sus brazos.
—Eso sólo causaría más problemas —Eudora pensó que era una buena posibilidad, pero después de analizarlo un poco, cambió de opinión—. Intente no hacer demasiado ruido.
Los labios de Jacob dejaron escapar un gemido de dolor, sobresaltando a los magos que lo llevaban a la entrada de la residencia de la ex auror.
—No haga ruido —la auror frunció los labios, con un claro rastro de impaciencia muy visible en sus expresiones faciales.
—Intente silenciar a un hombre en este estado —Newt se rió.
—¿Debo recordarle que se encuentra en este estado, como usted dice, a causa del Murtlap que lleva en esa maleta? —ironizó Eudora, indicando la maleta con un movimiento de cabeza. El magizoólogo se sonrojó, avergonzado, y luego esbozó una leve sonrisa en la comisura de los labios—. Sólo bromeaba.
En cuanto pusieron el pie en la alfombra de entrada de la casa, hicieron todo lo posible por evitar cualquier atisbo de ruido, casi poniéndose de puntillas. En el primer tramo de escaleras, una voz femenina les hizo quedarse petrificados durante un minuto.
