Yuan bei.

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Las siguientes dos semanas volaron como un avioncito de papel, y cuando la figura aterrizó Juliana se dio cuenta de que había pasado poco más de un mes desde que le habían raptado.

Normalmente, si alguien le hubiese dicho que su destino estaba enlazado con la mismísima hija de las tinieblas ella hubiese reprendido aquello y se hubiese arrodillado para orar.

Así, si alguien más también le hubiera dicho que ella aceptaría esa unión, inmediatamente se hubiese hecho un auto-exorcismo, a ella y a la persona que le dijera esa tontería, claro.

Pero en esos momentos no se podía auto-exorcisar o echarse a orar, porque a decir verdad ya no tenía aquella fe flameante.

Las cosas habían cambiado en sobre manera, ella había cambiado.

Su pensar, es decir, y sus sentimientos.

Porque en algún momento dejó de temer y llorar por las noches, para acostarse con una pequeña sonrisa, esperando el mañana con ansias.

Justo como lo había hecho la noche anterior.

Estaba nerviosa, sentía estragos en su pancita, las tan famosas mariposas revoloteaban dentro de ella y sus mejillas se encendían. Tenía el corazón latiéndole a mil por hora.

Ahora estaba sentada en, lo que llamaba ahora, su cama. Estaba siendo arreglada por una monja con la que había compartido un par de charlas en la última semana. Sarah le aplicaba a golpecitos suaves un poquito de rubor en sus mejillas, para hacerlas más rosaditas.

Anteriormente había aplicado también un poco de sombras en sus párpados, y le había peinado el cabello haciendo resaltar su cabello en pequeños rulos que le daban unos airecito más pequeña, y tierna.

Sus manos jugaban entre sí mientras reposaban en su regazo. Unos finos pantalones blancos se cerraban en sus caderas, en la parte superior solo tenía una camisa blanca delgada.

Sarah terminó de colocar el rubor y pasó a ponerle un poco de bálsamo labial, hizo ver sus labios más rellenitos, rosados y con un brillo que hacía delirar.

—Ya estás lista, Juli —avisó la mayor. Tomó la mano de la pelinegra y la levantó para que se pudiera observar en el espejo de la habitación.

Juliana clavó su vista en su figura. Lo admitía, se veía muy bonita, Sarah se había lucido con su trabajo y ella esperaba que se viera lo suficientemente bien para Valentina.

Era un Sábado, cerca de las 3:00p.m. El cielo estaba en un bonito tono de azul, las nubes blancas decoraban el vacío del cielo. Había cierto brillo en las cosas, parecía que toda la ciudad estaba alegre ese día.

Juliana iba a contraer matrimonio dentro de unos minutos, con Valentina.

Y no podía esperar a estar junto a ella, para poder estar juntas finalmente, en todos los sentidos.

La emoción crecía cuando pensaba que pronto sería su esposa. Pronto todo volvería a cambiar y en vez de tener miedo por las consecuencias ella las esperaba gustosa.

Sarah acomodando los últimos detalles del vestido blanco le dio una gran sonrisa para apreciar a la pelinegra.

—¡Te ves preciosa, eres muy hermosa! —exclamó ella.

—¿De verdad me veo bien? —susurró, temerosa.

—Claro que sí, no te preocupes. Valentina sabe apreciar el arte.

Juliana sintió sus mejillas enrojecer, intentó cubrirse el rostro con las manos, pero antes de hacerlo la monja chilló con que arruinaría el maquillaje. Así que solo se vio una vez más en el espejo y sonrió, estaba lista.

Born For Evil |JuliantinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora