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-Me niego -dijo el anciano Yuril, subiendo otro escalón de madera con dificultad.

-¡Vamos! ¡Aprenderé rápido! Un viejo feo y arrugado como usted no puede morir sin dejar un legado... -insistió Lotus, aferrándose con fuerzas a la pierna del cuervo.

-¡Puedo hacerlo si se me da la gana! -gritó, sacudiendo la pierna violentamente.

- Humm... ¡Le seré útil! ¡No molestaré!... por favor, anciano, enséñeme a hacer magia -rogaba el moreno, dejándose arrastrar por las tablas, golpeándose las rodillas cada vez que subía un escalón.

-La magia no es para los niños, y no tienes el dinero para pagarme. La magia tiene un precio en nuestro mundo y tu.... te vez como un misero mendigo -dijo Yuril, bufando con desagrado.

-Mira quien habla.... - susurró Lotus, sonriendo divertido- ya nadie viene a usted, ¿no? En la ciudad solo hablan de Kedat, Kedat, siempre Kedat -se burlo el niño al ver la expresión de molestia en la cara de Yuril, tirando de la gastada capa azul sin brillo que usaba el mago-Seguro ya nadie viene a usted... es tan inútil como yo. Pero puedo hacer que gane dinero otra vez, si me enseña magia.

Yuril sonrió de medio lado, jalando con fuerza la capa que cubría su espalda para zafarse del muchacho. Miró el Sol, brillante sobre sus cabezas, y luego al chico.

-La ultima vez que tuve un alumno, este me quito todo lo que era mio... No aceptaré a nadie, además -miró a Lotus de arriba a bajo, dudoso- te vez demasiado interesado en un arte despreciado hasta por el mismísimo rey... ¿No será que planeas robarme?

Lotus negó, enseñando el dorso de la mano derecha. Los cuervos acostumbran enseñar el dorso de la mano derecha a las personas para indicar que no pueden o no van a tomar nada de ellos.

-Mis motivos son totalmente diferentes, anciano -murmuró- ¡la magia es mi única opción! Así que, ¡Por favor, viejo Yuril! ¡¡Enséñeme la magia!!

-. . . No quiero -se volvió a negar el mago, ahora con una voz más infantil, formando un puchero- prefiero lamerle los pies al rey regente antes que enseñar mis secretos a un mocoso insoportable. Ahora vete, ¡suéltame!

Yuril se elevo unos centímetros con ayuda de sus alas, sacudiendo violentamente la pierna a la cual se aferraba el pequeño Lotus.

-¡Eh! -el pequeño chico se sostuvo de la sandalia de Yuril al resbalarse con el movimiento, quedando suspendido en el aire, junto a los pocos escalones de madera que sobresalían de la casa del viejo, puesta a cuatro metros de altura sobre el suelo de la calle- ¡Tenga cuidado! ¡Sería peligroso caer desde esta distancia, viejo estúpido!

-Je... pues, comprobemos -Yuril alzó ambas piernas con dificultad hasta lograr tomarse los pies en el aire para sacarse la chancla de gastado cuero viejo y soltarla junto con el muchacho. El pobre cuervo movía las extremidades con desesperación, maldiciendo al anciano de roñosa apariencia a viva voz. Cuando ya solo faltaban dos metros para el final del camino, el anciano, que había vuelto a la escalera, se asomo levemente, extrañado.

-¡Si quieres vivir es mejor que saques tus alas, mocoso estúpido! -grito, usando las manos como megáfono.

-¡Iggh! ¡¡Eso es lo que he intentado decir, maldito viejo desquiciado!! -Lotus cerro los ojos, para luego abrirlos y mirar fijamente a Yuril en las alturas- Yo... ¡¡YO NO TENGO ALAS!!

Yuril ladeó la cabeza, soltando una risita, pensando que se trataba de una broma. Aun así se abalanzó en picada desde lo alto del edificio para tomar al chico por los pelos, frenando su caída. El mago levanto a Lotus a la altura de su rostro, suspirando.

El Ascenso del LotoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora