Segundos después de ver a Yuril desplegar su báculo, los niños desaparecieron. Volaron todo lo rápido que pudieron, hacía todas direcciones, rogando por qué el viejo y aterrador mago no les siguiera. Seguro tendrían pesadilla sobre aquel evento por días.
Por su parte, Lotus, aliviado, se había alejado de la espalda de Yuril, y ahora lo confrontaba de frente, con un revoltijo de emociones en la panza, que iban desde la culpa hasta la admiración.
—Gracias... —se atrevió a susurrar el pequeño, sacudiendo el polvo de la cara y parte del cabello.— ¿Puedo preguntar porque esta aquí? Pensaba que ya había comenzado a odiarme...
El anciano, cambiando si expresión a una más suave, acercó la mano al hombro del muchacho.
—Escucha, no importa que lo pase, un maestro siempre está ahí para apoyar a su aprendiz... Yo.. Lamento lo de antes, es sol.... Cof Cof... es que... —volvio a toser, ahora con más fuerte, inhalando una gran bocanada de aire. El cuerpo del viejo tembló, sus piernas cedieron, el bastón se deshizo en cientos de partículas de magia que flotaron a la deriva, mientras el viejo cuervo resentia las marcas de su amargo pasado.
Lotus lo ayudó a mantenerse en pie, tomando el peso de su maestro con su delgado cuerpo, lo tomó con dificultad por el brazo, para que se Apoyarse. Con cuidado, Lotus llevó devuelta al cansado anciano, caminado lento y tomando descansos, hasta cruzar todo el camino de regreso hasta la pequeña casa del mago.Dos meses pasaron.
Yuril y Lotus habían acordado que ambos respetarán el las necesidades del otro. Por lo que ambos, con mucho cuidado, habían seleccionado los artículos "útiles" que el anciano podía concertar, y desechado los que no podían ser salvados. Ahora todo se veía más limpio, no como nuevo, pero aceptable. Aún parecía la casa de un acumulador, pero al menos el aire estaba limpio, y era posible caminar sin trastabillar y sin preguntarse si las manchas en el piso eran de tinta, mermelada, moho, o todas juntas.
Por su parte, Lotus prácticas sus trazos con mucha diligencia, cada tarde visitaba al anciano, tomada uno de sus pinceles de la cajita de pinceles y se sentaba en el piso frente al sofá que enfrentaba la puerta, ansioso por aprender. En el poco tiempo que llevaba siendo aprendiz de mago, el pequeño había logrado memorizar cuatro hechizos básicos, y aunque todavía tenía problemas con la estabilidad de sus trazos, al menos podía lanzar los hechizos sin mayores peligros. Estaba orgulloso de sí mismo.
Aquella mañana se levantó hambriento, así que salió con cuidado de su cama nudo, enfrentado a regañadientes la luz del sol. Se apresuró con sus pequeños pies hasta llegar a la sala, donde su hermana se encontraba boca abajo contá un sillón, con los pies sobre el respaldo y la espalda en el asiento. Lotus la ignoró, y rebusco dentro del canasto de mimbre que se encontraba sobre la mesa. Nada. Miró de nuevo a su alrededor, hacía la cocina, pero tampoco encontró algo que pudiese comer. Se volvió entonces hacia su hermana mayor.
—¿No hay algo para comer?
Nihal arrugó los labios, pensativa.
—No —terminó diciendo, levantándose con cuidado— creo que Zahid tomó lo último antes de irse.
—Aaahhh —Lotus se dejó caer sobre una de las sillas junto a la mesa, mirando al vacío, hasta que de pronto, una idea se cruzó por su cabeza. Se levantó se entonces, corrió hasta su pieza para ponerse los suaves zapatos que su tío había robado semanas atrás para él y tomó su bolso de tela y algo más desde dentro de su cama, antes de atravesar la sala en dirección a la salida. Bajo con cuidado su improvisada escalera, y se dirigió al mercado. Esta era su oportunidad, podía hacerlo, se decía a sí mismo. Con eso en mente, se coloco la capucha de su delgado chaleco marrón, y se mezcló con la gente que recorría las calles, observando. Unos dos o tres minutos de paseo y encontró lo que buscaba. Una mujer detenía su vuelo para posarse frente a una tienda de víveres unos metros más adelante. Con mucho cuidado, el joven aprendiz metía su manita dentro del bolsillo de su pantalón, tomando un trozo de papel del tamaño de su palma, lo llevó hasta la altura de sus labios, con los ojos y la mente fijas en la transacción, y susurró. Nadie noto la chispa de magia que iluminó sus labios, pero lo que sí capto miradas fueron la bolsa de frutas y pan y la cartera con monedas que se elevaron con violencia, arrebatado gritos de asombro. El sonrió, mientras las personas miraban extrañados aquel espectáculo, el pequeño comenzaba un nuevo hechizo, sólo duraría unos segundos así que debía ser rápido. Así, repitiendo el movimiento anterior, llevó el papel a sus labios mientras se aproximaba a la curiosa multitud «Desvanece», susurró. Mientras su cuerpo era envuelto por la magia, protegiendondole de la vista del resto. Ese era su más reciente truco, el hechizo de invisibilidad. Con gran rapidez y agilidad, se internó entre la gente, tomando adornos de sus cabellos, billeteras, brazaletes, dio un par de giros, para tomar un par más de pulseras de plata adornadas con lapislázuli, y esta hecho, había atravesado la multitud, su bolso estaba lleno. Divertido, y sabiendo que él hechizo se desvanecía, tomó nuevamente el hechizo de levitación, y con un rápido movimiento de mano, atrajo la atención del público presente al hacer que tanto la la bolsa de compra como la cartera de cuero se "lanzarán" hacia el. Todos los presentes vieron al pequeño encapuchado, con las cosas en las manos. Hubo más gritos, cuervos notaron sus objetos perdidos, algunos rieron, otros aplaudieron de la sorpresa, habían sido robados, y ahora, el pequeño ladrón sonreirá y con una rápida reverencia, tomaba su último papel, y de nuevo, imperceptible, susurraba. Humo salió desde la tinta, desde sus labios, la calle se cubrió de gris, y el pequeño, más rápido que nadie, corrió por uno de los callejones más estrechos, usando todos los pasadizos techados que conocía, todos los que había usado para refugiarse del sol y de las burlas, ahora le brindaban amparo mientras corría como un loco, fuera del alcance de los cuervos allá en el cielo, libre de toda persecución. Con la piel de los brazos erizada y el corazón a mil, logró llegar hasta su casa. Se desplomó cerca de la entrada, intentando recuperar el aliento. Su hermana, sorprendida, se levantó del sillón y corrió hacía el, mirando las cosas y luego afirmando la cara de su hermano con sus delicados y finos dedos morenos.
—¿Estas bien? ¿Donde estabas? ¿De dónde sacaste todo esto? —Nihal se asomó a mirar por la puerta. Nada. Nadie estaba allí.
Lotus suspiro, y luego comenzó a reír. Se sacó el bolso y metió la mano para sacar uno de los adornos para el cabello que había robado. Con una sonrisa llena de orgullo, colocó el pasador de oro y rubí el el comienzo de la trenza de su confundida hermana mayor.
—¡Yo lo hice, lo robe! ¡Sin ayuda, por mi cuenta! ¡Debiste verlo! ¡¡Use mi magia y toda la gente estába sorprendida y al final hubo gritos y aplausos!! —contaba emocionado, al mismo tiempo que el y Nihal sacaban las cosas del bolso para revisar el botín.
—Waoh... No puedo creerlo... ¡Esto es increíble! —exclamó la chica, con las manos llenas de joyas y monedas.—Lotus, eres increíble —finalizó, con una sonrisa.
El pequeño infló el pecho de orgullo, era la primera vez que lograba escabullirse con un botín tan grande, y además, de manera tan espléndida, montando todo un espectaculo.
—Y eso no es nada, pude haber tomado más, ¡solo espera a que mejore con el hechizo de invisibilidad! ¡O a que el maestro me enseñé el hechizo para atravesar paredes! —Lotus se levantó, tomando la bolsa con comida, se fue hasta la mesa. Allí se sentó, contento con su exitoso desempeñado, mientras se llenaba la boca y la panza con una dulce naranja.
Por su lado, Nihal no salía de su asombro, y miraba a su hermano aún desde el piso. Solo habían pasado dos meses, pensaba, solo dos meses y ya había logrado por si solo lo que muchas bandadas tardaban años en alcanzar. Si bien robar era algo que todo cuervo intentaba (y lograba) alguna vez, no había más de un puñado de ellos que realmente podían llamarse a sí mismos ladrones, que vivían y bien, de lo que reunían de sus andanzas, por eso era algo tan aplaudido por los ciervos, por el ingenio, la planeación, y la habilidad necesaria para robar a un pueblo de ladrones. Y allí, Lotus había triunfado, el chico había logrado puñados de oro, de plata, de piedras y joyas hermosas... y allí, su hermana lo observaba, orgullosa, entusiasmada, y expectante. ¿Que más podría lograr el chico, con la práctica? Si tan solo dos meses aprendiendo magia le habían generado tantos buenos frutos, Nihal solo podía esperar por más brillantes y felices días en su futuro.
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El Ascenso del Loto
FantasiaEn la ciudad voladora de Yurem, capital de los Cuervos, vive Lotus, un pequeño chico que a duras penas sobrevive el día a día. ¿Por qué? Porque el desafortunado muchacho ha nacido sin alas. Abandonado por sus padres, menospreciado por sus pares y ca...