Once

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Pasó un mes desde su primera cita, desde que comenzaron su noviazgo, y ambas estaban completamente felices.

Comenzaron a salir todos los fines de semana, Nayeon llevó a Jeongyeon a todos los lugares que quiso, solía llevar a Jeong también, a algún parque, dónde lo podía dejar jugar por horas, o una ocasión lo llevó a una tienda de golosinas, dónde lo dejó elegir todas las gomitas que quiso.

Después tenía que cuidar a Jeongyeon cuando terminaba con dolor de estómago, luego de que Jeong comiera todos los caramelos.

Desde entonces no la había dejado llevar a Jeong a ese lugar, ni volver a comprarle golosinas.

A veces, algunas noches, Ostrich la despertaba y se quedaba a pasar el rato con élla, Nayeon comenzó a guardar algunos chocolates para la pequeña.

Ostrich no había vuelto a lastimarlas, y se portaba muy bien, era bastante nerviosa y Nayeon tenía que verla todo el tiempo, por temor a que hiciera algo peligroso.

A veces la encontraba pellizcandose, o clavando sus uñas en su piel, o razguñando su cuerpo, se tomaba el tiempo de calmarla, de hacerla sentir bien y de explicarle la cantidad de veces necesarias que ya no debía lastimarse.

— Sé que no lo haces a propósito, eres una chica excelente, sólo debes pensar un poco las cosas cuando veas que te estás lastimando... Ya nadie va a herirte, no tienes que hacerlo tu misma tampoco.

Ostrich entendía perfectamente todo lo que Nayeon le decía, era una niña excelente.

Nayeon nunca la había tocado más allá, siempre había sido muy cuidadosa y suave con élla, siempre la había respetado muchísimo.

Jeongyeon no tenía que sentirse mal o preguntarle al respecto para saber que era un tema similar a los besos.

Le estaba dando su espacio, y su tiempo, y cuando quisiera sólo tenía que pedirlo.

En el beso, se colocó sobre Nayeon, sentandose sobre las caderas de la mayor, en cuanto sintió aquello separó el beso.

— Jeongunnie, ¿Que haces? — preguntó, no había sonado mal o enojada, sólo quería corroborar con élla lo que ocurría.

— Nayeon... Me encantaría tener mi primera vez contigo — dijo, sus mejillas estaban muy rojas pero su tono no fue vergonzoso—. No sé hasta donde llegue, pero quiero intentar.

Nayeon le sonrió y acarició sus mejillas de forma tierna.

— Gracias.

— Si sientes algo mal, dime.

Jeongyeon asintió, tenía una sonrisa conforme en su rostro, sus mejillas estaban muy rojas.

Nayeon se enderezó, quedando sentada en la cama, con Jeongyeon sobre élla, sus labios fueron hacia el cuello de la menor, dejando besos, succionando su piel, y rozando con sus dientes con suavidad, mientras escuchaba a la castaña respirar de forma pesada, encantada con el tacto, enredó sus dedos en el cabello de la mayor, acercándolo más.

Las manos de Nayeon fueron debajo de la remera de la otra, rozando su torso, provocando leves cosquillas, continuaron hasta llegar a sus pechos, rozandolos con sus pulgares, escuchando el jadeo de la menor.

— ¿Vas bien?

— Sí... Continúa.

Continuó besando de la misma forma aquel sensible par, primero uno, y después el otro, se tomó su tiempo con cada uno, dejando que Jeongyeon se acostumbrara, dejando que tuviera tiempo para decirle que no, si se sentía mal.

Ambas sabían que llegaría el momento dónde Jeongyeon pudiera hacer lo que quiera con su cuerpo, pero se trataba más que nada de la confianza que sentía, sabía que ante una inseguridad, Nadong sólo iría a protegerla, no era mala, sólo estaba cumpliendo su trabajo.

The Alters (2yeon) ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora